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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

lunes, 15 de septiembre de 2014

UN NECESARIO DEBATE Y REFLEXIÓN SOBRE LOS IMPUESTOS MUNICIPALES.


No son pocas las voces que piden que tal o cual impuesto o tal o cual tasa se minore, e incluso, se suprima, “en beneficio de los más necesitados”. Personalmente considero ambas propuestas necesitadas de una reflexión, más allá de cualquier lectura electoral.
En primer lugar me gustaría plantear la reflexión en torno a tres impuestos, una tasa y otra partida que, como mínimo, puede resultar curiosa: Impuesto sobre Vehiculos, IBI, Plusvalía, Tasa Basura y, por último, la partida de Intereses de cajas/bancos.

La liquidación del Impuesto sobre vehículos, fue en 2013 de 1.030.000. El de IBI, de 12.670.000. El de Plusvalía de 2.710.000. Del servicio de Recogida de basura se recaudaron 1,547.000 y, por último, “gracias” al rendimiento del dinero en cajas y bancos, el Ayuntamiento obtuvo más de 400.000 euros en concepto de intereses.
Estas cifras, sin más, podrían tener un mero interés contable, pero, si sobre ellas, formulamos la pregunta adecuada, seguramente obtendremos, no la respuesta, pero si otras preguntas que nos introducirían en un debate muy interesante: porqué se deciden determinados gastos, y, sobre todo, si el montante total de lo recaudado revierte y en qué manera en la ciudadanía. Esas preguntas, en mi opinión, deberían ser el eje del debate y no solo la reducción ( o incluso supresión, que no indica si se trataría de una anualidad o de varias en función de la aplicación porcentual del remanente de tesorería).

La ciudadanía debería saber en qué se gastan ( en el caso del presupuesto de 2014, en que se quieren o se han gastado) los fondos municipales los responsables políticos. Y, ya sería una situación ideal, que, incluso, tuviesen la oportunidad de, como mínimo, dar su opinión sobre cómo gestionarlos y sobre qué servicios actuar. Este último extremo, conllevaría un acto de “corresponsabilidad” que no parece estar, ni en la agenda de la ciudadanía ( fruto de la imposición de un modelo de representación meramente “delegativa”); ni mucho menos en la de los representantes. Pero volviendo al tema de la reflexión ( los impuestos), sería interesante plantear a esa ciudadanía; trasladarle la necesidad de valorar si los impuestos son muchos o pocos, no solo en función del recibo, sino de los servicios que se reciben como contraprestación.

Es fácil pedir una bajada, e incluso una supresión ( no se si temporal o no) de un impuesto. Es, incluso, lógico y legítimo pedir que exista, al menos, un equilibrio. Pero para ello, deberíamos analizar los “fines y objetivos” del gobierno municipal en clave crítica pues, ¿quién define esos fines y objetivos?: los servicios vienen establecidos por Ley, pero los objetivos y fines, a quién beneficiar en mayor o menor grado es un terreno hoy por hoy restringido a los representantes sin que los representados tengan mucho que decir.

Podríamos analizar si los servicios que el Ayuntamiento presta son gestionados de forma eficiente y eficaz por los encargados de gestionarlos. Igualmente, podríamos analizar si existen otros servicios en los que la administración no interviene o lo hace en un grado casi simbólico. Sería altamente interesante valorar incluso si la “corresponsabilidad ética” de los representantes se corresponde a la situación o está “por encima de las posibilidades u oportunidades” reales. Todas estas reflexiones y otras estarían enmarcadas en un verdadero acto de responsabilidad política que, aparentemente, no se está en disposición de realizar, más allá de los intereses electorales que cada cuatro años movilizan a la opinión pública.

La realidad es que, sin cuestionar que la “presión” fiscal es alta en nuestro municipio, en mi opinión, lo que es “altísimo” es el bajo nivel de reversión de esa presión impositiva en servicios que incidan en la calidad de vida, no solo de los actuales adultos ( que son los que pagan) sino de las generaciones que “heredarán” un municipio y una sociedad local que disfrutarán o que sufrirán. Y me refiero a servicios que, fruto de un consenso social y político, se creen para permanecer y no que se “vendan” para obtener votos para después, o simplemente olvidarlos, o realizarlos, no en función del interés general, sino del interés partidario cuatrianual.

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