José Antonio Pérez Tápias
Diputado del PSOE
Doctor en Filosofía.
Profesor Universidad de Granada
La derecha política española está librando en su seno una dura lucha por el poder. No reperan en medios, pues saben que el fin lo justifica todo. Desde el espionaje entre los del PP de Madrid, con todos los ingredientes que el caso pudiera reclamar -inlcuida la pugna en Caja Madrid-, hasta la emergencia de una trama de corrupción en torno a él que ya ha costado ceses y dimisiones de altos cargos, todo parace indicar que ha llegado la hora de que ante la ciudadanía quede negro sobre blando todo el entramado de tejemanejes urdidos por los capitostes de la derecha. No es una cuestión meramente interna al PP, pues los abusos de poder que las prácticas de espionaje entrañan y los casos de corrupción que al hilo de especulaciones urbanísticas pudieran haberse dado interesa a toda la ciudadanía que se vean esclarecidos. Así debe ser políticamente y así debe ser judicialmente, si hubiera presunción de delitos, que es lo detectado por el juez Garzón. La salud del Estado democrático de derecho exige ambas cosas.
Hay que estar preparados para la aplicación que hará la derecha de que no hay mejor defensa que un buen ataque. Comprobaremos que no hay corrupción sin cinismo político. Los dirigentes del PP tratarán de echar balones fuera, inundar todo de tinta negra, acusar al PSOE de lo que sea, recusar al juez Garzón, descalificar a los medios que digan las cosas como son... y todo a la mayor gloria de la clase dominante. ¡No lo olvidemos! Si a ellos corresponde "naturalmente" el poder, ¿por qué tiene que entrometerse nadie en sus ajustes internos? Si a ellos pertenece "históricamente" la riqueza, ¿por qué tiene que venir quien sea -aunque sea un juez- a meter las narices en su reparto? La corrupción es de los otros, pues lo suyo es el negocio de toda la vida. Hasta las bodas en El Escorial sirven para eso.
Recordemos que por entrever que se alcanzaría a tocar lo de toda la vida, puso la derecha en marcha toda una operación que acabó birlando el gobierno de la Comunidad de Madrid al PSOE. Con la munición del "tamayazo", para la que encontraron pólvora en las propias filas socialistas -¡qué débil es la carne!-, dinamitaron la presidencia que iba a recaer sobre el compañero Rafael Simancas. La jugada quedó rematada con la "extorsión democrática" -fórmula utilizada por el comentarista José María Ridao en un magnífico artículo publicado hace unos días en El País- que entonces supuso la convocatoria de unas segundas elecciones, de las que saldría elegida para presidente Esperanza Aguirre, que es lo que se quería conseguir. Y hasta el día de hoy. Tal presidenta paga actualmente facturas de aquel costoso trance. Y el PP no sale indemne. Y Rajoy se ve obligado a actuar como bombero al que unos y otros le pisan la manguera, hasta que le enreden del todo en ella. Pero es su problema.
El nuestro es, ciertamente, luchar contra la crisis, pero atentos al juego sucio que vendrá de la derecha. Como todo animal herido es peligroso, como todo sujeto resentido es dañino, como todo implicado en corrupciones es cínica. Y en los medios tienen eco, harán ruido, confundirán. El esfuerzo político de clarificación será necesario.
Hay que estar preparados para la aplicación que hará la derecha de que no hay mejor defensa que un buen ataque. Comprobaremos que no hay corrupción sin cinismo político. Los dirigentes del PP tratarán de echar balones fuera, inundar todo de tinta negra, acusar al PSOE de lo que sea, recusar al juez Garzón, descalificar a los medios que digan las cosas como son... y todo a la mayor gloria de la clase dominante. ¡No lo olvidemos! Si a ellos corresponde "naturalmente" el poder, ¿por qué tiene que entrometerse nadie en sus ajustes internos? Si a ellos pertenece "históricamente" la riqueza, ¿por qué tiene que venir quien sea -aunque sea un juez- a meter las narices en su reparto? La corrupción es de los otros, pues lo suyo es el negocio de toda la vida. Hasta las bodas en El Escorial sirven para eso.
Recordemos que por entrever que se alcanzaría a tocar lo de toda la vida, puso la derecha en marcha toda una operación que acabó birlando el gobierno de la Comunidad de Madrid al PSOE. Con la munición del "tamayazo", para la que encontraron pólvora en las propias filas socialistas -¡qué débil es la carne!-, dinamitaron la presidencia que iba a recaer sobre el compañero Rafael Simancas. La jugada quedó rematada con la "extorsión democrática" -fórmula utilizada por el comentarista José María Ridao en un magnífico artículo publicado hace unos días en El País- que entonces supuso la convocatoria de unas segundas elecciones, de las que saldría elegida para presidente Esperanza Aguirre, que es lo que se quería conseguir. Y hasta el día de hoy. Tal presidenta paga actualmente facturas de aquel costoso trance. Y el PP no sale indemne. Y Rajoy se ve obligado a actuar como bombero al que unos y otros le pisan la manguera, hasta que le enreden del todo en ella. Pero es su problema.
El nuestro es, ciertamente, luchar contra la crisis, pero atentos al juego sucio que vendrá de la derecha. Como todo animal herido es peligroso, como todo sujeto resentido es dañino, como todo implicado en corrupciones es cínica. Y en los medios tienen eco, harán ruido, confundirán. El esfuerzo político de clarificación será necesario.
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