Así es.
Algunos y algunas de nuestros convecinos, con los que nos cruzamos todos los días,
con los que intercambiamos educados saludos, son de los que piensan que las
cosas se arreglaran solas, por eso prefieren estar de fiesta que asistir a una
manifestación. Pasar día tras día frente
a la obra de la piscina, frente al edificio consistorial de donde nada sale
para bien de la comunidad, seguir llevando a sus hijos o hijas a un colegio,
rascándose cada años más el ya mugriento bolsillo para pagar libros y comedor (
claro, ni se está en la miseria más extrema, ni se es familia numerosa, casi únicos
casos que contempla la derecha gobernante como “necesitados de limosna”),
viendo como las plazas se llenan de grupos de jóvenes sin más ambición que ir
viendo pasar los días. Y todo eso, mientras los políticos que dicen
representarnos se van de viaje, o en su caso, de recorrido turístico a abrir
una plaza que hace más de seis años que debería estar abierta.
Leo que una
ex Concejala del Ayuntamiento de Camas ( Sevilla) se queja amargamente de que
sus vecinos prefieren ver la tele a movilizarse por sus derechos. Pero, querida
amiga, eso es algo que día tras día vemos en todos los rincones de nuestros
pueblos: gentes sometidas, doblegadas económica, social y culturalmente a
soportar una vida en la que el ocio sin más es la única salida para encontrar
un mínimo sentido a la vida.
Estoy con
J.Anguita en que, lo que se tenga que conseguir, solo lo conseguiremos uniendo
esfuerzos y voluntades. Lo contrario: seguir igual, que es como ir a peor
aunque la percepción no sea esta. Creo que es necesario que la gente levante la
voz en la calle además de en los bares. Creo que es urgente que la gente piense
en el futuro de esos grupos de jóvenes por cuyo futuro hemos dejado de luchar,
dejándoles abandonados a su suerte. Creo que el “parecer ser” debe dejar paso
al “ser”. Creo que es necesario leer, informarse, educarse y educar para poder
empezar a ser verdaderamente libres.
Mantengo
que uno de los grandes logros del sistema en el que vivimos es la capacidad
para “persuadir” y “convencer” a las masas para que acepten su vida sin
cuestionarse ( protestar, si, pero cuestionar, no) si podría ser de otra manera
o si hay alternativas a su realidad y su futuro. Y ese “merito” del sistema ha
consistido en cosas tan espeluznantes como que el libro de una famosilla, cuyo
mérito ha sido liarse con un torero, venda más libros que nadie. El “merito” es
que las audiencias de los programas, sin contenido pero donde las vergüenzas se
airean, sigan creciendo. El “merito” del sistema es que, cada día salgamos a la
calle mirando únicamente los pasos que damos sin levantar la vista más allá, y
eso, además de sublevarme, me entristece profundamente.
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