Enarbolar banderas, argumentar con referencia a autores y ese "academicismo", propio, o de mentes simples faltas de reconocimiento o de soberbios en busca del mismo, no es útil para la lucha en la que nos encontramos. Pero eso no quiere decir que las teorías y propuestas de los "clásicos" no tengan vigencia: lo que quiere decir es que, en mi opinión, es momento de la pedagogía.
Hablar de izquierda y de derecha es algo que hay que hacer, pero llenándolo de contenido. No se puede hacer referencia a una izquierda inconcreta, más sentimental que política y basada en tradiciones socioculturales. La referencia a la izquierda está llena de contenido. Los autores, pensadores, intelectuales y políticos de izquierdas han enriquecido ideologicamente un término que para otros es prescindible. La derecha ha intentado hacer lo mismo: ha falta de una ideología política, su retórica demagógica se ha nutrido de falsas imágenes de la izquierda y un mensaje construido sobre falacias: ellos si hablan de la izquierda, pero obvian a la derecha, prefiriéndo autodenominarse de "centro reformista".
La izquierda tiene que retomar el reto intelectual de "construir conciencia", sin manipulación, sin objetivos de control. Intentando dar argumentos para el debate y que éste mismo debate enriquezca la practica, que en definitiva, es lo que nos conducirá al objetivo. Los grandes discursos, los grandes retos, los objetivos se han convertido en algo cotidiano, pues el sistema bajo el que vivimos nos condena a ello.
Hay que hablar de la manipulación informativa, de la necesidad de analizar y contrastar noticias. Hay que hablar de la coherencia discursiva, tirar de hemeroteca y poner en evidencia los discursos contradictorios e interesados electoralmente. Hay que introducir en nuestro dialogo en nuestro lenguaje cotidiano conceptos como los de dominación, hegemonía, explotación, aparato ideológico o transmisión de ideología dominante. Hay que combatir conceptos como la disfuncionalidad, término que se emplea interesadamente para combatir cultural y mediaticamente a los críticos con el sistema, pues nuestra actitud es funcional porque perseguimos un cambio radical en la democracia, porque anteponemos lo colectivo, porque, en definitiva, trabajamos por una sociedad más humana y, por ende, más justa y solidaria.
Hay que hablar de superestructura, de que determinados cuerpos represivos están al servicio de la clase dominante, hay que introducir un constante sentido crítico a las reflexiones, desterrando el "es lo que hay", arrinconando el "es lo que tenemos" y sustituyéndolo por conceptos como es "lo que queremos".
Hay que hablar de que vivimos bajo una dominación que, siendo racional, cada día es más coercitiva, por lo que la legitimidad que pudiera haber tenido, la pierde día a día. Hay que recuperar el concepto de clase pues el sufrimiento nos hermana en objetivos y, unicamente, el individualismo que desde los aparatos reproductores del Estado se promueve como única cultura es el que nos divide.
Hay que hablar del conflicto, no como algo peligroso o pernicioso, sino como un hecho, como algo inherente a una sociedad dinámica. Y hay que "reconceptualizar" términos como el de democrácia, pues la que vivimos es un mero acto de delegación electoral.
Creo que es necesario un cambio en el talante con el que la izquierda quiere sumar a su lucha: hablar del nosotros, de lo plural, de desterrar del lenguaje las palabras que manipulan la mente y condicionan la vida: es necesario introducir el análisis ante la realidad para la elaboración de reflexiones basadas en contenido y no en meras especulaciones ( en la gran mayoría de los casos, especulaciones fruto de informaciones sesgadas por interesadas cuyo objetivo es imponer un sentimiento: aceptación sumisa y acrítica). Se debe "combatir" a la "mayoría silenciosa" desde la ambición de una "mayoría crítica y reflexiva".
Se debería hablar de necesidades sin que los intereses de las urnas condicionasen el futuro. Se debería ser flexible en los planteamientos y plural en el entendimiento. De ahí, una nueva izquierda puede nacer o está naciendo. Una revolución que día a día puede ir prendiendo en la mente de las personas, pero, intentemos que para quedarse y no para ser flor electoral de un día.
Salud.
Hablar de izquierda y de derecha es algo que hay que hacer, pero llenándolo de contenido. No se puede hacer referencia a una izquierda inconcreta, más sentimental que política y basada en tradiciones socioculturales. La referencia a la izquierda está llena de contenido. Los autores, pensadores, intelectuales y políticos de izquierdas han enriquecido ideologicamente un término que para otros es prescindible. La derecha ha intentado hacer lo mismo: ha falta de una ideología política, su retórica demagógica se ha nutrido de falsas imágenes de la izquierda y un mensaje construido sobre falacias: ellos si hablan de la izquierda, pero obvian a la derecha, prefiriéndo autodenominarse de "centro reformista".
La izquierda tiene que retomar el reto intelectual de "construir conciencia", sin manipulación, sin objetivos de control. Intentando dar argumentos para el debate y que éste mismo debate enriquezca la practica, que en definitiva, es lo que nos conducirá al objetivo. Los grandes discursos, los grandes retos, los objetivos se han convertido en algo cotidiano, pues el sistema bajo el que vivimos nos condena a ello.
Hay que hablar de la manipulación informativa, de la necesidad de analizar y contrastar noticias. Hay que hablar de la coherencia discursiva, tirar de hemeroteca y poner en evidencia los discursos contradictorios e interesados electoralmente. Hay que introducir en nuestro dialogo en nuestro lenguaje cotidiano conceptos como los de dominación, hegemonía, explotación, aparato ideológico o transmisión de ideología dominante. Hay que combatir conceptos como la disfuncionalidad, término que se emplea interesadamente para combatir cultural y mediaticamente a los críticos con el sistema, pues nuestra actitud es funcional porque perseguimos un cambio radical en la democracia, porque anteponemos lo colectivo, porque, en definitiva, trabajamos por una sociedad más humana y, por ende, más justa y solidaria.
Hay que hablar de superestructura, de que determinados cuerpos represivos están al servicio de la clase dominante, hay que introducir un constante sentido crítico a las reflexiones, desterrando el "es lo que hay", arrinconando el "es lo que tenemos" y sustituyéndolo por conceptos como es "lo que queremos".
Hay que hablar de que vivimos bajo una dominación que, siendo racional, cada día es más coercitiva, por lo que la legitimidad que pudiera haber tenido, la pierde día a día. Hay que recuperar el concepto de clase pues el sufrimiento nos hermana en objetivos y, unicamente, el individualismo que desde los aparatos reproductores del Estado se promueve como única cultura es el que nos divide.
Hay que hablar del conflicto, no como algo peligroso o pernicioso, sino como un hecho, como algo inherente a una sociedad dinámica. Y hay que "reconceptualizar" términos como el de democrácia, pues la que vivimos es un mero acto de delegación electoral.
Creo que es necesario un cambio en el talante con el que la izquierda quiere sumar a su lucha: hablar del nosotros, de lo plural, de desterrar del lenguaje las palabras que manipulan la mente y condicionan la vida: es necesario introducir el análisis ante la realidad para la elaboración de reflexiones basadas en contenido y no en meras especulaciones ( en la gran mayoría de los casos, especulaciones fruto de informaciones sesgadas por interesadas cuyo objetivo es imponer un sentimiento: aceptación sumisa y acrítica). Se debe "combatir" a la "mayoría silenciosa" desde la ambición de una "mayoría crítica y reflexiva".
Se debería hablar de necesidades sin que los intereses de las urnas condicionasen el futuro. Se debería ser flexible en los planteamientos y plural en el entendimiento. De ahí, una nueva izquierda puede nacer o está naciendo. Una revolución que día a día puede ir prendiendo en la mente de las personas, pero, intentemos que para quedarse y no para ser flor electoral de un día.
Salud.
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