EL 37 CONGRESO DEL PSOE CERTIFICÓ EL GIRO A LA DERECHA
(II Parte)
Luis Valcarce. 29 Julio, 2008
La prensa se ha hartado de hablar del giro a la izquierda del PSOE en su 37 Congreso; giro que no ha existido en lo orgánico, salvo que consideremos que las trabas a la participación y al pluralismo son una característica de la izquierda. En la parte política del 37 Congreso (dejando a un lado lo artificioso que tiene la distinción entre orgánico y político en un partido donde han de complementarse ambas partes como un todo) tampoco ha habido giro a la izquierda, sino curva cerrada a la derecha.
Empezando por el principio, que aunque redundante es recomendable y habitualmente ignorado en política, el Congreso nació muerto desde el momento en que Jesús Caldera, pretendido ex-ministro de izquierdas, proclamó el carácter limitado de las propuestas, puesto que ya se había aprobado un programa electoral. Es decir, el programa electoral prevalecería siempre sobre el resultado del Congreso que, además, no podía sino ser mera comparsa del mismo y del programa de Gobierno… Algún día habrá que hablar sobre quién manda de verdad en los partidos y sobre qué es un partido o cuantos partidos hay en un partido.
Pero volviendo al tema, muchas cosas se pueden decir respecto de la perogrullada de Caldera, cosas prácticas que no obligan a entrar en argumentos teóricos tan sencillos como que, si democráticamente se dedice, el congreso puede aprobar lo que sea en su condición de máximo órgano del partido. Sin embargo, hay un argumento mucho más poderoso que todo eso y es que el programa electoral, que -como anécdota- no fue aprobado por el máximo órgano del partido, partía de un análisis de la realidad que se ha demostrado falso.
El programa no se hizo pensando en la crisis económica en la que estamos sino en otra clase de proceso de desaceleración mucho más liviano y, por tanto, si han variado las circunstancias lo lógico es que varie el análisis, las conclusiones y las políticas. Pero hete aquí que no, que en el PSOE no sólo se ha abjurado del marxismo en concreto sino de cualquier cosa que se le parezca en general, incluido el realizar análisis de lo concreto a lo concreto. La realidad no es general o concreta sino concretamente lo que le apetezca al que manda, que generalmente ve las cosas en tonos distintos a la mayoría. ¿Es el daltonismo político consecuencia o causa del aislamiento de nuestra clase política? No tengo ni idea, pero me preocupa.
Con este panorama inicial en el que se nos anuncia a priori que la política de partido no iba a variar un ápice, por mucho que tengamos encima una crisis del sistema capitalista que no es coyuntural sino estructural, pues claro, el congreso no dio para mucho, salvo para convencer a la prensa y por extensión a la opinión pública de que se había girado a la izquierda cuando se giró en sentido contrario… para que digan que el PSOE no tiene política de comunicación.
El liberalismo social es una cosa maravillosa salvo por el detalle de que en el fondo es una cuestión de sentido común: el Estado no puede meterse en la vida privada del ciudadano excepción hecha de la necesidad de garantizar unas normas mínimas que garanticen la libertad común.
En este sentido es indiscutible que el PSOE es un partido profundamente liberal que defiende políticas de plena equiparación sin que quepan discriminaciones injustas por razón de sexo, raza, creencias, orientación sexual, etc.
Dicho esto, ha de quedar muy claro que el socialismo es otra cosa que va mucho más allá del liberalismo social: el socialismo supone la construcción consciente de un sistema socioeconómico donde la economía cumpla su función de mecanismo de distribución eficiente de los recursos escasos a la vez que garantiza la ausencia de explotación y de desigualdades. Sólo por la existencia de la eficiencia dentro del socialismo éste es de todo punto incompatible con el capitalismo (sistema ineficiente donde los haya).
Desde este punto de vista, el socialismo propugna que toda libertad ha de partir de una solida base material, de tal modo que la economía y el acceso a medios económicos como sostén de la vida son elementos fundamentales para el socialismo.
Esta diferencia que parece tan obvia, resulta que en el caso de los partidos socialdemócratas europeos se está olvidando a una velocidad pasmosa. La clásica diferenciación entre programa máximo y programa mínimo ha desaparecido, sustiyéndose el quizá aspero ropaje de la lucha política y económica por los vistosos colores del progresismo, progresismo que no deja de ser un liberalismo social caracterizado por vender medidas espectaculares sobre aspectos de escasa entidad para la igualdad material. Se trata de vender humo para no ir al fondo del asunto, para no discutir el problema económico de fondo, que no es otro que la existencia de un sistema que no es ni justo ni eficiente y que además es profundamente contradictorio.
Resulta innegable que en lugar de meterse con la fuente de las desigualdades, la política de la dirección ha consistido en medidas semánticas o formales que generen una imagen distinta, aunque yo me temo que por mucho que queramos llamarle oveja a una mesa ésta nunca dará leche o se echará a balar.
Asumido el capitalismo como algo natural e inmutable que a lo sumo hay que gestionar, resulta evidente que las mayorías del partido no pueden entrar en un análisis profundo y por tanto se apuntarán a cualquier opción que suponga no moverse de la ortodoxia por muy contradictoria que resulte esta práxis con las necesidades del momento.
Con este panorama, servidor de ustedes, delegado en el 37 Congreso, participó en la comisión 1 referida a Economía y globalización con el objeto de defender las propuestas de Izquierda Socialista, que no eran precisamente llamamientos a la colectivización, sino propuestas de marcado carácter socialdemócrata perfectamente asumibles por el centro izquierda y que además eran de una exquisita constitucionalidad.
La batalla fundamental, lo sabíamos, giraría en torno a la invención de la flexiseguridad, el extraño palabro que ha resultado ser, junto con las miembras, el hallazgo conceptual del año y que amenaza con ser la principal aportación gubernamental en materia de política económica.
Yo no soy muy listo, lo admito, y además suelo ser bastante cabezón e incluso cerril, pero sé lo suficiente de la vida, la matemática y de Derecho Tributario y Hacienda Pública como para distinguir el sistema danés del español. Dinamarca y otros países nórdicos hace tiempo que apostaron por un fuerte sistema de protección social y servicios públicos que ha de ir necesariamente acompañado de una alta tributación, puesto que si queremos servicios de calidad hay que pagarlos.
No es lo mismo perder el trabajo en Dinamarca, donde te dan una generosísima prestación a años luz de las de aquí y te garantizan una formación de calidad antes del mes, que irse al paro en España con nuestro sistema y dependiendo de unos cursos de formación que en muchos casos dependen de los sindicatos. Y ya sabemos lo que hacen los sindicatos con esos cursos.
Para equipararse a los nórdicos hay que equipararse tributariamente, cosa que resulta complicado cuando las políticas tributarias del gobierno (400 euros incluidos) han beneficiado sistemáticamente a las rentas más altas, de tal modo que aumenta la tributación sobre las capas medias e incluso las bajas.
Con este panorama, algunos defendimos que si se quería un sistema de flexiseguridad habría que defender un sistema tributario robusto que fuera plenamente progresivo. En este sentido había diversas enmiendas y una gran resistencia por la ponencia a asumir nada más que una mera referencia a la progresividad, referencia que podría suscribir cualquier partido con representación parlamentaria, PP incluido.
Y eso es lo que quedó, una referencia sin más, sin una vinculación en profundidad entre un sistema tributario potente y un sistema de protección social y servicios públicos que permita, entre otras cosas, la existencia de la flexiseguridad. No es posible copiar sólo una parte del modelo, es como copiar el blindaje de un tanque y meterle el motor de un seiscientos: un desproposito. Pero en el tema económico ni hablar de subir la tributación a las rentas más altas, y así es imposible construir un sistema robusto y progresivo, que además es un mandato constitucional.
Y es que la dirección, en materia de política económica partía de una posición surrealista, definida en la ponencia como a medio camino entre el laissez faire y el intervencionismo. Pura indefinición que fue puesta de manifiesto por el compañero Domènec, de la agrupación de Washington, y funcionario internacional (no recuerdo si del Banco Mundial o del FMI) quien dijo que entre el laissez faire y el intervencionismo estaba cualquiera, desde Sarkozy hasta el Partido Comunista Chino (que por cierto tuvo una delegación invitada en el congreso).
Continuando con el tema monetario, me tocó defender una propuesta para que asumiesemos desde el PSOE la necesidad de controlar los flujos monetarios especulativos a nivel internacional, defendiendo las pertinentes reformas en los organismos internacionales, la tasa Tobin, etc. El argumento de la ponencia para rechazarlo fue surrealista: el PSOE no puede intervenir en esos ámbitos. Huelga decir que eso equivale a no admitir nada que tenga que ver con política internacional, política de la UE, etc. Cierto que como PSOE no podemos modificar las prácticas del FMI, el Banco Mundial, etc. pero supongo que podremos tener una propuesta política al respecto, aunque la dirección opina lo contrario.
Había, como digo, mucha resistencia por parte de la ponencia a meterse en el fondo de los temas económicos, mucha generalidad e indefinición, amén de cierto rechazo a considerar la crisis, que en el mejor de los casos se veía como desaceleración acelerada.
Así las cosa, en lo referido a economía y globalización, el resultado ha sido poco esperanzador, con demasiada indefinición y con contradicciones insuperables… y es que no se puede tocar las campanas mientras se está en misa.
En breve otro post sobre los temas de derechos civiles y libertades.
Salutaciones.
http://luisvalcarce.wordpress.com/
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