Las críticas
siguen cayendo sobre Podemos de forma casi sistemática ( no solo por su sucesión
sino porque, en gran parte, vienen de instrumentos, individuales o colectivos,
del sistema contra el que se lucha). Hasta ahora, la respuesta, coherente como
cabía esperar había primado: el sistema y sus instrumentos ( medios, partidos…)
tienen miedo a un movimiento real de cambio que ellos no puedan controlar ni
dirigir. Pero las últimas críticas de algunas personas más o menos señaladas
(cultural e ideológicamente), parece que han suscitado una reacción que, en mi
opinión, parece extemporánea.
Las
críticas deben ser analizadas y contestadas; no pueden ni deben ser obviadas en
una especie de huida hacia delante. La crítica tiene un sujeto y un objeto, y
cuando ésta viene de instrumentos que son, claramente elementos a través de los
que el sistema político pretende reproducirse para mantenerse. La crítica no
puede verse como una agresión pues, aunque intente serlo, siempre hay que sacar
lo positivo y transmitir un mensaje aparejado a la reflexión que ésta provoque.
Cada cual
tiene sus mapas: el sistema, los suyos ( perpetuarse desde una cada día más cuestionada
legitimidad), los individuos, los suyos ( personales, ideológicos,
sentimentales, de interés, etc. Y todos son legítimos; cuestionables,
discutibles, pero legítimos.
El caso de
Wily Toledo y de Sabina, por ser dos personas cuya vinculación con la izquierda
( uno más que otro o uno de forma más significativa que otro) parece tener una
relevancia para los medios, en esa dinámica de cuestionamiento permanente al
proyecto Podemos. Pero ni uno ni otro han dicho nada que deba ser criticable,
sino, y en todo caso, contestado de forma razonada y razonable. Si no fuese así,
se estaría cayendo en una dinámica que Podemos se ha empeñado en superar y
hacia la que tengo clara simpatía.
En el caso
de Sabina, éste dejó su carácter contestatario al mismo tiempo que dejó las
juergas nocturnas interminables. El argumento sobre la “modernización” ( Bono,
el del PSOE, también coincide con Sabina) del discurso ideológico por ser “excesivamente
Marxista”, como mucho me provoca una sonrisa, pero nunca debería provocarnos
una respuesta agria.
Obviar ( en
el caso de Sabina) que la realidad está claramente marcada y definida por un
incremento exponencial entre miseria y riqueza ( a favor de la riqueza) y que,
para analizar la desigualdad, el marxismo sigue siendo un instrumento, es negar
la mayor ( pues en mi opinión denota un desconocimiento absoluto de la teoría
crítica que fue, es y será necesaria para ilustrar y demostrar el porqué de
esas desigualdades). Wily, simplemente habla de “dejadez ideológica”, argumento
que yo enmarcaría en un debate más que en una crítica. El que haya dejado o se
haya alejado de Podemos solo es una decisión personal que no debería suponer
nada, más allá de una decisión personal ( a menos que el simbolismo que se da a
los apoyos, en su proyección mediática y, por lo tanto, propagandística, sea más
relevante que el de los miles de ciudadanos que se han comprometido con el método
Podemos).
En
definitiva, creo que es necesario relativizar las críticas y argumentar las
respuestas, desde ese método de dialogo y debate que Podemos defiende y con el
que se han comprometido tantos y tantas. Caer en la respuesta fácil y agria
forma parte del “teatro” político que se crítica, y por lo tanto, debe
igualmente superarse en beneficio de la sensatez que representa el método
Podemos, al que, sin necesidad de ocultarlo, tengo mucha simpatía, aunque también
alguna crítica, sin que por eso crea que me convierto en un enemigo o un
quintacolumnista, ¿o si?.
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