Desgraciadamente,
la tónica general en nuestra sociedad es la apatía. No obstante, algunos
movimientos ciudadanos mantienen una cierta actividad reivindicativa motivada
por problemas que, pese a afectarles directamente, precisarían de una más
amplia participación social en el ámbito que se desarrollan. Pongamos un
ejemplo. En el Campello existe un problema de salud llamado Vertedero Les
Canyades. Es más que evidente que vivir junto a esta instalación ocasiona, no
solo molestias y estrés, sino problemas directos de salud. El colectivo contra
el vertedero se nutre principalmente de vecinos y vecinas de la zona o
colindantes pero, ¿porqué en el resto del pueblo no existe conciencia de que es
un problema compartido que precisa de una mayor movilización?. Pues,
sencillamente porque el sistema ha afianzado el principio y extendida creencia
de que “solo me muevo si me afecta directamente a MI”. El “a MI” es fundamental
para desvertebrar un movimiento más amplio sea el aspecto reivindicativo que
motive la movilización. Ese sentimiento de que, si no lo huelo, no lo tengo, se
podría trasladar a un “y a mi que”, que podría resumir gran parte de la apatía
social transformada en resignación.
Si en
verdad creemos que un cambio desde abajo es, no solo posible, sino necesario,
los movimientos sociales y las organizaciones políticas que participan en ellos
( sin voluntad de vanguardia) deben reflexionar sobre la necesidad de conformar
un criterio colectivo, de iniciar la construcción de una conciencia colectiva.
De lo contrario podríamos encontrarnos con una sectorialización muy peligrosa
en el que cada movimiento no solo defiende su ámbito de actuación, sino que se
enfrenta por que éste sea prioritario y preponderante.
Que la
educación es un problema de todos debería, por ejemplo, llevarnos a todos a la
calle a protestar, esté “afectado” ( que lo está) nuestro hijo o hija por un
recorte de beca, de transporte, o del concepto que sea. Que la Sanidad es un problema de
todos, debería llevarnos a apoyar las movilizaciones por una sanidad pública y
contra la decisión de los políticos de entregarla a los especuladores. Que el
empleo es un problema de todos ( porque a todos nos puede afectar y porque
todos lo sufrimos directa o indirectamente) nos debería llevar día si y día
también a la calle a decirle a los políticos que tengamos más próximos que no,
QUE NO NOS REPRESENTAN.
El pacto
social por un futuro debe sustentarse en una visión más allá de nuestra vida,
pensando que nuestros hijos e hijas van a heredar lo que nosotros, por acción u
omisión hayamos dejado detrás. Esa responsabilidad debería movilizarnos contra
las instituciones que se constituyen con nuestra participación cada cuatro años
y que después deciden sobre nuestras vidas sin preguntarnos nuestra opinión.
Es una
necesidad pues, de lo contrario, el sistema seguirá vendiendo que la “legitimidad”
la da una lista cerrada y bloqueada, un reparto de intereses comunes en los que
siempre ganan los mismos ( y sus amiguetes y allegados), y en el que se nos excluye
a pesar de que como concepto vacio siempre estamos ( el pueblo…).
Formar,
debatir, intercambiar, participar…ese es el camino. Más allá, solo la
desesperanza y la resignación, y YO NO ME RESIGNO NI AHORA, NI POR MIS HIJAS E
HIJOS.
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