Podemos
camina hacia su Asamblea constituyente y la discrepancia lógica en las
posiciones se pone de manifiesto. Algo, como decía lógico: el pensamiento único
es patrimonio de las estructuras endogámicas condenadas, por mor de los
intereses de los dirigentes vitalicios, a vivir en un bucle orgánico. Eso sí,
las discrepancias, tanto en podemos como en cualquier otra organización más o
menos democrática, son vendidas en el “mercadeo” electoral como “enfrentamiento
y división”. Y digo, en cualquier otra, porque no se salva ninguna organización:
si en IU hay debate, para los medios, hay división, si en el PSOE hay
divergencias, hay división y, ahora, en Podemos, si hay más de dos opiniones,
hay, por supuesto, división. Esta claro que solo puede presumir de unanimidad
una organización claramente ademocrática: el partido popular.
La
ciudadanía tendría que observar con interés los procesos de debate que se
originan por la constrastación de opiniones. Debería fijar su atención en qué
se propone y porqué se propone y no en la envoltura que los medios quieren
darle a un proceso democrático. Pero, es evidente que en una sociedad,
claramente marcada por el amarillismo, la corrupción y el rechazo generalizado
a la política, el que algo dice, algo quiere y, por consiguiente, es digno de
desconfianza.
Por otro
lado, y sin ánimo de inmiscuirme en el interesante debate que se está
produciendo en Podemos, simplemente señalar que, personalmente veo demasiadas
similitudes con aquel catartico concreso ( el 28) que el PSOE celebró donde las
tesis políticas fueron avaladas por los delegados y delegadas, provocando que
el líder dimitiese y forzase un Congreso Extraordinario en el que la
militancia, ante el deseo de contar con la figura carismática ( F.Gonzalez)
pero también con un programa político manifiestamente de izquierdas, optó por
ceder ante la hegemonía del poder carismático que impuso el líder. Personalmente
espero que no se llegue a este punto en Podemos y que primen los objetivos
frente al tacticismo de contar con un líder mediático que asegure votos: el
proyecto democrático, limpio y políticamente transversal nacería con un debe difícilmente
comprensible.
En el PSOE,
la cesión ante el líder carismático propició un giro que transformó al partido,
sí ,en una opción de gobierno, pero no en la opción de gobierno que hubiesen
querido muchos socialistas, a la vista de lo que aconteció en los años
posteriores en los que se consiguió el poder institucional. Podemos se
enfrenta, no solo en lo que respecta al liderazgo general de la organización,
sino en todos sus niveles a una coyuntura parecida: carisma=votos o
proyecto=instrumento de transformación política.
Hay
mecanismos para que todas las propuestas se refundan en una que sea la que
represente a la mayoría de hombres y mujeres de Podemos, y esa es la Asamblea constituyente. Más
allá de si secretario general o portavoces, lo que realmente importa es el
objetivo, y no renunciar a los principios que movilizaron a más de un millón y
medio de ciudadanos y ciudadanas.
Por otro
lado, la actitud de Pablo Iglesias me sorprende al afirmar que, por “coherencia”
no optaría a representar a Podemos si “su” propuesta no es la que finalmente es
apoyada mayoritariamente por la ciudadanía que pueda participar en la Asamblea. No es, ni lógico
ni compatible con lo que Podemos dice querer representar y sitúa a la joven
organización ante una disyuntiva que no se ajusta a las expectativas de la
ciudadanía, por ser más propia de los partidos de la alternancia endogámica. No
me parece una actitud que personalmente pueda compartir, por lo que espero que
el sentido común prime y no se antepongan planteamientos personales frente a
objetivos que no afectan solo a Podemos, sino a muchos ciudadanos y ciudadanas.
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