A pesar de
la retórica propia del día, lo que much@s trabajadores y trabajadoras tienen en
el subconsciente es la palabra SOBREVIVIR. Y esto me trae a la memoria una
divertida canción del Gran Wyoming: sobreviviré a los años del Pepé. Este grito
interior se convierte, a la vista de los acontecimientos en un mántra que
repetimos inconscientemente, que oímos incesantemente como una renuncia expresa
a luchar por nuestros derechos y los de las generaciones venideras que,
irremediablemente, estamos condenando a la precariedad y a la vida de
subsistencia.
La clase
trabajadora, esa que ha dejado de existir para los apólogos del “fin de las
ideologías” ( que incluso forma parte del ideario de algún partido que corrompe
con su actuación su significado), sufre el mayor acoso directo desde hace décadas.
Tendríamos que retrotraernos a la dictadura para entender, no solo la filosofía
de una dialéctica que ha impregnado los genes de las generaciones posteriores.
El acoso indirecto y solapado tras discursos no menos retóricos lo venimos
sufriendo desde siempre, en un objetivo de devolver a la situación “natural”
los equilibrios de clase. El franquismo latente jamás ha dejado de existir y,
por consiguiente la explotación en nuestro país jamás ha dejado de existir a
pesar del invento de la “clase media”, artilugio de los predicadores del
sistema para adormecer e incluso anular la conciencia de clase: la conciencia
de pertenecer a una clase que, por muchos bienes de consumo que posea, siempre
seremos explotados y, por lo tanto, moneda de cambio en situaciones extrema
como las que vivimos.
Las
organizaciones sindicales, vilipendiadas por el sistema y sus esbirros
mediáticos, convocan a la clase trabajadora a salir a la calle a lucha por sus
derechos. Realmente, la convocatoria tendría que ser por la lucha contra un
sistema injusto, que debe ser derrocado con los únicos instrumentos que l@s
trabajadores y trabajadoras tenemos: la organización. La imagen de que los
sindicatos no son útiles es una trampa pese a que las organizaciones
sindicales, por mor del institucionalismo han ido perdiendo legitimidad (
institucionalismo dependiente heredado de la nada modélica transición). Es
precisa una reflexión ( que es la misma que la sociedad propone para la
estructura institucional/política) que devuelva a los únicos instrumentos de
lucha de la clase trabajadora su utilidad. Horizontalizar la organización,
buscar la unidad desde estructuras locales de lucha, ruptura del talante
entreguista e ideologización de la militancia son algunas de las líneas que
nuestras organizaciones deberían asumir como urgencias.
Yo, como
trabajador hago un llamamiento, en primer lugar a romper la dinámica agresiva y
falaz cuyo único objetivo es hundir definitivamente a los sindicatos, y en
segundo lugar a asumir la responsabilidad que como militantes de organizaciones
de clase, tenemos los y las trabajadores y trabajadoras.
Hoy, en el
día de la lucha de la clase trabajadora, más que nunca, UNIDAD, y APOYO MUTUO para una lucha que nos devuelva a la primera línea de la lucha por una sociedad
más justa: una sociedad socialista ( el caos del capitalismo hace
imprescindible repensar en el socialismo como la única alternativa, a pesar de
los intentos que los esbirros mediáticos hacen por denostar el socialismo desde
el argumento torticero del fracaso de los sistema pseudo socialista).
VIVA LA
LUCHA DE LA CLASE TRABAJADORA.
VIVA EL
SOCIALISMO.
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