Los primeros pasos del gobierno plural, que asumió la
dirección de la institución municipal tras las elecciones municipales están, en
mi opinión, marcados por un exceso de prudencia: algo así como si la
institución misma se hubiese impuesto a las intenciones previas con las que
accedieron los miembros de las diferentes organizaciones políticas que pactaron
la actual composición del gobierno. Ese exceso de prudencia puede ser lógico (
al enfrentarse a una realidad más o menos conocida), pero también se puede
observar un tacticísmo calculado; un exceso de lo que podríamos llamar
racionalidad formal; intentando adecuar y adecuarse a esa realidad que se
enfrentan abierta y emotivamente a los prejuicios que, antes de las elecciones
eran los “pilares” de los partidos y organizaciones políticas que hoy forman el
equipo de gobierno.
Decía lo de más o menos conocida, pues algunos de los
integrantes del nuevo gobierno municipal tenían una experiencia previa que, en
mi opinión, debería haber servido para permitirles avanzar a un ritmo
diferente, pues la situación y muchos de los asuntos eran ( o deberían ser)
conocidos. Esa aparente modulación del ritmo considero personalmente que se
debe ( al igual que otra cuestión a la que posteriormente me referiré: una
aparente actitud excluyente) a un insuficiente análisis político y una “adaptación”
al estatus quo, algo que la ciudadanía no sugirió a los partidos el pasado 24M.
En todo caso, la lectura del mensaje que surgió de las urnas, no se refería
únicamente a un cambio de gobierno ( que también), sino a un cambio de
políticas y, sobre todo, a un cambio en la política que, a lo largo de veinte
años impuso la derecha.
La confrontación o contraposición ideológica ( en su
significado más conservador y subjetivo, quiero pensar, pues de otra manera, la
explicación sobre equilibrios y objetivos personales significaría más de lo
mismo, vaciando el discurso de cambio y traicionando lo mandatado por los
votantes) ha propiciado la “exclusión”, legítima electoralmente, pero
inadecuada políticamente, de una organización que obtuvo una importante
representación como es Ciudadanos.
Las opiniones, sobre éste partido emergente pueden ser
positivas o negativas, pero los más de mil seiscientos votos obtenidos, así
como los equilibrios necesarios para la formación de un gobierno alternativo a
la derecha hegemónica hasta el 22M, deberían haber propiciado un análisis político,
como mínimo.
Que Ciudadanos es un partido ecléctico electoral y
políticamente nadie lo pone en duda, pese a que a ellos les agrade más el
término transversalidad. Esta organización es la apuesta de la derecha
económica ante la podredumbre del partido que tradicionalmente había
representado la “esencia” de la derecha: esa que el discurso de Ciudadanos
quiere superar a través de propuestas, en lo económico, claramente
neoliberales, pero que en lo referente,
por ejemplo, a derechos civiles es infinitamente más avanzada que la
representada por una derecha con demasiados tics autoritarios y, porque no
decirlo: tardofranquistas ( paternalismo económico, posición reaccionaria en
materia de derechos individuales, etc). En definitiva, Ciudadanos representa
para muchos esa social derecha sensata que, pese a nutrirse de ex militantes y
cargos públicos de la derecha reaccionaria, supone un “cambio” para muchos y
muchas.
No sabemos si Ciudadanos ha participado en el proceso de
negociación, pero por lo poco que conocemos, fue “vetada” por alguna de las
partes participantes en la negociación, siendo aceptada esta imposición “ideológica”,
sin que se produjese análisis político alguno ( el análisis ideológico, sesgado
por lo subjetivo y los prejuicios, parte de una actitud conservadora: la de
preservar una supuesta esencia que, en definitiva, no es más que un cierto tipo
de estatus basado únicamente en un cierto tipo de retórica).
¿A qué me refiero cuando hablo de análisis político?.
Precisamente a la necesidad de dotar de mayor consistencia institucional a un
gobierno que promueve, como principio inspirador, el cambio respecto a las dos
últimas décadas. Y esa necesidad de consistencia, se basa, tanto en una
cuestión numérica como democrática: numéricamente, un gobierno de ocho
concejales ( sobre una mayoría necesaria de once), apoyado desde “fuera” por
uno de los participantes en el proceso de diálogo, no es suficientemente
sólido. Las diferentes tesituras a las que deberá enfrentarse el gobierno
plural pueden propiciar, al depender “solo” de once votos, desequilibrios en la
dinámica político institucional.
Algunos, con toda la legitimidad y razón ( instrumental y,
por lo tanto, en función de fines) podrán argumentar que es “suficientemente”
democrático un gobierno plural con la representación actual y el apoyo puntual
del grupo socialista: es cierto. Pero desde un análisis exento, en lo posible
de emotividad y condicionantes subjetivos, ¿no sería más democrático dar
representación, en lo posible y dentro de la voluntad que se tenga, a una organización que rompe la hegemonía de
esa derecha que, pese al tufo autoritario e incluso reaccionario, ha gobernado
más de dos décadas?.
Creo que, si de algo adolece, en mi opinión, el actual
gobierno plural es de análisis político, más allá de prejuicios y tacticismo
calculado como argumento. La ilusión y la voluntad de cambio de muchos y muchas
ciudadanos y ciudadanas se expresó con claridad el 24M, y dejando fuera a la
derecha que había gobernado, considero que, en beneficio de la pluralidad, de
la democracia e incluso de ese mismo proyecto de cambio que preconizaban en sus
acuerdos los miembros del actual gobierno, debería someterse a un análisis.
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