Fraga
fue un extremista. Fue ministro de Información y Turismo, Vicepresidente del
gobierno y ministro de gobernación entre 1962 y 1976. Tiene las manos manchadas
de sangre, y esto es un hecho pues formó parte de un gobierno ilegítimo,
golpista y fascista que ejecutó, persiguió y torturó a hombres y mujeres cuyo
único delito fue luchar por la libertad, con los únicos métodos que la
dictadura dejaba y desde la clandestinidad.
Fraga
no puede pasar a la historia como “gran español y patriota de bien”. El traidor
de Bono no puede, valiéndose del cargo de Presidente del Parlamento, plantear
un sentimiento personal como institucional pues muchos españoles de bien ni
olvidan ni perdonan al fascista de Fraga. Este reconocimiento de Bono demuestra
que es un traidor a la democracia y que, en su fuero interno lo único que a
éste hombre le hubiera gustado es sentarse a la diestra de un dictador,
desfilar bajo palio y al paso de la oca. Es, en definitiva, un pseudo demócrata
y una muestra más de que bajo las siglas
históricas de un partido obrero se ha dado cobijo a cualquiera, incluso a
nacional católicos que, desde la falsedad y la hipocresía, han traicionado la
sangre de los socialistas que lucharon y murieron por la libertad.
La
transición española que ha sido vendida como un ejemplo, no es más que un
cúmulo de renuncias debidas a la presión de los fusiles que desde los cuarteles
apuntaban a la incipiente democracia. Por consiguiente no se puede valorar el
trabajo de un fascista como “hombre de bien” que ha luchado contra los
extremismos, pues éste mismo hombre formó parte de uno de los extremismos que
más sangre y dolor han causado al Estado Español.
Bono no
me representa por muy Presidente del Parlamento que sea. Bono parece que solo
se representa a el mismo pues cada vez que abre la boca es para ejercer como lo
que es: un reaccionario.
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