"Malos tiempos para la lírica". Ese podría ser el lema, la premisa
con la que la gran mayoría de corporaciones municipales afrontan la elaboración
del Presupuesto Municipal para el ejercicio 2012, pero además de los problemas
financieros y de que en las arcas municipales hay telarañas, las corporaciones
afrontan el reto de dotar de sentido un documento que, de lo contrario, se
convertirá en una norma técnica de ingresos y gastos acompañada de una gestión
de los recursos puntual, errática y coyuntural, hurtando a los pueblos y
ciudades la capacidad colectiva de construir un futuro no solo basado en
servicios básicos sino también en programas políticos que diseñen el desarrollo
social progresivo y, por lo tanto, el futuro de los ciudadanos y ciudadanas.
Existen, en mi opinión, dos formas de afrontar el presupuesto. La primera se
limita a cuantificar los ingresos y los gastos y distribuirlos en partidas más
o menos definidas como si de una partida de cartas fuera: 3 para educación, 2
para cultura, 1 para... La cuestión es que, si el reparto se hace así, y además
se tiene el condicionante de una deuda más o menos voluminosa ( sumada la deuda
financiera y la de los proveedores), la conclusión siempre es la misma: un
Presupuesto carente de objetivos más allá de que cuadren los número. La otra
forma es, teniendo en cuenta los condicionantes, construir un presupuesto
público, primero con la participación de la sociedad ( participación que debe
ir precedida de formación e información). El segundo objetivo de esta "otra"
forma es priorizar gastos, anteponiendo las urgencias o necesidades sociales a
los gastos prescindibles o potencialmente reducibles al no suponer una
prioridad vital: al no suponer un derecho socio económico fundamental. En esta
otra forma de diseñar el presupuesto, entrarían, por ejemplo, las inversiones
en infraestructuras que incidan en el tejido económico, inversiones que
afecten, no solo al diseño estructural de un pueblo, sino al nuevo escenario
que los municipios ( principalmente dependientes del ladrillo) tienen ante sí.
Otra cuestión ha tener en cuenta es dar cumplimiento a un objetivo
absolutamente imprescindible en un presupuesto que se sitúe junto a la
ciudadanía: los derechos sociales. Es necesario que, directa e indirectamente
se apoye a los sectores de la sociedad que la enésima crisis capitalista (
porque habrá más, pues los especuladores no duermen). Dotar partidas destinadas
a los Mayores, a los y las jóvenes. Dotar partidas para la formación orientadas
al autoempleo asumiendo compromisos más allá de la coyunturalidad anual del
documento económico, o lo que es lo mismo: poner en marcha programas a medio y
largo plazo que incidan directamente en la calidad de vida de las generaciones
futuras, pero también que influya en la de las generaciones que hoy soportan
sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante una familia a cualquier
coste.
Evidentemente, pedir que el presupuesto incida en la democracia política,
pero además en la democracia económica y en los derechos sociales, es lo mínimo
que se puede pedir a una corporación cuyo discurso esté dispuesto a romper con
la demagogia de: todo por el pueblo.
En lo que respecta a nuestro pueblo, solo un apunte: es inconcebible,
inasumible y hasta vergonzoso que la partida de juventud ( por ejemplo) se haya
reducido en la primera propuesta un cincuenta por ciento mientras la de
festejos sube. Es inconcebible que con un nivel de endeudamiento aceptable, no
se consignen infraestructuras sociales destinadas a avanzar en la igualdad,
estando siempre junto a los que el sistema no tiene ningún problema en
prescindir de ellos. Es inconcebible que no haya ninguna propuesta que avance
en el diseño de un nuevo modelo económico. Un modelo alternativo y de futuro.
Pero ya sabemos que la máxima del "es lo que hay" parece que nos
incita a resignarnos ante la evidencia de una realidad que en apariencia no
queremos cambiar.
Creo que las organizaciones de izquierda minoritarias tienen una gran
oportunidad para plantear iniciativas de progreso. No solo redistribución de
partidas, sino propuestas que incidan en el bienestar, que partan del concepto
de la solidaridad y cuyo objetivo sean la igualdad social y económica. Tienen
una oportunidad de, ante una derecha que no cree en la democracia política más
allá del hecho electoral, abrirse a la sociedad y dar la palabra a quien desee
tomarla, de dar la oportunidad de debatir, no solo sobre los números, sino
sobre las necesidades y la viabilidad de todas y cada una de las propuestas que
la sociedad pueda plantear. Pero ésta estrategia debe partir de un
planteamiento de mínimos por parte de las organizaciones políticas de
izquierdas, de una relación de actuaciones y programas que puedan considerarse
la piedra angular de un nuevo proyecto político y social. Espero que no
defraudemos a los y las que todavía creen que hay otra forma de hacer política,
más allá de sumar o restar números, pues esto rebaja la actividad política a
una mera representación en un consejo de administración de una empresa, y el
Ayuntamiento, por mucho que se empeñen los tecnócratas no es una empresa, es
una plataforma de representación democrática que debe empezar a mirar el futuro
más allá de sus propios intereses partidistas, e influir en base a ideología y
propuestas en el diseño de un pueblo que, de lo contrario, nos avergonzará
dejar a nuestros hijos e hijas.
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