La imagen que muchos y muchas ciudadanos y ciudadanas tienen, cuando se
habla de la República ,
es el doloroso recuerdo de una guerra, aunque no sepan porqué se produjo saben
que fue un dramático episodio de nuestra historia, aunque tampoco sepan que fue
más dramático para unos que para otros. El régimen fascista/franquista se ocupó
durante cuarenta años reescribir la historia de la memoria colectiva sobre el
período republicano, un hecho que, después de treinta años de democracia
liberal no ha sido resuelto.
Hablar de republicanismo en nuestros días es, no solo reivindicar unos
símbolos y una memoria que, en demasiadas ocasiones, se nutre de un
romanticismo fruto de aquel otro romanticismo que motivo a muchos y muchas a
dar su vida por un ideal. Pero vivir de aquel romanticismo, de aquel “pudo ser,
pero no fue”, no es positivo para el objetivo de los y las republicanos.
Evidentemente, el dolor no se cerró, pues el régimen fascista/franquista
y su continuación, el régimen de democracia liberal hizo bien poco por superar
el dramático momento histórico; incluso, y apelando a la reconciliación, se
pidió y se pide a los “perdedores” que no abran heridas pidiendo reparación y
dignidad para los asesinados por el estado fascista/franquista: ss lo mismo que
si se pidiese olvido sin más para las victimas del genocidio nazi, algo que
nadie se atrevería a hacer. Pero en España, el “hecho” franquista es
justificado como “algo de nuestra historia”, siendo el “hecho” republicano como
algo que hay que olvidar. Y la pregunta es, ¿porqué?.
El artículo primero de la constitución de 1931(“España
es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en
régimen de Libertad y de Justicia”. “Los poderes de todos sus órganos emanan
del pueblo”.)ya indicaba el compromiso de la naciente republica
para con un elemento que dio y da significado al republicanismo: el concepto de
ciudadanía, no solo desde un sentido normativo, sino en el sentido pleno de
ciudadanía cívica, proactiva y protagonista de su presente y su futuro que el
republicanismo confiere al término.
Solo hay que observar la sociedad en la que vivimos para ver en lo que
la democracia liberal ha convertido la sociedad: un mercado de bienes poseídos
y controlados por propietarios y empresas guiados por la pasión del beneficio y
protegidos por un aparato público cada día más mínimo. De esa observación
podríamos deducir que la democracia “no tiene contenido, aunque si tenga
procedimiento“(Salvador Giner).
Es necesario que los republicamos recuperemos el compromiso pedagógico y
que imbuyamos nuestra actividad cívica de republicanismo integrador frente a
cualquier tipo de intención excluyente. Es necesario que, reivindicando el
período de la segunda republica, lo hagamos desde ese objetivo dicotómico:
recuperar la dignidad por los que cayeron a manos del fascismo/franquista y
reivindicando la ciudadanía como concepto republicano dotado de pleno sentido y
plena vigencia.
Desde los movimientos sociales no se pide otra cosa: reformar el sistema
representativo, caminando hacia uno deliberativo, o lo que es lo mismo:
republicanismo.
El debate sobre la corona, institucionalmente construida desde la imagen
de que ella y no otra cosa es la que mantuvo unida España, ya no es posible. El
papel jugado por el monarca fue el que fue, pero su tiempo pasó. La mera
existencia de un Jefe del Estado ( aunque vaciado de contenido) es una
anacronismo democrático, máxime siendo el actual Jefe del Estado la imagen de
una imposición a los perdedores, cuyo mantenimiento condiciona cualquier
intento de reformar el marco legal en el que vivimos. Pero la superación de la
actual situación pasa por una movilización política de todos y todas y el
establecimiento de una nueva estrategia basada en la cooperación y la
pedagogía, huyendo del historicismo “militante”, y reivindicando los valores
que el franquismo condenó al olvido e incluso al odio: ciudadanía responsable,
participativa, crítica y decente.
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