En el PSOE acostumbran
a ver la paja sin que la viga moleste. No me refiero a las pajas como vigas que
la extrema derecha que gobierna acumula día tras día para desgracia de los y
las españoles, sino a sus propias miserias.
Hace unos días,
nos desayunamos con el ridículo de Ponferrada, donde todos sabían lo que se
estaba negociando pero que tras un ataque de pánico todos niegan más de dos y más
de tres veces. La ínclita vicesecretaria general, el ínclito secretario de
organización y el jefe de los ínclitos, el muy ilustrísimo felipista Alfredo,
pasan página ( o lo intentan) sin que les roce el término dimisión. Eso es
tener orgullo torero y lo demás son tonterías.
Que el PsoE
huele a dictadura de clanes a nadie puede sorprenderle, que el PsoE huela a
naftalina felipista a nadie puede sorprenderle, pero la poca vergüenza de los
que dirigen el centenario partido de Pablo Iglesias, produce nauseas.
O hacen
algo los y las militantes o el declive de su organización será tal que la única
salida será, no ya quitar la O
de obrero y la S de
socialista, sino también la de sustituir la P de partido por la C de clan.
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