Antonio María Rouco va a votar mañana. Y su papeleta apoyará a quienes buscan imponer su moral de sacristía, a quienes se oponen a que haya un salario mínimo y unas pensiones dignas, a quienes consideran a los inmigrantes carne primero de explotación y luego de expulsión, a quienes apoyan guerras ilegales, a quienes equiparan el aborto y la pederastia, a quienes pretenden que los trabajadores financien a los ricos, a quienes provocaron la crisis económica, a quienes se aprovechan del caos financiero, a quienes amparan a los corruptos, a quienes viven instalados en la hipocresía y el doble rasero.
Rouco no es el único que va a votar mañana. También se pasará por las urnas José María Aznar. Y Jaime Mayor Oreja. Y Manuel Fraga. Y…
La certeza de que la derecha extrema acudirá en tropel a las urnas puede generar desazón, pero también puede ser un estímulo para movilizarse. Porque la grandeza de la democracia está precisamente ahí: por mucho poder que tengan los Roucos, los Aznares y los Orejas, su voto puede ser compensado por el sufragio del más humilde de los ciudadanos.
El amigo que me sugirió esta columna, Miguel Ángel, acude alegre a las urnas pensando que su voto “anula” la papeleta del cardenal. Pero cada lector puede buscar a su demonio particular porque la lista de nominados es, sin duda, amplísima.
Así que, si en tus planes no figura ir al colegio electoral, piensa que Rouco votará para imponerte la Europa que no quieres. ¿Te vas a quedar con los brazos cruzados?
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