Lo de milano bonito es ya una trajedia italiana (con j de traje). El imputado Francisco Camps ha apostado toda su defensa a una sola carta: la nulidad del proceso. Para ello ha contratado a los mejores abogados, especialistas en encontrar el defecto de forma, esa puerta de atrás de la Justicia que tan útil ha resultado a otros ilustres acusados de corrupción, como el ex tesorero del PP Rosendo Naseiro. Es la misma defensa que usa Bart Simpson cada vez que le pillan ante un cristal roto con un tirachinas en la mano: “Yo no fui, nadie me vio, no puedes probarlo”.
Si tiene suerte y su abogado encuentra ese asidero, puede que a Camps le baste con ese oportuno defecto de forma para librarse de una condena judicial. Pero ni siquiera así escaparía de la condena política, aunque el juez no pueda probarlo porque las pruebas queden invalidadas. Camps no quiso escuchar a varios de sus asesores (entre ellos, otro de los imputados), que le aconsejaron reconocer que su amiguito del alma, el Bigotes, le había comprado unos trajes, y rechazar después que eso fuese un soborno. En lugar de admitir la menor para negar la mayor, el presidente de la Generalitat prefirió enrocarse en un silencio sólo roto con una afirmación cada día más difícil de creer: “Yo me pago mis trajes”.
A medida que el caso avanza, queda claro que la implicación de Camps en la trama Gürtel no era un capricho de juez estrella, sino una realidad innegable hasta para un juzgado tan cercano al presidente como el TSJCV. Ahora que Camps ya está imputado, ¿cómo justificará Rajoy que no se le haga dimitir, como al resto? El ninot indultat lo tiene difícil. Ya no puede decir que la culpa es del profe Garzón, que le tiene manía.
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