Estamos a algo más de un año de la convocatoria
de las elecciones municipales y autonómicas. Previamente pasaremos por la
convocatoria de las Europeas. Tanto en unas como en otras ( en otras quizá de
forma más palpable para la vida cotidiana de la ciudadanía, pero sin olvidar la
incidencia más que palpable de la política e imposiciones de la Europa de los especuladores
en nuestro día a día) la “competencia” electoral propiciará una campaña donde
los equipos electorales se afanarán en buscar esas propuestas o promesas que
atraigan al “cliente” electoral hacia su bando. En mi opinión, y a la vista de
los acontecimientos que sacuden a la sociedad, esto sería un error, pues la
sociedad está pidiendo proyectos y compromisos que rompan con la perversa
dinámica del sistema representativo.
Creo que lo que la sociedad, tanto la que calla
como la que no, está pidiendo es un acuerdo de mínimos que nos saquen del
marasmo donde la derecha nos lleva hundiendo desde hace décadas. La competencia,
que es un argumento del neoliberalismo, no puede ser aplicado a un proceso
donde nos jugamos, todos y todas los ciudadanos y ciudadanas progresistas y de
izquierdas, algo más que subir o bajar en el número de diputados: nos jugamos
el futuro de nuestra vida y, fundamentalmente, la de nuestros hijos e hijas.
La cortina de humo de la elección de candidatos
y candidatas, no puede ocultar el contenido de las candidaturas. Las personas
no son lo importante: las ideas, los proyectos y las propuestas son lo que
importa, pues a través de ellas cambiará la sociedad. Las primarias abiertas o
muy abiertas, participativas o multitudinarias deben ir precedidas ( o
deberían, en mi opinión) de un debate ciudadano que diese cuerpo a ese proyecto
común y colectivo. Las personas que deban gestionarlo es un asunto secundario,
a pesar que la propaganda oficial centre el objetivo en quién y no en el qué.
Desde estas líneas lo único que les sugiero a
las organizaciones de izquierdas; las que tienen representación, las que puedan
tenerla e incluso las que no la tengan, es que antepongan los intereses de la
ciudadanía, de la clase trabajadora y de los sectores sociales más débiles, a
los que puedan tener como “empresa de representación institucional”. Pasar, de
“sindicatos de cargos públicos” a instrumentos de lucha y cambio social es el
sentido de una organización política de izquierdas, lo demás son discursos
vacíos únicamente dirigidos a contentar a los más recalcitrantes acólitos y a
consolidar las estructuras partidarias, sustento en la actualidad de
estructuras más o menos monolíticas alejadas de la realidad social.
Y no quiero terminar sin incidir en la
importancia del proceso electoral de las Europeas: en los momentos críticos en
los que vivimos, la Europa
de los especuladores, de la troyka y del acuerdo social liberal y conservador
(Alemania), es el problema. No son unas simples elecciones a un parlamento
lejano y en apariencia que no nos afecta: elegimos entre seguir bajo la bota o
rebelarnos en defensa de nuestros derechos y nuestra dignidad.
Angel Sánchez Sánchez
Ex Concejal Ayuntamiento El Campello
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