La crisis
del gobierno de coalición en Andalucía es, pese a las negaciones de ambas
parte, un hecho. El choque entre
diferentes concepciones de la acción política era inevitable.
La defensa
de la “legalidad” con los argumentos de “igualdad y justicia social” se caen
por las evidencias. Los desalojados en Corrala Utopía eran unas victimas, no de
una situación dada, sino de la herencia de una ley de desahucios que el
ejecutivo de Zapatero fue incapaz de reformar, y que sigue dando sus “frutos”. Esa
es la legalidad, que un juez aplica y, en respuesta a los realojos, la Presidenta procede a
dar un golpe encima de la mesa desautorizando a la Consejera de IU y retirándole
las competencias en materia de vivienda.
El
presidencialismo, con todo el conjunto de competencias que lo arropan y aúpan a
la cúspide administrativo política, es uno de los “peros” del sistema: las
decisiones colegiadas son, en la mayoría de ocasiones, más justas. Pero, partiendo
de la “legalidad” de la actuación de la Presidenta de Andalucía, es preciso analizar la
cuestión del “choque” desde el sosiego y la calma, evitando el subjetivismo que
casi siempre se emplea en “juzgar” las decisiones.
Por otro
lado, las reacciones de las direcciones de los partidos coaligados son
prudentes, pero el error estratégico, el que ha dado un respiro al candidato de
la derecha (recordemos, uno de los artífices de los recortes en sanidad, desde
su responsabilidad en el ministerio dirigido por A.Mato) que, con un discurso
hipócrita y oportunista, está ofreciendo al PSOE el abrazo “del oso”, en nombre
de la legalidad vigente ( insinuando que “los comunistas” pretenden subvertir
la legalidad, algo que los partidos institucionales y de “gobierno” no puede
permitir).
Ahora, nos
encontramos con una IU, que podría romper el pacto, dejando gobernar al
PSA-PSOE en solitario, aunque éste no tendría ningún reparo en buscar cobijo
junto a su alter ego institucional, algo que IU no puede permitir, pues los
esfuerzos realizados caerían en el vacio. Con un PSA-PSOE en el que el acuerdo
con IU ha supuesto, para algunos, un esfuerzo ideológico excesivo ( ese alto
cargo espetando a IU sobre si pensaban que “esto era Venezuela” dice mucho de
quien lo utilizó como argumento), y para otros, un esfuerzo necesario para
mantener el poder. Lo que no tienen en cuanta ni unos ni otros, es que las
bases, la militancia del PSA-PSOE sí quiere ese acuerdo. Que quienes están en
contra, forman parte de ese amplio sector de “quintacolumnistas” que acaparan
el poder ( con la aceptación tácita de la militancia, por supuesto). Andalucía
es un campo de pruebas donde es necesario para la izquierda demostrar que los
acuerdos, no solo son necesario, sino que benefician a la ciudadanía, falta de
respuesta progresistas y de proyectos comprometidos con los conceptos que hace
años abandonaron en el PSOE: justicia social, democracia e igualdad ( pero no
entendida desde su acepción neoliberal, que la vacía de contenido, sino desde
su acepción socialdemócrata, que le confiere el significado de dar a todos según
su necesidad para favorecer el pleno ejercicio de los principios de ciudadanía
libre).
Espero y deseo
que las posiciones refractarias que subsisten, tanto en el PSA como el IU se
avengan a la reflexión, abandonando trincheras que en nada benefician, ni a la
izquierda, ni a ese pueblo que sufre las consecuencias de un capitalismo al que
hay que frenar, pero desde las instituciones, porque desde las trincheras es,
además de difícil, imposible. Hay que demostrar que el pacto es posible y que
no solo eso, sino que es un camino que la izquierda en otros territorios del
Estado Español debe empezar a recorrer, superando “bonos, Zapateros e Ibarras”,
que representan el enésimo intento de finiquitar cualquier política de
izquierdas, sustituyéndola por sucedáneos de la derecha, pero con discursos
populistas y en apariencia progresistas.
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