La gente no consume porque no tiene dinero
Existe casi un consenso generalizado (en centros políticos, económicos y financieros, tanto europeos y españoles como estadounidenses) de que hay que aumentar el consumo de productos y servicios por parte de la población a fin de estimular el crecimiento económico que ha descendido de una manera muy acentuada, siendo incluso negativo en varios países de la Unión Europea, incluyendo España. Durante estas vacaciones navideñas hemos oído los consejos que gobiernos europeos y el gobierno estadounidense han dado a sus poblaciones pidiéndoles que compren y consuman más. Tales consejos parecen haber tenido, sin embargo, un impacto limitado. La población y muy en particular las clases populares ya no consumen tanto como consumían antes. ¿Por qué?
Para responder a esta pregunta hay que entender la evolución de las rentas familiares, es decir, el dinero que las familias reciben de las fuentes de ingreso que tienen, de las cuales, la más importante, son los salarios. ¿Qué ha pasado con los salarios? Los salarios horarios (es decir lo que la gente que trabaja recibe por cada hora trabajada) han descendido en los últimos treinta años en la mayoría de países desarrollados. Ni que decir tiene que estamos hablando de promedios, lo cual quiere decir que algunos trabajadores han visto subir su salario horario y otros lo han visto descender. Pero como promedio, los salarios horarios han disminuido. Ello no implica, sin embargo, que el salario promedio haya disminuido. El descenso del salario que el trabajador recibe por hora ha sido compensado con un aumento de las horas que el trabajador trabaja. España es, por cierto, uno de los países de la UE-15 en el que el trabajador trabaja más horas al año (1.655 horas al año, comparado con 1.391 horas en Holanda, 1.576 en Suecia y 1.433 en Alemania). Llegó un momento, sin embargo, que a pesar de aumentar las horas de trabajo por trabajador (bien en el mismo lugar de trabajo o trabajando en varios puestos de trabajo) las familias, a fin de mantener el nivel de vida al cual están acostumbradas, necesitaron que otros miembros de la familia, además del padre, se incorporaran al mercado de trabajo. Esta fue una de las causas de que el porcentaje de mujeres que se han integrado al mercado de trabajo haya aumentado considerablemente en los últimos treinta años (en España el 54% de las mujeres trabajan en el mercado laboral, comparado con 72% en Suecia). Esta integración de la mujer al mercado de trabajo ha sido una de las causas más importantes de que durante muchos años las rentas familiares no hubieran descendido. Pero, así y todo, llegó un momento que las familias no podían llegar a fin de mes, y solo podían hacerlo endeudándose. Endeudamiento familiar pasó a ser un indicador del descenso de la capacidad adquisitiva de las familias. Y tal endeudamiento fue beneficioso para la banca que es la que gestiona y se beneficia de tales deudas. En realidad, el gran crecimiento de las rentas del capital financiero se debe, en gran parte, al creciente endeudamiento de la población.
Tal endeudamiento familiar podía mantenerse pues la gran mayoría de familias tenían un aval, la vivienda de la cual eran propietarias, y que les permitía conseguir dinero prestado del banco. En realidad, el boom de la vivienda, con el incremento tan artificial de los precios de las viviendas, facilitó tal endeudamiento pues al crecer el valor del aval –es decir, de la vivienda- las familia podían pedir prestado el dinero a la banca más fácilmente. De esta manera, tanto los bancos como los propietarios de las viviendas se beneficiaron de la burbuja inmobiliaria. Ahora bien, todas las burbujas explotan y la burbuja inmobiliaria no fue una excepción. El desplome del precio de la vivienda (que se calcula que estaba inflado en un 30%) ha creado un problema enorme no solo para las compañías inmobiliarias, sino para la banca y para las familias pues las que tienen hipotecas se enfrentan con una situación en la que el valor de las hipotecas es mucho mayor que el precio real de la vivienda (que debería bajar un 30%). Y las que no tienen hipotecas también salen perjudicadas pues el valor del aval es mucho menor. A partir de ahora, las familias pueden pedir prestada una cantidad mucho menor que antes, y muchas de ellas no pueden conseguir ningún crédito. Ello quiere decir que están profundamente endeudadas y tienen más y más dificultades en pagar el préstamo. Por mucho que las autoridades gubernamentales les pidan a las familias que consuman más, no lo harán. La razón es muy sencilla. No tienen dinero.
¿Cómo, en estas condiciones, se puede estimular el consumo?
Una de ellas es que el Estado dé dinero directamente a la población y muy en especial a las clases populares, que son las que consumen más. Una manera fácil y rápida de hacerlo es reduciendo los impuestos. Esto es lo que hicieron el Presidente Bush en EE.UU. y el Presidente Zapatero en España. Redujeron 400€ por declarante en Hacienda. De esta manera, casi el 1% del PIB se distribuyó a la población para que aumentara su consumo. Esta es, por cierto, la vía preferida por el partido conservador-liberal, el Partido Popular (así como por el Partido Republicano de EE.UU.) para estimular la economía. El impacto estimulante de este recorte de impuestos a la economía estadounidense o española fue, sin embargo, muy menor. ¿Por qué? En parte ello se debió a que un elevado porcentaje de las familias gastaron este dinero en pagar sus deudas más que en consumir productos y servicios. En EE.UU. el 70% de las familias lo utilizó para pagar sus créditos, y el 30% lo utilizó para aumentar su consumo. Existió el problema añadido de que más del 50% de este 30% dedicado al consumo, se gastó en productos fabricados fuera del país, con lo cual tal consumo estimuló el crecimiento económico de los países productores de tales sustancias consumidas pero no necesariamente el de EE.UU. Es probable que una situación semejante haya ocurrido en España.
De tales datos se deduce que la vía de reducir los impuestos no sea necesariamente la vía más acertada para estimular el consumo y el crecimiento económico. Una vía mucho mejor es aumentar el gasto público en actividades que crean empleo, tales como infraestructuras físicas y humanas (transportes, energías renovables y educación) y en servicios públicos (como sanidad, escuelas de infancia y servicios de dependencia) que utilizan mucha mano de obra y facilitan la integración de las mujeres al mercado de trabajo. Tal integración crea, a su vez, la demanda para nuevos puestos de trabajo en aquellas áreas que la mujer hacía como ama de casa antes de integrarse al mercado de trabajo (creándose una demanda de personal en restaurantes, servicios de limpieza, lavandería y otros servicios). De ahí que deban aplaudirse las medidas propuestas por el gobierno Zapatero en su reciente acuerdo de financiación autonómica de transferir un mayor gasto público en estos servicios públicos gestionados por las CC.AAs. Están equivocadas aquellas voces tanto del PP como de algunos barones socialistas, que pedían un retraso en la resolución de esta financiación autonómica hasta que se resolviera la crisis financiera. En realidad, tales medidas (junto con la reciente aprobación por las Cortes Españolas de la propuesta del Gobierno Zapatero de destinar 8.000 millones de euros a las autoridades locales para infraestructuras y servicios sociales) contribuirán a resolver la crisis, causada en parte por una falta de demanda y consumo interno. Tales medidas, contribuirán también a resolver el enorme déficit de gasto público social de España, todavía uno de los más bajos en la UE-15. La magnitud de tal déficit social (cerca de 52.000 millones de euros) hace estas transferencias insuficientes para resolver tal déficit. Pero al menos representan un paso en la dirección correcta.
¿Cómo pagar este gasto?
El aumento del gasto público puede proceder de varias fuentes. Una es del aumento del porcentaje de la población que pague impuestos mediante el aumento de la población activa, tal como ha ocurrido en los últimos veinte años. Otra fuente es el aumento de la carga fiscal por contribuyente, área en la que hay mucho por hacer no solo en la corrección de las reformas fiscales regresivas realizadas primordialmente por el gobierno conservador anterior (que han mermado los ingresos al estado), sino también a base de reducir el escandalosamente alto fraude fiscal que representa, según la propia agencia tributaria del estado español, un 10% del PIB. Pero otra fuente también importante de ingresos al Estado es permitir que el Estado pida préstamos, aumentando el déficit y por lo tanto la deuda del Estado, medida que adquiere importancia en países como el nuestro, con una carga fiscal baja; una de las más bajas en la UE. Los países escandinavos, de clara tradición socialdemócrata, con elevados impuestos, necesitan recurrir menos al déficit público (como medida estimulante del crecimiento económico) que el resto de la UE-15. Ahora bien, la confluencia de tener unos impuestos (como porcentaje del PIB) bajos y un déficit escaso no es una receta para estimular el crecimiento económico de un país en recesión. Desde este punto de vista, las restricciones del gasto público (determinadas por el Pacto de Estabilidad de la UE) son un impedimento para estimular el crecimiento económico. La Unión Europea, podría haberse construido de una manera diferente y a no ser que se hagan cambios en el Pacto de Estabilidad y en la política monetaria del Banco Central Europeo, los gobiernos europeos, y muy en especial el gobierno español tendrán grandes dificultades en resolver la crisis actual.
Una última nota
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