Si uno de cada cuatro españoles está en riesgo de pobreza, si nos llegasen a aplicar la "terapia griega", ¿cuantos y cuantas estariamos, no en riesgo, sino en la miseria más absoluta?.
La revolución empieza por la conciencia de uno mismo: TOMA CONCIENCIA Y ACTUA YA!!!
La revolución empieza por la conciencia de uno mismo: TOMA CONCIENCIA Y ACTUA YA!!!
IZQUIERDA ANTICAPITALISTA - AGRUPACIÓN EL CAMPELLO
anticapitalistas.elcampello@gmail.com
Aqui un texto interesante....¿anticuado? Puedes valorarlo tu mismo/a:
LA TEORÍA DE LA MISERIA CRECIENTE
“La acumulación de la riqueza en un polo –escribió Marx sesenta años
antes que Sombart- es, en consecuencia, al mismo tiempo de acumulación
de miseria, sufrimiento en el trabajo, esclavitud, ignorancia,
brutalidad, degradación mental en el polo opuesto, es decir, en el lado
de la clase que produce su producto en la forma de capital”. Esa tesis
de Marx, bajo el nombre de “Teoría de la Miseria Creciente”, ha sido
sometida a ataques constantes por parte de los reformadores democráticos
y socialdemócratas, especialmente durante el período de 1896 a 1914,
cuando el capitalismo se desarrolló rápidamente he hizo ciertas
concesiones a los trabajadores, especialmente a su estrato superior.
Después de la Primer Guerra Mundial, cuando la burguesía, asustada por
sus propios crímenes y la Revolución de Octubre, tomó el camino de las
reformas sociales anunciadas, el valor de las cuales fue anulado
simultáneamente por la inflación y la desocupación, la teoría de la
transformación progresiva de la sociedad capitalista pareció
completamente asegurada a los reformistas y a los profesores burgueses.
“La compra de fuerza de trabajo asalariada –nos aseguró Sombart en 1928-
ha crecido en proporción directa a la expansión de la producción
capitalista”.
En realidad, la contradicción económica entre el proletariado y la
burguesía fue agravada durante los períodos más prósperos del desarrollo
capitalista, cuando el ascenso del nivel de vida de cierta capa de
trabajadores, el cual a veces era más bien extensivo, ocultó la
disminución de la participación del proletariado en la fortuna nacional.
De este modo, precisamente antes de caer en la postración, la
producción industrial de los Estados Unidos, por ejemplo, aumentó en un
50 por ciento entre 1920 y 1930, en tanto que la suma pagada por
salarios aumentó únicamente en un 30 por ciento, lo que significa una
tremenda disminución de la participación del trabajo en las rentas
nacionales. En 1930 se inició un terrible aumento de la desocupación, y
en 1933 una ayuda más o menos sistemática a los desocupados, quienes
recibieron en la forma de alivio apenas más de la mitad de lo que habían
perdido en la forma de salarios. La alusión del progreso
“ininterrumpido” de todas las clases se ha desvanecido sin dejar rastro.
La declinación relativa del nivel de vida de las masas ha sido superada
por la declinación absoluta. Los trabajadores comenzaron por economizar
en sus modestas diversiones, luego en sus vestidos y finalmente en sus
alimentos. Los artículos y productos de calidad media han sido
sustituidos por los de calidad mediocre y los de calidad mediocre por
los de calidad francamente mala. Los sindicatos comenzaron a parecerse
al hombre que cuelga desesperadamente del pasamanos mientras desciende
vertiginosamente en un ascensor.
Con el seis por ciento de la población mundial, los Estados Unidos
poseen el cuarenta por ciento de la riqueza mundial. Además de un tercio
de la nación, como lo admite el propio Roosevelt, está mal nutrido,
vestido inadecuadamente y vive en condiciones inferiores a las humanas.
¿Qué se podría decir, pues, de los países mucho menos privilegiados? La
historia del mundo capitalista confirma de una manera irrefutable la
llamada “teoría de la miseria creciente”.
El régimen fascista, el cual reduce simplemente al máximo los límites de
la decadencia y de la reacción inherentes a todo capitalismo
imperialista, se hizo indispensable cuando la degeneración del
capitalismo hizo desaparecer todas posibilidad de mantener ilusiones con
respecto a la elevación del nivel de vida del proletariado. La
dictadura fascista significa el abierto reconocimiento de la tendencia
al empobrecimiento, que todavía tratan de ocultar las democracias
imperialistas más ricas. Mussolini y Hitler persiguen al marxismo con
tanto odio precisamente porque su propio régimen es la confirmación más
horrible de los pronósticos marxistas. El mundo civilizado se indignó, o
pretendió indignarse, cuando Goering, con el tono de verdugo y de bufón
que le es peculiar, declaró que los cañones son más importantes que la
manteca, o cuando Cagliostro-Casanova-Mussolini advirtió a los
trabajadores de Italia que debían apretarse los cinturones de sus
camisas negras. ¿Pero acaso no ocurre substancialmente lo mismo en las
democracias imperialistas? En todas partes se utiliza la manteca para
engrasar los cañones. Los trabajadores de Francia, Inglaterra y Estados
Unidos aprenden a estrechar sus cinturones sin tener camisas
negras.
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