Quizá sea demasiado pronto para
que el ánimo decaiga, pero los signos que el nuevo gobierno municipal ha
lanzado desde su toma de posesión no son nada ( o son muy poco) halagüeños para
los que pensaban (mos) que el cambio era posible tras las elecciones del pasado
mes de mayo. Para algunos, incluso sea demasiado pronto para la crítica, pero
es una evidencia: la ausencia de ésta (
ya sea por un falso “buenismo”, ya sea por las razones instrumentales (razón
que establece relación entre un objeto, y los medios que sean para conseguirlos)
provoca la autocomplacencia; camino corto hacia el clientelismo de todo tipo.
Se ha criticado con virulencia el
asunto de las remuneraciones: que si no es coherente con lo dicho, que es, poco
más que una traición a los votantes de éste o aquel partido, etc. Se ha
criticado la “aparición” en escena del personal eventual ( asesores, de
confianza, etc.). Se ha criticado la poca iniciativa política desde el inicio
mismo del mandato. Pero las críticas han sido, o bien en círculos muy
concretos, o provenientes de una oposición/oposición ( lo de
oposición/oposición es, simplemente por clarificar: la oposición actual es el
pp y ciudadanos, siendo el PSPV-PSOE una especie de apoyo/oposición)
transfigurada demagógicamente en defensora de los compromisos electorales. Pero
existe un cierto ambiente crítico entre aquellos que, tras los comicios
municipales del mes de mayo, apoyamos un proyecto de cambio ético y estético, y
a ésta actitud crítica me quiero referir.
La palabra “critica”, como tal,
es entendida generalmente como un cuestionamiento y no como un disenso o
discrepancia. Evidentemente hay un cierto tipo de crítica que no lo es, pues
utiliza la media verdad y la demagogia desmemoriada para su construcción. La
crítica, que aunque innecesariamente debe ser puntualizada como “constructiva”,
es a la que me refiero y la que considero que debe ser practicada con
asiduidad, pero con moderación ( y cuando digo moderación no me refiero a “morderse
la lengua”, sino a moderar posiciones: a no querer imponer criterios, ideas o
pareceres, sino a estar dispuesto a discutir, dialogar e incluso, a modificar
posiciones). Y sobre la necesidad de entender el contexto de la crítica voy a
intentar desarrollar mi exposición.
Creo que la emergencia de determinados
sectores críticos es algo saludable, máxime cuando éstos no practican el
razonamiento instrumental sino ese razonamiento
basado en argumentos e ideas; en principio, discutibles y falsables,
pero exentos de objetivos impositivos o hegemónicos.
No obstante, es necesaria la
comprensión de los razonamientos a los que criticamos, pues de lo contrario se
antepondrían los argumentos puramente emotivos, lo que vaciaría de razonamiento
el dialogo crítico que se pretende impulsar. Pero la comprensión de los
razonamientos criticados no implican la aceptación, algo que debe ser una
premisa en ese deseable dialogo crítico que algunos proponemos: el deseo de
aceptación o imposición es un objetivo que vulnera el dialogo y lo convierte en
monologo buscando, no el consenso de argumentos, sino la pura hegemonía personal.
Si el nuevo gobierno quieres ser verdaderamente el
instrumento para iniciar ese cambio deseado, en principio debería ser receptivo
a la crítica y al debate donde todas las posiciones partan de un mismo nivel,
al margen de la coyuntural responsabilidad que cada cual ocupe o el rol que
juegue. Creo humildemente, que los que apoyamos críticamente el cambio que
creemos que puede representar el nuevo gobierno local, lo hacemos desde
posiciones de encuentro y no de enfrentamiento, algo que, aunque sea
emocionalmente difícil de entender ( o asumir) debería ser el primer ejercicio
para avanzar en un nuevo modelo de institución donde los gobernados no estén al
servicio de los gobernantes.
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