Después
de veinte años (lo que la derecha mediática definiría, en otro contexto como “régimen”)
de gobierno de la derecha, después de veinte años en los que nuestro municipio
se ha hundido en una crisis (que, siendo similar a la del resto de poblaciones,
nos afecta en mayor medida por la dependencia, por un lado, a la economía
coyuntural del turismo y por otro, a la defenestrada del ladrillo)de la que la
derecha es incapaz de sacarnos, es momento ( en mi opinión) de valorar la
posibilidad de que se produzca, propiciándolo, un cambio de signo y valores políticos.
Es
cierto (y no voy a ser yo quien lo niegue) que el descrédito de los partidos y
de sus dirigentes es tal que, o produce apatía, o produce reacciones, la mayoría
de las veces, favorecedoras a los intereses y estrategias de la derecha. Es
cierto que la ciudadanía vive con distancia el “hecho público”, desde un papel
secundario, pese a descansar sobre ella el “poder” ( un poder que no parece
valorar ni considerar, dejándose llevar, desde esa apatía, hacia un terreno de “apoliticismo”
peligroso, que solo conviene e interesa a los que conciben el hecho público
como una productiva dedicación). Todo eso es cierto, pero la razón del futuro
nos debe empujar hacia la “tagencialidad” en los proyectos políticos,
propiciando programas fruto del acuerdo y el encuentro. Y no es menos cierta la
más que evidente pluralidad política, pero igualmente, no es menos necesario el
acuerdo para sacar al pueblo donde van a vivir nuestros hijos y nietos del
marasmo mecanicista en el que ha caído la acción político-administrativa
desarrollada a lo largo de veinte años.
La
izquierda, término al que se ha querido y quiere vaciar de contenido, término
que incluso es denostado por los que militan nominalmente en ella, sigue
teniendo una significación clara para amplios sectores de la sociedad por
asociarla a objetivos y luchas de emancipación, por la igualdad y la
solidaridad, por la lucha contra la injusticia, por la defensa de lo público,
en definitiva: por el bienestar de todos. La lucha contra un sistema que prima
la posesión individual (ahora, el sálvese quien pueda individual)frente a los
derechos propios de los y las ciudadanos y ciudadanas, sigue siendo necesario,
por lo que la pretendida “superación” de izquierda y derecha es simplemente un
argumento, o de la derecha, o de los que, militando en la izquierda política,
piensan que su papel es meramente testimonial, siendo su gestión neoliberal por
necesidad (o la gestión institucionalista mecánica).
En
nuestro municipio, no podemos hablar de movimientos sociales en su sentido
amplio. Más bien de movimientos vecinales unidos o pretendidos por determinadas
opciones partidistas que, explotando asuntos concretos se reclaman “representantes”
únicos y excluyentes de un determinado sector. Por lo tanto, la unión entre
ciudadanía y organizaciones de izquierdas es difícil por no decir imposible. Pero
no es ni difícil ni imposible que ese sector de ciudadanía todavía activa (desde
el voto, desde la militancia e incluso desde la simpatía) se sume a un proyecto
plural, pero unitario en los objetivos. La Unidad Estratégica
entre ciudadanos y organizaciones de izquierdas ( sin purismos ni exclusiones),
podría vertebrarse en la formación de órganos comunes (foros, plataformas, etc)
que permitan el objetivo, no sólo de echar a la derecha de la institución, sino
lo que es más importante: cambiar el rumbo social y económico desde una acción
política comprometida con la democracia, la justicia y la igualdad ( concebida
como igualdad de condiciones para el ejercicio de la libertad, y no como la
concibe la derecha: igualdad teórica en la desigualdad practica)
Creo
humildemente que, superando los intereses ( legítimos, pero alejados de los
colectivos por la primacía de los partidistas) y anteponiendo la necesidad de
superar veinte años de derecha, bien valdría una reflexión que, como antes
decía, desde la inclusión (contrapuesta a la exclusión) y la pluralidad ( sin
buscar la unidad, pero si la unificación de criterios), configurasen un
escenario diferente de cara a 2015.
Creo
que solo la unidad estratégica entre ciudadanía y organizaciones políticas
puede abrir un nuevo espacio de encuentro que, además de incidir en la superación
de la distancia ciudadanía-partidos, ofrezca un marco electoral, político y cívico
que ilusione y movilice. Ahora bien, la pregunta es, ¿están los actuales
representantes políticos dispuestos a aceptar la pluralidad más allá de la
defensa de sus siglas, más allá de los intereses más o menos explícitos, más
allá de los actuales círculos excluyentes que significan las organizaciones políticas?
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