No es una pregunta
retórica: ¿nos hemos parado en algún momento a analizar la calidad de la
democracia que disfrutamos ( o sufrimos) en El Campello?, ¿es la misma
democracia que se vive en el resto de municipios, en el resto del Estado?. Mi
respuesta es, si, pero no. Me explico.
La democracia,
entendida desde la óptica neoliberal ( simplista cuando no reduccionista aunque
formalmente aceptada) debe reunir unas requisitos mínimos para ser aceptada
como tal: la participación política, el cumplimiento de la voluntad general de
la comunidad, la limitación del poder y la reducción de los antagonismos
sociales (de forma resumida y esquemática). Pero, ¿ y si no se cumplen los propósitos?
El Ayuntamiento de El
Campello funciona desde los principios del neoliberalismo, o lo que es lo
mismo: escasa o nula intervención social, dejando al albur de la “invisible
mano del mercado” a la ciudadanía. El derecho de participación política se
limita a pedir el voto cada cuatro años, sin que existan más mecanismos de
participación (los tímidos intentos realizados en el pasado con la creación de
consejos sectoriales, la nula repercusión de un reglamento de participación
inaplicado o inaplicable por no existir voluntad, etc.). Por otro lado señalar
que el movimiento ciudadano tampoco es un elemento de relevancia en la realidad
social de El Campello, ya que únicamente se glutina en la defensa de cuestiones
sectoriales sin contar con la participación de otros colectivos e incluso de
otras zonas de la localidad que, en principio, no comparte los problemas concretos
que motivan la movilización, abstrayéndose al considerarlo (de forma errónea y
desde el individualismo) como algo “ajeno”.
Sobre la voluntad
general, ¿Cuál es la voluntad general de la comunidad?, ¿existe una comunidad o
simplemente la suma de individuos es lo que forma esa “comunidad local?. Personalmente
me decanto por la segunda opción.
De la limitación de
poder podríamos hablar largo y tendido, no solo por el deficiente
funcionamiento burocrático ( en cuanto a estructura), sino por la perdida de
poder efectivo que la correlación de fuerzas emanada de las urnas ha sufrido a
lo largo del tiempo: los programas han sido meros instrumentos electorales.
La influencia social
de la administración local es, o nula, o meramente testimonial. Una
administración que se limita únicamente a la gestión de recursos (sin casi
criterio político) teniendo como objetivo principal la recaudación de impuestos
y tasas sin que éstas tengan una dimensión política concreta, es una
administración funcional pero no política.
No podemos referirnos
al objetivo de reducir las contradicciones por la inexistencia de programas o
políticas destinados al apoyo de los sectores más desfavorecidos por el
sistema. No existen programas de apoyo ni a familias, ni a dependientes, ni a
parados, ni a jóvenes…ni a nada.
En definitiva, un
brevísimo análisis de la democracia en El Campello nos señala demasiados puntos
negros. No tenemos una democracia plena y avanzada sino una democracia
meramente electoral, lo que la reduce a casi nada.
Evidentemente la
culpa no es solo de la representación política por no intentar influir en una
mayor y mejor participación, sino de la ciudadanía que, despreocupada e
irresponsablemente ha delegado en los mandatados surgidos de las urnas la toma
de decisiones, renunciando a derechos que, en definitiva, conforman el
contenido y el carácter del concepto de ciudadanía: en nuestro municipio se es
contribuyente o meramente votante, pero nada más.
Otro reto sobre la
mesa de un pueblo, al que no puede darle la espalda, so pena de convertirse en
victima de su propia desidia.
Y termino con la
misma pregunta que me hice al inicio: ¿en algún momento nos hemos parado a
pensar sobre la realidad en la que vivimos?
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