Los
recortes, vendidos como una medida inevitable, están llegando a todos los
rincones de la sociedad. El objetivo de someter, a través de un sistema que
vela por los intereses de los poderosos, a la clase trabajadora, está muy avanzado
y, sobre todo, construido sobre mensajes que calan en una sociedad acobardada y
resignada a la perdida de derechos en beneficio de un trabajo, al precio que
sea. En este aspecto, el capitalismo, sirviéndose de sus instrumentos más
eficaces ( mediáticos, institucionales, etc) ha ganado, de momento, la batalla
de las ideas, consiguiendo que la percepción de los obreros sea que la única
opción posible es plegarse al deseo de los nuevos “señoritos”: los empresarios,
los poderosos y los especuladores.
Y en todo
esto, las administraciones locales claman auxilio para salvar los servicios que
han venido prestando y que ahora, gracias a la improvisación, gracias a la no
planificación, gracias a la inexistencia ( en general) de un acuerdo político y
un consenso social, corre el riesgo de verse reducido a la nada. Aquí en El
Campello empezamos hace un tiempo: la supresión del Gabinete Psicopedagógico
fue la primera andanada contra los que más sufrían y sufren las causas de la
crisis especulativa ( los hijos e hijas de los y las trabajadores y
trabajadoras).
Ahora, en
el marco del debate presupuestario, todavía no se han oído voces denunciando
unos presupuestos diseñados únicamente para gestionar la miseria. No se han
oído voces pidiendo una inversión real en política social, ayudas a las
familias, generadora directa de empleo ( más de 2.500 parados y paradas y no se
sabe cuantos subempleados). El único cántico ( extraoficial) que recorre las
calles es el de los recortes planteados en las partidas de personal. Con la excusa
de no tener que despedir, se suprimen derechos de años, y además, está bien
visto pues los trabajadores públicos son otra victima de la manipulación
mediática ( privilegiados). Y, nada más lejos de la realidad que la imagen
creada de forma artificiosa: el trabajador público no protesta por perder
derechos, sino porque esos derechos que el pierde, nunca podrán ser extendidos
al resto de la sociedad. Pero eso no vende.
Va a ser
divertido ver la defensa de los diferentes argumentos a favor y en contra de
unos presupuestos que, lejos de venir a paliar los problemas de El Campello,
pasarán de puntillas sobre la política necesaria en materia de juventud (
empleo, formación, ocio), de educación ( programas extraescolares, ayudas,
becas), bienestar social ( ayudas a familias, ancianos, menores, etc) o empleo
( autoempleo, ocupación directa a través de entes autónomos, etc). Pasarán de
puntillas con la excusa de “es lo que hay”, “habas contadas”, y argumentos
similares. Y para esto, no hacen falta políticos: con un Ayuntamiento de
técnicos bastaría, pues el papel de los políticos es CREAR y no solo gestionar,
pero igual estamos pidiendo demasiado, estamos siendo demasiado benévolos por
considerar a la clase política una parte más de la sociedad y no una estructura
al margen de la misma, preocupada por los votos únicamente.
Debemos
estar atentos al debate presupuestario, pues en el van muchas de nuestra
ilusiones, anhelos o necesidades.
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