Algunos rasgos distintivos de esta fase los podemos vislumbrar en:
Degeneración de las formas de “democráticas” de dominio.
Descarada supeditación de los grandes partidos y sindicatos al Capital.
Aumento del desempleo a unos niveles inéditos y perenne.
Deterioro de las condiciones de trabajo y pérdida de los derechos laborales.
La dispersión salarial continuará acentuándose.
Generalización de la corrupción penetrando en todas las instituciones del Estado y dada su cotidianeidad habituarse a ella.
Concentración de la propiedad de los medios de manipulación de masas y aumento de su función alienadora.
Sustitución de la asistencia de los servicios públicos por una
asistencial de caridad y otra para las élite de alta calidad y precio.
La presencia cada vez más abierta y directa del predominante capital financiero en los gobiernos.
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