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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El gorrón democrático.


Que nadie se ofenda…si no tiene que ofenderse, pero la realidad es que, “gracias” a la dinámica social en la que vivimos (igual soy demasiado benévolo al denominarla “dinámica!): individualismo excluyente, solidaridad mecánica radical, etc. parece “normal” que la crítica hacia los poderes públicos se produzca de forma habitual en esas formas de comunicación coloquial que todos desarrollamos (bares, reuniones familiares, etc). Parece que lo “normal” sea cuestionar sin cuestionarse, o lo que es lo mismo: negar legitimidad a las instituciones y al tiempo exigir derechos negando obligaciones tan básicas como las de participación electoral. Y aquí quería llegar: ¿abstenerse por comodidad o por compromiso?.
La abstención es concebida en determinados círculos sociales como un ejercicio de responsabilidad al ejercerla de forma activa contra un sistema; contra un modelo y un funcionamiento con el que no se está de acuerdo. Pero, ¿ y esa abstención que se produce al coincidir la fecha electoral con un día festivo, eligiendo ocio y excluyendo el ejercicio de un derecho positivo como el del voto?.
El debate no ha surgido con las movilizaciones ciudadanas: es un motivo de discusión teórica consustancial a la democracia liberal en la que vivimos.
El 20D estamos convocados a las urnas, pero es domingo. ¿Acudiremos o simplemente la elección racional será en base a un hipotético calculo de costos- beneficios en el que lo que vamos a “conseguir” no nos compensa?.
Personalmente, creo que la desafección de la abstención es un acto legítimo, pero irresponsable. Y no lo es porque la ciudadanía que lo ejerce lo sea, sino porque el sistema así lo ha decidido: ha sustraído de nuestra democracia el concepto mismo de ciudadanía sustituyéndolo por otros eufemismos que, sin reflexionar sobre su sentido, usamos habitualmente: cliente, contribuyente, consumidor, usuario, etc.  Ha suprimido, con algo más que la aquiescencia de grupos empresariales de comunicación, lobbies económicos y financieros ( se han sustituido asignaturas que potenciaban la reflexión por otras “practicas” como el conocimiento de finanzas como acto compulsivo de conocimiento para la autoprotección) cualquier aspecto reflexivo o de pensamiento en el sistema educativo-formativo, han recluido a la filosofía a la nada, instrumentalizando el pensamiento social generalizado hacia el “unidimensionalismo” o el pensamiento único. El objetivo es simple: dominar a través de los instrumentos, cada día más modernos y efectivos, a una sociedad sometida al principal argumento de la política moderna: el miedo.
Defiendo la “obligación” social y cívica del voto como el principal instrumento para influir en la democracia actual, evidentemente, sin renunciar a su mejora a través de reformas y transformaciones que la conviertan en algo más que un mero acto cuatrianual ( ley electoral, revocabilidad, control y participación ciudadana, etc). Pero para que esa “obligación” cívica pueda desarrollarse, es precisa una conciencia mínima de lo colectivo frente a ese cálculo de costos-beneficios sobre los que pivota nuestra sociedad ,y  avanzar en su construcción  es responsabilidad de aquellos cuyos principios democráticos no acaban en el institucionalismo reduccionista.

El que, por desidia ( aunque justificada por la desafección impuesta, por la apatía social como derecho) decida no votar el 20D, podrá clasificarse como “gorrón”. Un gorrón que, pese a no cumplir con la mínima obligación cívica, sí que exigirá y criticará desde más allá de la barrera, pero sin acercarse a la arena que concreta y define una ciudadanía completa, base y pilar de una democracia desarrollada, participativa y corresponsable: un democracia mejor.

Modificar la modificación para que nada se modifique.

Aparentemente, ha bastado una semana para limar las “asperezas” que propiciaron el bloqueo de la modificación de crédito por parte de PP/C.s/EUPV. Aparentemente, la explicación pormenorizada ( ahora si) de las partidas a modificar ha provocado un ataque de responsabilidad en la otrora oposición inflexible. Los argumentos ( al menos los expuestos públicamente) son, como mínimo peregrinos y, en mi opinión, no justifica su posición anterior.
“No bloquear el funcionamiento institucional; favorecer que los trabajadores y trabajadoras públicos cobren…”. Y en éste último argumento voy a detenerme para plantear una reflexión que, aunque pueda parecer incongruente ( dado que pertenezco laboralmente a ese cuerpo de trabajadores y trabajadoras municipales), simplemente pretende expresar una reflexión que considero, si no necesaria, si coherente con el “espíritu” que inspiraba las candidaturas que conjuntamente llegaron al gobierno municipal tras las últimas elecciones municipales.
Podría intentar hacer un análisis de las políticas implementadas o al menos anunciadas hasta el momento, pero me resulta difícil. Como en alguna otra ocasión he comentado, el cambio que más se ha notado ( y no es poco) es el personal: la cercanía de los ahora gobierno municipal dista mucho de aquél otro distante y rayando en la soberbia que podíamos ver en algunos miembros del anterior ejecutivo local. Pero, ¿basta esto para escenificar un cambio político?. En mi opinión, no. De ahí que me sienta incapaz de definir la acción de gobierno como de “cambio” político: en todo caso como un continuismo o una inercia en lo básico, aunque siempre queda la esperanza de, con el nuevo año, ver como las cosas empiezan a cambiar: esperanza que, evidentemente, no deberíamos perder.
Centrándome en al asunto que ha provocado mi enésima reflexión pública: ¿qué cobros pendientes hasta final de año se han aprobado vía modificación u otro procedimiento?. Principalmente, el abono de la parte pendiente de la paga extra detraída en 2012 y los servicios extraordinarios y productividades hasta final de año.
He podido observar que, ni los que han aprobado la modificación ni los que han “desbloqueado” la gestión ordinaria municipal han planteado en voz alta la pregunta de, ¿y el borrador de Presupuesto municipal, tardará mucho?. Y no se si no lo han hecho por puro tacticismo.
En cuanto a los conceptos que, como decía, vía modificación u otra afectan a los empleados y empleadas públicos, alguien ha preguntado: ¿y, con la modificación, ha cuanto asciende la partida definitivamente?. Los números son crueles y ponen de manifiesto que, lo que aparentemente es una decisión de funcionamiento ordinario, supone la decisión política de seguir propiciando una situación que, dentro de una presunta irregularidad, lo que sí supone es una irresponsabilidad política, si de valores y principios éticos de cambio hablamos. Ahora bien, si los valores y los principios quedaron aparcados o en el olvido tras el ascenso a las “cumbres” de la élite institucional municipal, , la cuestión pierde sentido porque habría que formularla de una manera más política.
Lo que, en mi opinión, se estaba dilucidando, no solo eran una serie de partidas presupuestarias para finalizar el ejercicio económico: se decidía continuar en la inercia, dejando la política de compromisos aparcada tras el simbolismo que ahora se enarbola como argumento frente a propios y extraños sin que exista una contestación, ni social ni política.
Por último, simplemente dedicar una última reflexión al papel que quiere desempeñar Esquerra Unida en el nuevo escenario que se plantea tras su salida del gobierno: ¿considera que seguir argumentando de forma retórica e incluso contradictoria es la herramienta necesaria para regenerar la política?.

Que el Ayuntamiento precise de una reorganización de recursos es más que evidente. Pero lo que igualmente precisa es la ruptura de una dinámica que propicia, con el consentimiento expreso de la totalidad de grupos políticos, que cuantiosos fondos sean detraídos de políticas sociales, de empleo, etc, con destino a “suplementar” los salarios de los y las trabajadores y trabajadoras municipales, algo que, pese a formar parte de éste colectivo, sigo sin entender en el marco de una política de izquierdas comprometida, no con las estructuras funcionariales, sino con la ciudadanía.