La tradición dice que hoy es un día de dicha, un
día en el que todos y todas tenemos la obligación de ser felices. Quizá la
única felicidad sea, para quién pueda, reunirse con familiares o/y amigos a
compartir un rato, pero nada más.
Las consignas de la Navidad capitalista, en la
que el que no consume no celebra, calan en la sociedad a pesar de que el
sufrimiento se ha extendido ya por nuestra otrora opulenta sociedad. Antes ( no
hace mucho), mirábamos de soslayo el televisor y pensábamos que aquellas imágenes
de miseria jamás llegarían a nuestras calles, pero hoy, vemos que su proximidad
es más que evidente y más que cruel: más de dos millones de niños son pobres, o
lo que es lo mismo: más de dos millones de niños están condenados a servir de
carnaza a la sociedad depredadora que los gobiernos pretenden salvar, pues es
la "única".
Esta noche, miles de niños no tendrán más remedio
que mirar con envidia el televisor y ver como los anuncios, las películas, los
mensajes navideños les causan tristeza al ver que viven en una sociedad donde
unos tienen mucho y otros apenas para sobrevivir. Quizá sus padres han sido desahuciados,
quizá están a punto de serlo...pero tienen la obligación de ser felices, porque
así lo marcan los cánones navideños y la tradición...
Pues queridos amigos, estimados y estimadas
compañeras, personalmente me cago en la navidad. Por varias cuestiones. La
primera porque es una celebración católica y yo de católico tengo poco. En
segundo lugar, porque es una fiesta que ha sido explotada por el sistema
capitalista para incentivar el consumo, la envidia, la avaricia por los
regalos, por las comidas opulentas de un día como medida de la superficialidad
en la que vivimos. Y podría seguir dando razones, pero simplemente disfrutaré
de la cena con mis hijas, con mi familia e intentaré que no se vean abducida en
exceso por la imagen falsa y frustrante de una navidad al estilo americano, sin
chimenea, sin una larga mesa llena de comida y con millones de personas
echándonos el vaho de su desesperación en nuestra nunca.
Personalmente seré feliz cuando, entre todos y todas empecemos a juntarnos para organizarnos y dar un golpe detrás de otro a un sistema que poco a poco nos esclaviza y condena a nuestros hijos a la miseria económica y a la servidumbre social. Seré feliz cuando el parlamento cierre sus puertas para abrirlas a una democracia de verdad, más allá de la representatividad, del electoralismo delegativo. Seré feliz cuando pueda decirles a mis hijas que el futuro depende de ellas y no de las condiciones que otros les reservan como hijas de un obrero. Seré feliz cuando vea desfilar a los políticos corruptos hacia las cárceles, a los vividores a nuestra costa hacerlo ante una oficina de empleo. Seré feliz cuando la sociedad tome conciencia y combata la dictadura de los mercados depredadores con valores sociales, con organización y con la contundencia que da ser más y tener más derechos. Seré feliz, en definitiva cuando el sistema caiga con todas sus consecuencias y sea sustituido por el gobierno de los trabajadores para los trabajadores.
Salud, y socialismo.
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