El
debate en el PsoE es, no qué políticas, ni que programas, ni que propuestas,
sino quien o quienes van a dirigir la debacle definitiva del partido centenario
que Pablo Iglesias creó como instrumento de la clase trabajadora en su lucha
por su liberación del yugo capitalista. Quizá hablar de capitalistas y yugos no
sea políticamente correcto en los tiempos que corren, pero la realidad está
ahí; solo hay que pisar la calle, abandonando las moquetas y los coches
oficiales por un rato.
Quien
dirija el PsoE no es lo más importante, sino cómo y para qué. Si es para que
todo siga igual, el Congreso de éste partido tendría que decidir, en primer
lugar, suprimir definitivamente la S y la O de sus siglas y quitar cualquier
referencia a la clase trabajadora de sus principios políticos. La deriva de
éste partido es tal, que los clanes y familias que viven del cuento de la
política se han movilizado para que nada varíe, a excepción de la cara o caras
que lo puedan dirigir tras el conclave de delegados.
Y a
todos debería preocuparnos lo que sucede en las cloacas de la política de éste
partido, pues en sus manos tiene un patrimonio electoral que será necesario
para luchar contra la derecha cavernícola que éste partido encumbró a los
altares del poder a través de políticas entreguistas y de renuncia a cualquier
cambio o transformación que no fuese dictado por los especuladores financieros
y los poderes capitalistas nacionales y transnacionales.
Lastima
o asco podrían ser calificativos de la sensación que me invade cuando oigo o
leo lo que precede al congreso, máxime si miramos de puertas para adentro y nos
fijamos en la situación que se vive en nuestro entorno más cercano: una
agrupación muerta, un grupo municipal preocupado por el mantenimiento de sus
prebendas y privilegios, renunciando a hacer política y supuesto, renunciando a
liderar una alternativas a la derecha prepotente y soberbia.
Que
pena, o que asco, según gusten.
Las dos cosas: Qué pena y qué asco!!!!!!!!!!
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