En la primera semana del
mes de noviembre se presentaron dos noticias importantes que tienen que ver en
buena medida con la gestión que desde los gobiernos realiza la socialdemocracia,
una es de carácter interno español, la publicación del sondeo electoral del
Centro de Investigaciones Sociológicas, calificado por los mass media afines
como de hundimiento del PSOE, y la
otra noticia la protagonizaba Yorgos Papandreu, el primer ministro griego que
agitó a los mercados europeos y a su servil clase política con el anuncio de un
posible referéndum en Grecia, cuya situación social días después es descrita en
un artículo[1],
de la enviada especial del diario amigo del partido socialista, El País, que
empezaba así: Las canciones
revolucionarias retumbaban ayer como truenos en la plaza Syntagma (enfrente
del parlamento griego) de Atenas, para
siempre ya el epicentro de las protestas, de las revueltas, de la indignación.
Más que referirnos al
referéndum deberíamos referirnos al no referéndum griego, ya que
Papandreu lo retiró tan rápidamente como lo anunció. Las poco más de 24 horas
en que estuvo vigente fueron en parte importante resultado de la larga presión
popular y lucha del pueblo griego contra los crueles ajustes antisociales que
aplica su gobierno socialista. Y aunque el referéndum había que interpretarlo
como una victoria popular de los representados enfrentados abiertamente a sus
representantes, sabemos que es una opción limitada, un plebiscito no supone una
plena participación ciudadana en las decisiones que le afectan, no es en
absoluto un debate participativo.
Pero para los gobiernos
europeos supuso algo tan dañino como una plaga de peste, al menos así
reaccionaron, con una fuerza y amenazas contra Grecia como no se oía en Europa,
ni siquiera cuando algún partido neofascista aparecía con fuerza o cuando las
mafias afloraban en sus negocios o extorsiones, por no repasar las timidísimas
declaraciones frente a acontecimientos en los que interviene EEUU o algún
estimado aliado como Israel. Los gobiernos europeos, incluido el español,
tienen una facilidad extrema de obedecer a los grandes intereses económicos al
más mínimo susurro que estos les hagan junto a sus oidos, y esta vez no debieron
susurrar, más bien gritaron, viendo la violencia unánime de la respuesta frente
al referéndum.
Las exigencias de
retirada del plebiscito y amenazas para conseguirlo hay que entenderlas en
clave de profundo temor a la democracia, a la expresión de la voluntad popular,
por mínima que sea la forma en que se presente, como es el caso de una consulta
puntual. Incluso un simple referéndum les hace temblar por sus consecuencias no
solo en las fronteras de Grecia, sino en los resultados que tendría su posible
contagio y extensión por otros países. Soledad Pellón, analista de mercados de IG
Markets, la mayor empresa de inversiones española en CFD’s[2],
lo explica perfectamente con toda la repugnante desvergüenza de quien trabaja
al servicio y está identificado con ese 1% que posee el mundo: Preguntar a los ciudadanos griegos si quieren
o no más ajustes hubiera sido un desastre, dado que ni están capacitados ni
serán objetivos con su respuesta[3].
Era bastante obvio que los pueblos iban a votar contra la dictadura de los
mercados, los reales gobiernos en la sombra.
Los gobiernos elegidos de
Europa aplican una tras otra medidas de ajuste social con diferencias en orden
y ritmos, pero no en contenido y alcance de dichas medidas, puesto que parecen
provenir de un mismo plan que previamente hubieran consensuado a nivel
internacional. Son perfectamente conscientes que van a pagar un precio
electoral que como hemos visto en las votaciones que han transcurrido en estos
primeros años de crisis han ido tumbando a los partidos gobernantes y van a
seguir haciéndolo. ¿Cómo es posible que defiendan políticas que van a provocar
su derrota electoral?, cuando, por el contrario, en otros momentos hemos visto
la facilidad que tienen para definir sus políticas en función no de sus
programas ni de sus promesas, sino de determinadas encuestas y opciones de
marketing político. La respuesta es que en esta ocasión lo que hay en juego es
algo de vital importancia, tanto que frente a ello hay que pagar el sacrificio
de abandonar temporalmente el gobierno, con la expectativa de que es un
abandono provisional, algo que supone un mero recambio transitorio, tras el
cual volverán a intercambiarse con el partido de la oposición a ellos pero no
al sistema. Están dispuestos a perder el poder durante algunos pocos años antes
que arriesgarse a que puedan modificarse mínimamente aspectos del capitalismo
en su versión actual y para ello trabajan decididamente no solo en defenderlo
como lo conocíamos, sino endureciéndolo en términos de las condiciones del
reparto social existente, de tal forma que estas se modifiquen en contra de la
mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de Europa. Se sacrifican como gobiernos
para intentar impedir cambios en el status quo, ese es el alcance de los
riesgos que temen y la evidencia de las agendas ocultas con las que trabajan la
mayoría actual de representantes europeos y prueba palpable de la simbiosis de
los grupos mayoritarios en los parlamentos, las élites económicas y el propio
sistema capitalista.
Sin el menor escrúpulo
para impedir la inmediata realización de una consulta popular, que hay que
recordar como en ocasiones anteriores les ha proporcionado sonados disgustos[4], cuando se trata de los gigantes financieros todo
son ayudas y facilidades, como cuando se les permite que la regulación
financiera que obligaría a que los 29 grandes bancos incrementasen su capital
de calidad, se retrasa de momento hasta 2016 con el aval implícito de que los
gobiernos los socorrerán, tal como vienen haciendo hasta la fecha, ayudándoles
a conseguir a esos pesos pesados del capitalismo una financiación más barata al
mismo tiempo que garantizan su cotización en las bolsas. O cuando se utiliza el mercado secundario
para comprar deuda soberana por parte del Banco Central Europeo en vez de
comprarla directamente en su emisión en el primario, con lo que se dejaría de proporcionar
una ingente inyección de dinero y ganancias a los grandes bancos y grupos de
inversiones, que supone una gigantesca transferencia de dinero público hacia
cuentas privadas.
Pero las cosas han ido un
poco más lejos que prohibir la celebración del referéndum, se han dado pasos
impensables hasta hace muy poco tiempo con la única finalidad de garantizar la
aplicación de las medidas de ajuste neoliberales, y si para ello había que
eliminar un gobierno, se le elimina y se exige una alianza de partidos
institucionales prosistema que garantice la implementación de las medidas más
salvajes y absurdas. Desgraciadamente las dimisiones de Yorgos Papandreu y la
de Berlusconi en Italia no son el exclusivo resultado de la oposición social,
aun contando con mayorías sociales en Grecia e Italia contrarias a sus
gobernantes, el empujón que ha provocado su caída ha sido dado una vez más por
los mercados.
Tras ello solo hay una
gran finalidad, conseguir la aplicación de todas las medidas de austeridad
inflexiblemente, y si un portavoz político no está en condiciones se pone a
otro u otros dispuestos a seguir haciendo el trabajo sucio. Los circos
electorales han dejado de ser una función amañada que hay que representar por
más que el resultado final, las políticas principales a aplicar, ya estén
escritas, se diga lo que se diga durante la función. Es más, demasiadas veces
es solo durante esta que se pueden encontrar diferencias entre gran derecha y
socialdemocracia, pasadas las elecciones, las políticas principales pasan a ser
las mismas. Pero los procesos electorales se han convertido en esta situación
en algo que puede dejar de estar tan controlado y previsible, los monstruos de
las finanzas no están dispuestos a correr el más mínimo riesgo que pueda poner
obstáculos ni a sus planes económicos ni
al proyecto que los acompaña de sometimiento y domesticación de todos los que
no pertenecen a su clase, contando para ello con la colaboración decidida de
las organizaciones más representativas de los trabajadores y trabajadoras en
las instituciones, los partidos y sindicatos socialdemócratas.
En este contexto que
reclama que las organizaciones que llevan en su nombre la palabra socialismo o
la palabra trabajadores, se opusieran con firmeza e intentaran girar el curso
de la situación, nos encontramos que los partidos socialdemócratas de Europa
parecen haber cerrado un ciclo que iniciaron hace ya casi tres décadas de
conversión al neoliberalismo, ya no se oponen a los sacrificios sociales por
enormes que estos sean, es más, son ellos cuando gobiernan los que recortan el
estado del bienestar y se arrodillan frente a la troica del Banco Central
Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional , y por
supuesto han abandonado cualquier posibilidad de cambio social, el
anticapitalismo es algo que ha pasado para ellos a la historia.
Mientras estas
organizaciones ostenten la representación social principal y no aparezcan
distorsiones en forma de luchas o movimientos capaces de desestabilizar el
estatus quo, la situación para los ciudadanos europeos es irreversible por más
que el sentimiento mayoritario sea de discrepancia e incluso de odio hacia las medidas que se
aplican y hacia sus mentores de la clase política. Es mucho por tanto lo que
queda por hacer para poder tener palancas que les den la vuelta a la situación.
Los primeros movimientos de respuesta, como el 15M en España, son todavía insuficientes
pero abren por primera vez la posibilidad de convertirse en esa palanca que
mueva todo el tejido social.
Para un sector de las
izquierdas un movimiento como el 15M no es ninguna prioridad, lo principal es
su propia presencia como organizaciones políticas en las instituciones, a pesar
de que los augurios de las encuestas les atribuyen una pequeña presencia, no
pasarían de ser una exquisita minoría poco operativa del parlamento, desconectados
generalmente de las luchas sociales, y está por demostrar el porqué estas
elecciones van a permitir desde las instituciones conseguir cambios relevantes
a las izquierdas, independientemente de la presión popular fuera de los
parlamentos. La historia reciente, desde la transición y primeras elecciones
democráticas, solo permite afirmar lo contrario, cuanto más esfuerzos ha puesto
la izquierda en estar presente en las instituciones, dejando en un segundo
plano o abandonando las luchas de los movimientos en la calle, menos capacidad de resistir la derechización en todos los
ámbitos sociales ha tenido, produciéndose un vaciado de la política en el
conjunto social para dejarla en manos de los expertos y profesionales de la
política. Estar presentes en las luchas y en las instituciones como parte de un
mismo proyecto de transformación del capitalismo, no es algo que más allá de
alguna nacionalidad y algunas situaciones puntuales de nuestra historia más
próxima, forme parte del patrimonio de las izquierdas, al menos de las que han
accedido a los parlamentos.
La segunda noticia a la
que hacía referencia es la publicación de las previsiones electorales del
próximo 20N por parte del Centro de Investigaciones Sociológicas,
remachando la derrota del PSOE. Todos los datos de cierta fiabilidad que
teníamos hasta el momento desde hace casi dos años afirmaban la derrota
electoral socialista de forma creciente a medida que iban implementando más
medidas de ajuste. Cuanto los socialdemócratas más se plegaban e implementaban
la doctrina neoliberal más votos perdían respecto al PP.
La profundización de esta
tendencia es que parece afirmarse un gobierno en mayoría absoluta, sin
necesidad de ningún pacto con ninguna otra fuerza, del Partido Popular. Esto
sitúa al candidato Rubalcaba en el peor escenario posible, puesto que el
pronóstico les da incluso por debajo de los 120 diputados, con menos del 30% de
votos. De esta forma la discusión se sitúa en otros términos muy diferentes a
lo que nos presentan los analistas habituales en los medios, el problema para
el PSOE es no solo el fracaso de la operación Rubalcaba (que puede llegar a ser
estrepitoso), el problema hay que desplazarlo del techo de votos al que aspira
llegar, al suelo de votos que se van a mantener. Esto significa que la nueva
situación que va abrirse tras las elecciones va a estar marcada por la
incertidumbre del fondo que ha podido tocar o no la socialdemocracia, ya que
tras una dura derrota electoral se abre la doble evidencia de, en primer lugar,
que los votos que pierde el PSOE, no sean recuperables, como ocurría en
elecciones anteriores en que los socialistas se permitían aspirar a ganar
elecciones ayudados por un voto útil (y
una ley electoral profundamente injusta) que les permitía elección tras
elección recoger votos impropios. En
segundo lugar, admitir que la perspectiva de una base electoral perpetua (basada en una configuración
sociológica del voto escorado, desde el centro, ligeramente hacia la
izquierda), que se agruparía y sustentaría permanentemente al Partido
Socialista, podría dejar de ser una constante de la formación del voto en las
elecciones tal y como las conocemos desde la transición. Es decir, se abre la
perspectiva de que la pérdida de votos pueda continuar y de la mano de una gran
derrota vienen siempre en las organizaciones los conflictos internos como
respuesta a una importante pérdida del espacio que ocupaba, que de la misma
forma que se pueden saldar con nuevos reagrupamientos de las facciones tras una
nueva marca publicitaria-electoral independientemente de que el programa de
medidas sea el mismo, también se abre la puerta a que puedan producirse
fraccionamientos y rupturas organizativas, más o menos importantes, tal y como
la socialdemocracia ha vivido en otros países de nuestro entorno y que en el
nuestro hasta la fecha son desconocidas.
No hay ningún pronóstico
que no reconozca la caída europea al menos, en una profunda y larga recesión,
con todo lo que va a comportar de intento de endurecer y profundizar las cargas
sobre las espaldas de la mayoría de la población por parte de ese 1% que parece
que todo lo posee y todo lo puede, pero el futuro no solo lo diseñan en los
despachos principales, en algunos pilares se están abriendo ya mismo grietas
importantes por las que al mismo tiempo que desaparecen pequeños imperios
financieros y bancarios, puede entrar mucha más indignación que la que el 15M
ha traído hasta ahora. Los indignados e indignadas se han hecho presentes desde
la plaza Tahir en El Cairo hasta Wall Street en EEUU, ahora nos parecen algo
que forma parte de nuestro paisaje cotidiano, casi todos los días tenemos
noticias sobre ellos y ellas en alguna parte de nuestro país y del planeta, pero
pensemos en cómo eran las cosas hasta hace muy pocos meses, la sensación entonces
era de inmensa impotencia para enfrentar mínimamente y paralizar tan solo
alguna de las muchas medidas laborales y sociales que iban aplicando. Ahora nos
movemos con otra capacidad de resistencia y confrontación y todavía habrá que
subir algunos peldaños más si queremos reequilibrar a nuestro favor la inmensa
pelea social que se está produciendo y que vamos perdiendo de momento.
Unos cuantos días y
semanas fueron suficientes para acabar con un régimen y sus gobernantes, sin
años de lentas y dudosas transiciones, en Túnez y Egipto. Entre las lecciones
positivas que podemos extraer está no dejar de construir en la lucha y con
audacia nuestras oportunidades, una nueva izquierda para que cuando la historia
y su tiempo se aceleren en las crisis que vamos a vivir, podamos cabalgarlas
más allá de la resistencia y las reformas, haciendo del anticapitalismo y del
socialismo más que una proclama, más que una identidad de pequeñas agrupaciones
de activistas, más que un hermoso sueño no realizado compartido por demasiadas
personas de demasiadas generaciones.
ANDREU TOBARRA
[2] Los CFD’s
o Contratos por Diferencia son instrumentos financieros derivados
[4] En el 2000 el gobierno de Dinamarca
impulsó un referéndum para adoptar el euro, pero lo perdió y el país se mantuvo
fuera de la moneda única. En el 2001 el Tratado de Niza que suponía una
enmienda al de Maastricht buscaba preparar el diseño institucional de la Unión
para la ampliación hacia el este y gano el NO en el referéndum irlandés. El 29 de mayo 2005 los
votantes franceses dicen NO al Tratado Constitucional. El 1 de junio 2005 los
neerlandeses dicen NO al Tratado Constitucional. En junio de 2008
los votantes irlandeses volvieron a rechazar en un referéndum el Tratado de
Lisboa.
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