La vida cambia (como dijo alguien: la vida cambia
cuando cambiamos nosotros) y las pulsiones emocionales se anteponen a las
ideológicas. Las prioridades se tornan simples preocupaciones pasajeras y lo
que uno ( o una) se propone día a día es, simplemente vivir.
Nosotros hemos cambiado. Es cierto que los
cambios tienen un origen y una consecuencia, pero parecen no tener un objetivo,
aunque por puro instinto de supervivencia, el único que persiste es ese: la supervivencia.
Desde las emociones más primitivas a la racionalidad más objetiva, todo se
torna relativo y la mente aprende a controlar determinadas emociones que antes
eran imposibles.
Es cierto que la política, la ideología y la
lucha ( en mayor o menor grado, con mayor o menor compromiso militante o con
más o menos dedicación personal) ha sido, es y será un hecho en mi vida. Un
hecho que no quiero cambiar aunque la bisceralidad haya dejado paso a la “razonalidad”.
Un paso hacia el existencialismo, es cierto, pero que le vamos a hacer; los
renglones del destino los vamos escribiendo poco a poco nosotros mismos, por lo
que hay que asumir las consecuencias de nuestros cambios y aprender a vivir con
ellas.
Por determinadas cuestiones, uno se plantea el
hecho existencial como algo un tanto pasajero y de necesario disfrute, pues de
lo contrario, el valle de lagrimas ( no en el sentido religioso sino más bien
en el que Javier Krahe le dio) sería insoportable e insufrible.
Los amigos, los de verdad, los que uno quiere y
necesitan están ahí, pero no se sabe bien por cuanto tiempo. Las personas
queridas, las que uno va dejando o perdiendo por el camino de la vida, son
recuerdos que jamás nos abandonan, pero finalmente son solo eso: recuerdos. Y
agarrarse a la vida con ansiedad precisa de algo más que de recuerdos. Precisa
de sentimientos y de emociones, porque en definitiva son el motor de nuestra
miserable existencia.
Mi trayectoria militante me ha llevado a la
"investigación" de diferentes organizaciones buscando el acomodo
ideológico y el personal, pero esta ha llegado a su fin. Soy lo que soy y soy
coherente con mis neuras y mis contradicciones. Pero lo que también soy es
coherente con esa utopía a la que nunca podré renunciar: la felicidad, individual
y colectiva. Y el camino solo es uno: soy socialista lo soy, sin supercherías
ideológicas, sin caer en el enfermizo estado de "infantilismo
izquierdista". Soy un militante por ideas y lo seguiré siendo siempre,
aunque la intensidad de mis compromisos está y esté condicionada por mi
fragilidad emocional; algo que inevitablemente me llevará a expresarme en
adelante más como un ser humano que como un "homo políticus" ( en su
acepción de animal político).
Me suenan raras las palabras que escribo, una detrás
de otra y sin pensar muy bien que, en el marco donde las escribo, son algo
extrañas. La gente que me conoce, ve un radical y en ocasiones un incendiario
apasionado en la defensa dialéctica de la justicia, la igualdad, lo colectivo
frente a lo individual... Y ese radical seguirá militando, pero ahora, en su justa medida.
Para finalizar, únicamente decir que mi creencia
en la necesidad y, porque no, en la inevitabilidad de la revolución se mantiene
intacta. Pero una carga de emociones hacen que además de anhelos, sean deseos.
Soy consciente de la necesidad de un cierto grado de pragmatismo, algo que me
he negado de forma intermitente, pero ahora, en estos momentos, creo que ese
pragmatismo es, no solo necesario, sino de vital importancia ( al menos para
mi) para mi desarrollo personal y emocional.
Un saludo a todos y, en el camino nos vamos a
encontrar, porque más tarde o más temprano, seremos conscientes todos y todas
de la fuerza que nos une: la conciencia de clase.
Un saludo y un abrazo a amigos y enemigos. Y que
lo que escribo no suene a despedida, que no lo es. Que sea interpretado como el
fruto de una reflexión personal obligada y necesaria que me ha llevado a
"emocionalizar" mi estado vital, por encima de vanos compromisos con
las masas revolucionarias, entelequia donde las haya, al menos al día de hoy.
Salud, revolución y cordura compañeros,
camaradas.
Angel.
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