Que nadie se ofenda…si no tiene que ofenderse, pero la
realidad es que, “gracias” a la dinámica social en la que vivimos (igual soy
demasiado benévolo al denominarla “dinámica!): individualismo excluyente,
solidaridad mecánica radical, etc. parece “normal” que la crítica hacia los
poderes públicos se produzca de forma habitual en esas formas de comunicación
coloquial que todos desarrollamos (bares, reuniones familiares, etc). Parece
que lo “normal” sea cuestionar sin cuestionarse, o lo que es lo mismo: negar
legitimidad a las instituciones y al tiempo exigir derechos negando
obligaciones tan básicas como las de participación electoral. Y aquí quería
llegar: ¿abstenerse por comodidad o por compromiso?.
La abstención es concebida en determinados círculos sociales
como un ejercicio de responsabilidad al ejercerla de forma activa contra un
sistema; contra un modelo y un funcionamiento con el que no se está de acuerdo.
Pero, ¿ y esa abstención que se produce al coincidir la fecha electoral con un
día festivo, eligiendo ocio y excluyendo el ejercicio de un derecho positivo
como el del voto?.
El debate no ha surgido con las movilizaciones ciudadanas:
es un motivo de discusión teórica consustancial a la democracia liberal en la
que vivimos.
El 20D estamos convocados a las urnas, pero es domingo.
¿Acudiremos o simplemente la elección racional será en base a un hipotético
calculo de costos- beneficios en el que lo que vamos a “conseguir” no nos
compensa?.
Personalmente, creo que la desafección de la abstención es
un acto legítimo, pero irresponsable. Y no lo es porque la ciudadanía que lo
ejerce lo sea, sino porque el sistema así lo ha decidido: ha sustraído de
nuestra democracia el concepto mismo de ciudadanía sustituyéndolo por otros
eufemismos que, sin reflexionar sobre su sentido, usamos habitualmente:
cliente, contribuyente, consumidor, usuario, etc. Ha suprimido, con algo más que la aquiescencia
de grupos empresariales de comunicación, lobbies económicos y financieros ( se
han sustituido asignaturas que potenciaban la reflexión por otras “practicas”
como el conocimiento de finanzas como acto compulsivo de conocimiento para la
autoprotección) cualquier aspecto reflexivo o de pensamiento en el sistema
educativo-formativo, han recluido a la filosofía a la nada, instrumentalizando
el pensamiento social generalizado hacia el “unidimensionalismo” o el
pensamiento único. El objetivo es simple: dominar a través de los instrumentos,
cada día más modernos y efectivos, a una sociedad sometida al principal
argumento de la política moderna: el miedo.
Defiendo la “obligación” social y cívica del voto como el
principal instrumento para influir en la democracia actual, evidentemente, sin
renunciar a su mejora a través de reformas y transformaciones que la conviertan
en algo más que un mero acto cuatrianual ( ley electoral, revocabilidad,
control y participación ciudadana, etc). Pero para que esa “obligación” cívica
pueda desarrollarse, es precisa una conciencia mínima de lo colectivo frente a
ese cálculo de costos-beneficios sobre los que pivota nuestra sociedad ,y avanzar en su construcción es responsabilidad de aquellos cuyos principios
democráticos no acaban en el institucionalismo reduccionista.
El que, por desidia ( aunque justificada por la desafección
impuesta, por la apatía social como derecho) decida no votar el 20D, podrá
clasificarse como “gorrón”. Un gorrón que, pese a no cumplir con la mínima
obligación cívica, sí que exigirá y criticará desde más allá de la barrera,
pero sin acercarse a la arena que concreta y define una ciudadanía completa,
base y pilar de una democracia desarrollada, participativa y corresponsable: un
democracia mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario