Los
colectivos vecinales protestan por la aprobación de una normativa sobre participación
ciudadana que les es ajena. Y tienen razón. Pero la pierden cuando ellos mismos
han renunciado a crear los instrumentos necesarios para presionar a la
corporación para que la voz de la ciudadanía pueda oírse.
Lo
cierto es que la cantonalización de dichos colectivos impide que haya una
defensa de los intereses colectivos, anteponiendo los intereses sectoriales o
mejor dicho: de barrio. No se habla de necesidades comunes, sino de intereses
particulares, y eso se aleja de lo que debería ser un movimiento vecinal
coherente y solidario, perfectamente compaginable con la reivindicación de las
necesidades de un barrio u otro. No es normal que quien defiende la
segregación, valiéndose de argumentos peregrinos ( falta de servicios) ahora
exija una normativa más abierta y participativa: ¿para qué?.
De
igual manera, no es solo la derecha, sino el resto de grupos políticos a los
que no interesa ceder ni un ápice de capacidad de decisión, pues de ésta manera
sus privilegios quedarían al aire, como sus vergüenzas. Por esto, es
perfectamente posible calificar a la casi totalidad de la corporación como un
grupo de necios, que dedicándose a la política, se consideran como la última y
más válida voz para la defensa de los intereses de los ciudadanos cuando éstos,
no han aparecido todavía en su argumentario de inicio de legislatura. Aprobar
en el Pleno una norma cerrada y excluyente les descalifica incluso para
presentar alegaciones o propuestas, así que lo que ahora deberían es,
simplemente callar. Y los que habiendo presentado propuestas, éstas no han sido
aceptadas, tienen la obligación moral y política de luchar por hacerlo más
abierto, más democrático y más participativo, cediendo poder si toca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario