El sistema
electoral que “disfrutamos” en nuestro país es claramente injusto. Ahora, los
que con un 30% de los votos de los ciudadanos con derecho a ejercerlo ( lo hiciesen o no, pues hablar de una mayoría legítima, deslegitima a esa “mayoría
silenciosa” que decidió no ir a las urnas y, con su decisión, comprensible y
legítima, propició la actual mayoría parlamentaria), tienen la pretensión de
cambiar las reglas del juego, “en beneficio de la democracia”. El debate sobre
la democracia es esencial para entender bajo qué régimen vivimos, de ahí la
necesidad de rescatar ideas como la de democracia deliberativa y cualesquiera
otra teoría o idea de mejora de la participación ciudadana en la toma de
decisiones, en el control e incluso, en la revocación de los representantes.
Dicho esto,
y centrándome en el cambio de la
Ley que se pretende ( y que si nada ni nadie lo evita, ser
realizará) modificar, decir que, además de una movilización ciudadana lo más
amplia posible ( y para sumar, hay que explicar los verdaderos objetivos de ese
cambio, pero sin aleccionamientos y desde una actitud claramente pedagógica,
propiciando que cada cual pueda extraer sus conclusiones), considero que,
coyunturalmente, son necesarias otras soluciones que se antepongan (contra
hegemónicas) que se antepongan a las que el gobierno, en el uso de la legalidad
que le confiere el sistema, pretende imponer.
Me refiero
a las coaliciones electorales. Pues, aprovechando instrumentos de la democracia
competitiva ( la democracia actual es un “mercado” donde se ofrecen “productos”
para la que la ciudadanía “compre” con su voto), se puede variar el sentido de
la futura reforma en beneficio del cambio que tantos y tantas desean y por el
que trabajan.
Los
proyectos partidarios, pese a la apertura propiciada por la dinámica impuesta
por las reclamaciones ciudadanas ( fruto del hartazgo con un sistema injusto,
al cual se le han visto los objetivos: imponer la dominación de una clase sobre
el resto), son proyectos autónomos cuyo objetivo, pese a su legitimidad, puede
propiciar la continuidad de gobiernos de derechas ( estén bajo las siglas que
estén). Ya se que esto de derecha e izquierda podrá parecer a algunos un
recuerdo de un pasado a superar, pero, que le vamos a hacer, soy de los que
sigue creyendo que, ni siquiera el travestismo, ni siquiera los montajes lingüísticos
quitan validez a una idea. Pero volviendo a los proyectos partidarios: ¿es
posible un acuerdo pre electoral que propicie coaliciones en base a programas
donde las listas, en cremallera, sean elegidas por militantes y ciudadanos, y
donde las propuestas sean debatidas y aprobadas igualmente por los futuros
votantes?. Quiero pensar que si. Quiero y deseo pensar que es posible y viable.
En la
coyuntura en la que nos encontramos, son precisas ideas que combatan la
imposición y la hegemonía para devolver el poder a sus legítimos propietarios,
y la idea que estoy intentando transmitir ( coalición) iría en esa línea.
¿Que es difícil?.
Por supuesto; mi ingenuidad no llega hasta el límite de no ver y valorar la
realidad. Pero considero que, junto con la movilización, son necesarias
iniciativas inteligentes, y estas, deben ir en beneficio de ese objetivo que
todos dicen defender: la democracia y el interés colectivo.
¿Problemas?.
Todos: las personas, las organizaciones, la historia, el curriculum, la
desconfianza, el rencor, la recriminación del pasado… Pero eso, se vence con método,
y el método es: democracia. Democracia, transparencia, compromiso y
responsabilidad. Insisto, es una idea, controvertida, criticable, pero una idea
al fin y al cabo.
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