No son pocas las voces que piden que tal o cual
impuesto o tal o cual tasa se minore, e incluso, se suprima, “en beneficio de
los más necesitados”. Personalmente considero ambas propuestas necesitadas de
una reflexión, más allá de cualquier lectura electoral.
En primer lugar me gustaría plantear la reflexión
en torno a tres impuestos, una tasa y otra partida que, como mínimo, puede
resultar curiosa: Impuesto sobre Vehiculos, IBI, Plusvalía, Tasa Basura y, por último,
la partida de Intereses de cajas/bancos.
La liquidación del Impuesto sobre vehículos,
fue en 2013 de 1.030.000. El de IBI, de 12.670.000. El de Plusvalía de
2.710.000. Del servicio de Recogida de basura se recaudaron 1,547.000 y, por último,
“gracias” al rendimiento del dinero en cajas y bancos, el Ayuntamiento obtuvo más
de 400.000 euros en concepto de intereses.
Estas cifras, sin más, podrían tener un mero
interés contable, pero, si sobre ellas, formulamos la pregunta adecuada,
seguramente obtendremos, no la respuesta, pero si otras preguntas que nos
introducirían en un debate muy interesante: porqué se deciden determinados
gastos, y, sobre todo, si el montante total de lo recaudado revierte y en qué
manera en la ciudadanía. Esas preguntas, en mi opinión, deberían ser el eje del
debate y no solo la reducción ( o incluso supresión, que no indica si se trataría
de una anualidad o de varias en función de la aplicación porcentual del remanente
de tesorería).
La ciudadanía debería saber en qué se gastan (
en el caso del presupuesto de 2014, en que se quieren o se han gastado) los
fondos municipales los responsables políticos. Y, ya sería una situación ideal,
que, incluso, tuviesen la oportunidad de, como mínimo, dar su opinión sobre cómo
gestionarlos y sobre qué servicios actuar. Este último extremo, conllevaría un
acto de “corresponsabilidad” que no parece estar, ni en la agenda de la
ciudadanía ( fruto de la imposición de un modelo de representación meramente “delegativa”);
ni mucho menos en la de los representantes. Pero volviendo al tema de la
reflexión ( los impuestos), sería interesante plantear a esa ciudadanía;
trasladarle la necesidad de valorar si los impuestos son muchos o pocos, no
solo en función del recibo, sino de los servicios que se reciben como
contraprestación.
Es fácil pedir una bajada, e incluso una
supresión ( no se si temporal o no) de un impuesto. Es, incluso, lógico y legítimo
pedir que exista, al menos, un equilibrio. Pero para ello, deberíamos analizar
los “fines y objetivos” del gobierno municipal en clave crítica pues, ¿quién define
esos fines y objetivos?: los servicios vienen establecidos por Ley, pero los
objetivos y fines, a quién beneficiar en mayor o menor grado es un terreno hoy
por hoy restringido a los representantes sin que los representados tengan mucho
que decir.
Podríamos analizar si los servicios que el
Ayuntamiento presta son gestionados de forma eficiente y eficaz por los
encargados de gestionarlos. Igualmente, podríamos analizar si existen otros
servicios en los que la administración no interviene o lo hace en un grado casi
simbólico. Sería altamente interesante valorar incluso si la “corresponsabilidad
ética” de los representantes se corresponde a la situación o está “por encima
de las posibilidades u oportunidades” reales. Todas estas reflexiones y otras
estarían enmarcadas en un verdadero acto de responsabilidad política que,
aparentemente, no se está en disposición de realizar, más allá de los intereses
electorales que cada cuatro años movilizan a la opinión pública.
La realidad es que, sin cuestionar que la “presión”
fiscal es alta en nuestro municipio, en mi opinión, lo que es “altísimo” es el
bajo nivel de reversión de esa presión impositiva en servicios que incidan en
la calidad de vida, no solo de los actuales adultos ( que son los que pagan) sino
de las generaciones que “heredarán” un municipio y una sociedad local que
disfrutarán o que sufrirán. Y me refiero a servicios que, fruto de un consenso
social y político, se creen para permanecer y no que se “vendan” para obtener
votos para después, o simplemente olvidarlos, o realizarlos, no en función del
interés general, sino del interés partidario cuatrianual.
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