El enfado en el PSOE y en el grupo parlamentario socialista con la ministra de Cultura y su equipo de asesores jurídicos es mayúsculo. “Nos hemos cargado toda la ley de la Economía Sostenible con un puto párrafo”, asegura un importante diputado: “Cultura no nos informó del alcance de la reforma”.
Según su versión, la polémica enmienda contra la piratería, que hubiese permitido cerrar una página web sin necesidad de orden judicial, entró en la superley a última hora. No ha durado muchas más: cinco días después de nacer, el anexo contra la piratería ya se ha quedado huérfano. “Es sólo un anteproyecto, el texto tiene que cambiar y es normal que lo haga”, decían desde Ferraz, a última hora, intentando disculpar así el error de Ángeles González Sinde. Más claro incluso fue Zapatero, que también está muy disgustado por cómo se ha gestionado esta reforma: “Si hay que aclarar algo en la redacción de la ley, se hará”. Para la ministra, que ya llegó a Cultura marcada por el estigma de su declarada hostilidad contra Internet, el tropiezo es doble: cae otra vez en la piedra que más daño hace a su imagen, la de la Red.
Tanto en el PSOE como en el Gobierno dan ya por hecho que la ley cambiará, que no será una comisión de “independientes” nombrados por Cultura quienes decidan el cierre de una web. Sin embargo, aún no tienen claro el cómo de esa rectificación, aunque es probable que la respuesta salga del trámite parlamentario. El PSOE no tiene fuerza suficiente en el Congreso para pasar esta reforma, y el pacto es la excusa perfecta para modificar la polémica propuesta sin que la ministra quede completamente desautorizada. Conviene recordar un detalle: Sinde es guionista, no una política profesional. Podría protagonizar una fuga de cine.
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