El término, pese a la diversidad de opiniones
que suscita, considero que es el apropiado para, desde la constatación de una
quiebra en el modelo del sistema electoral y político español, abordar un
cambio cualitativo desde la formación de opiniones fundamentadas en la
información.
La pedagogía fue uno de los principales
instrumentos que la lucha política utilizó en su origen, máxime si hablamos de
los albores del movimiento obrero. Los partidos y sindicatos obreros fueron
verdaderos centros de formación e información, supliendo las carencias sociales
del momento. Bien es verdad, que desde un interés ideológico muy determinado,
pero, en definitiva, ¿qué otra cosa es la acción política sino el instrumento
para transformar, de forma colectiva la realidad socio económica y cultural en
la que se vive?.
En las catacumbas políticas a las que condenó
el fascismo español a los partidos políticos durante cuatro décadas, se
prosiguió con mucha intensidad realizando pedagogía; para la acción, pero igualmente
en la formación de las inquietudes que originariamente se habían despertado
contra la opresión y en pos de una sociedad diferente. No obstante, con los
primeros rayos de luz sobre la política hasta entonces clandestina, se produce
un abandono de la formación y el debate de ideas, en beneficio de objetivos
meramente electorales. ¿Porqué?. Evidentemente hay diferentes opiniones al
respecto pero, la observación del desarrollo a lo largo de los años de
democracia nos indican que lo que se produjo fue un blindaje frente a la
ciudadanía; quizá no percibido como tal en un principio, pero que la
observación de la historia reciente nos demuestra el nivel de domesticación de
los partidos y organizaciones sindicales a un sistema cuyo único objetivo era y
es preservar determinadas desigualdades sociales desde la legitimación que les
da la participación acrítica de las organizaciones antes llamadas de clase.
Recuperar la pedagogía social, en mi opinión,
requiere de una estrategia multilateral que englobaría, por un lado, las mismas
estructuras de los partidos políticos, y por otro, la legislación electoral.
En lo que se refiere a los partidos políticos (y
haciendo un paréntesis), sería necesario abrir las estructuras, superando la
endogamia en la que han ido cayendo a causa de las responsabilidades que el
mismo sistema les delega: la selección de candidatos y candidatas.
La selección de los candidatos y candidatas que
finalmente componen las listas de los diferentes partidos y coaliciones, son
elegidos directamente, y por mandato constitucional, por los partidos políticos.
En la actualidad, y copiando en una adaptación particular el modelo de los
EEUU, se propugna la elección, de forma más o menos abierta a la ciudadanía de
los primeros puestos en las listas, pero ¿esto significa realmente mejorar la
calidad de la democracia tal y como mantienen los discursos de los dirigentes
de los partidos y organizaciones que las han puesto en marcha?. En mi opinión
no. Y no solo por la elaboración de las listas, sino por la aplicación misma
una vez electos, donde el haber sido elegido cabeza de cartel, no significa
(aunque la tradición nos dice que si) que se sea el candidato a presidir la
institución para la que ha sido elegido ( recordemos que la ley delega en el
Pleno Municipal, en el caso de las elecciones municipales y en el parlamento
autonómico, la elección de los candidatos y candidatas a la presidencia, en
función, no de su posición en la lista, sino de la votación de los propios
electos). El verdadero debate en el seno de los partidos debería estar centrado
en las listas abiertas para la constitución de las candidaturas. De esta manera
podría incidirse en una cuestión que, en mi opinión es fundamental: la lealtad
al líder de turno, o el compromiso político y la preparación como argumento
para ser candidato.
Dicho esto, recuperemos la línea argumental
sobre la necesidad de una pedagogía social como parte de la estrategia política.
Uno de los objetivos de las democracias
liberales como en la que vivimos, ha sido la ir solapando clases sociales,
propiciando que la ciudadanía que por motivos socio económicos se encuadraba sociológicamente
en una clase determinada, percibiese esa estructuración como algo “ficticio”
cuando no anticuado. Ese logro, evidentemente lo han conseguido a través de una
legitimación del sistema desde diferentes niveles. En primer lugar, desde el
cultural (entendido como grupo de normas, tradiciones, usos, etc, que inciden
en la pertenencia a un grupo social u otro). La democracia liberal, aún
reconociendo la libertad y los derechos individuales, subestima (a pesar de un
reconocimiento normativo) los derechos sociales. La máxima individualista (satisfacción
individual de necesidades) es uno de los principales métodos que el capitalismo
ha utilizado para “desclasar” a grupos sociales unidos por condiciones
culturales comunes. La perdida de éste referente y el anhelo legítimo de que el
estatus social cambiase (otra parte importante de la cultura capitalista ha
sido la inserción de la igualdad de oportunidades simplificada a la misma
oportunidad de todos sin que tengan relevancia las condiciones socio económicas),
han disgregado el sentimiento de pertenencia a una clase social común (no por
una necesidad propia sino por una pulsión creada a través de los medios de
publicidad y propaganda social y económicos).
La coerción que el sistema ejerce sobre las
clases más bajas para mantener esa disgregación es el miedo (miedo a perder el
empleo, a perder bienes, a perder servicios), convirtiendo, las otrora clases
revolucionarias .en clases pasivas y sumisas. Igualmente, otro instrumento que
ha sido utilizado (sigue siendo) ha sido lo que podríamos denominar, política
de concesiones. En ésta política de concesiones (desde un punto de vista
neoliberal) encuadramos la salud y la educación, que de ser vistos como un
derecho, han pasado a ser un mero subsidio. Este otro elemento de coerción
influye en un aspecto fundamental de supervivencia: la salud física. El otro
elemento (la educación), y a pesar de que en torno a la mercantilización de la
educación en todos su niveles se ha producido una importante movilización
social, sigue siendo visto en determinados entornos como un servicio meramente
asistencial, sin que se tenga la percepción de la verdadera importancia de una
formación integral para el futuro, no solo profesional sino como seres humanos;
La capacidad de raciocinio crítico está basada en el conocimiento, y si este se
limita, la consecuencia son generaciones ignorantes aunque parcialmente
preparadas (para ser utilizadas en función de las necesidades del sistema).
Que la ciudadanía, y sobre todo las capas que
sufren la alienación (socioeconómica) de la sociedad del capitalismo salvaje
(capitalismo “victorioso” en la lucha de sistemas que a lo largo de más de
setenta años cedió terreno a favor de la clase trabajadora como un método de
estabilidad social “gracias” a la influencia en el mundo sindical y político de
la extinta Unión soviética y que ahora enarbola la bandera de la victoria, abriéndose
de nuevo a la política del beneficio frente a la de los derechos) de manera más
directa, tomen conciencia de la importancia en la recuperación de la cooperación
social, es fundamental para la construcción de una estrategia de verdadera
transformación.
De nada van a servir los discursos basados en
meros gestos (y las primarias, en mi opinión, lo son) pues en el fondo la
miseria de las ideas nos sigue alejando de los objetivos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario