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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

lunes, 21 de diciembre de 2015

SI SE PUEDE, PERO ¿SE QUIERE?

¡Por fin!, pensarán algunos y algunas: ya han pasado las elecciones generales. Los discursos y las arengas a los votantes ( potenciales o hipotéticos, fieles o díscolos) dejan paso a análisis de todo tipo y para todos los gustos. Lo cierto es que, la máxima del “pueblo ha hablado” es una realidad. Y lo ha hecho con muchas voces: ahora falta que las voces se pongan de acuerdo.
Los grandes derrotados, si no se da la posibilidad de un acuerdo que posibilite la formación de gobierno, no serán las tácticas más o menos explícitas de los partidos contendientes, sino la ciudadanía. Ir a unas elecciones nuevamente conviene, en mi opinión, únicamente a las tácticas que unos y otros tienen al respecto de sí mismos olvidando esas ilusiones o expectativas de cambio, regeneración y justicia que muchos y muchas ( con diferencias, con matices) compartimos.
Al igual que ocurrió en las elecciones municipales, la fragmentación ( o la pluralidad) en cuanto a la representación es, por un lado, la expresión de un descontento y la agregación de éste a unas opciones políticas, principalmente Ciudadanos y Podemos: uno por el centro derecha y otro por la izquierda. Y por otro, la constatación de que la estrategia de conservación, principalmente de la izquierda tradicional (considerando como tal a PSOE e IU) desarrollada durante décadas, ha creado una desafección de la que se han aprovechado legítimamente otros.
En el caso del PSOE, haber hecho oídos sordos a las voces que desde la calle pedían más democracia ( en todos los sentidos y hacia todas las direcciones), más derechos y menos privilegios ( económicos, institucionales o judiciales), ha propiciado que la equidistancia política con los potenciales votantes e incluso simpatizantes ( y militantes) les haya situado en una complicada pero no irresoluble situación. En cuanto a Podemos, podríamos decir que se da el caso a la inversa: recoger ese discurso popular y construir una alternativa política en torno al mismo y, por consiguiente al sentimiento de abandono que la ciudadanía venía sintiendo, ha propiciado la emergencia de un movimiento de izquierdas, pero sin lastres simbólicos y sin élites previas marcadas por un pasado institucional que arrojarles a la cara. Pero, el diagnóstico del porqué sirve de bien poco en la situación en la que nos hemos situado, pues aparentemente las estrategias, pese a ser diferentes y divergentes, coinciden en algo: unos, por querer conservar, y los otros, por ocupar el espacio.
El entendimiento es posible si la voluntad existe más allá de las tácticas a medio y largo plazo que parecen subsistir tanto en unos como en otros. Pero éste entendimiento será imposible si se anteponen, a los intereses que dicen defender, líneas rojas inflexibles: o por mantener cuotas de poder, o por conservar las ganadas. Las líneas rojas deben suavizarse pues el diálogo que han mandatado las urnas ( creo, pues si las urnas han jugado a favor de un supuesto frentismo entre el “a mí me toca ahora o a yo tengo la legitimidad histórica”, el fracaso ya no sería de los actores políticos sino de quienes les sustentan) se basa en el entendimiento, y éste, en la cesión, premisas básicas para el acuerdo.
No obstante, queriendo ser optimista, soy realista. Y éste realismo me lleva a leer entre líneas los primeros mensajes que los líderes ( tradicionales o emergentes) lanzan, más que a la ciudadanía, entre ellos. Y estos mensajes son, aparentemente, trincheras irrenunciables, por lo que lo del entendimiento y el acuerdo parece, por lo menos difíciles.
Muchas cosas deberían cambiar, empezando por el carácter” protopresidencialista”  que algunos líderes ( tradicionales y emergentes) asumen: las bases y la ciudadanía seguro que tienen algo que decir.
Pero insisto: si la voluntad no es trabajar por los derechos y la democracia, y sí en pos de objetivos hegemónicos (mantenerlos o conseguirlos), flaco favor se estaría haciendo a quién y qué  se dice defender: acabar con el austericidio que la derecha ha impuesto, y profundizar en la justicia social y la democracia o, ¿de qué estamos hablando?.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

INCOGNITAS.


Dentro de unos días, la “pesadez” de la campaña dejará paso al silencio de la reflexión: la ciudadanía tendrá que, o ratificar su intención o decidir. Y esa decisión tendrá diferentes motivaciones, todas ellas legítimas pero con efectos diversos.
Es una evidencia que el panorama electoral no es en absoluto similar a 2011: hay opciones políticas que han emergido con una fuerza que, pese a que pueda parecer un fenómeno sorprendente, es fruto de un sistema hasta el día hegemonizado por dos opciones mayoritarias. Los nuevos han venido para quedarse y su efecto, tanto en el caso de la “nueva” derecha, como de la izquierda heredera de los movimientos de contestación ciudadana del 15M, van a ser positivos. En el caso de la nueva derecha (Ciudadanos, a la que atribuyo el papel de nueva derecha a la vista, por ejemplo, de su programa económico de claro corte neoliberal) viene a “regenerar” a la vieja derecha: a modernizar el centro derecha con un discurso en lo social de corte liberal pero sin desprenderse del todo de viejos tics. La izquierda aglutinada como catalizador en torno a las exigencias ciudadanas de más y mejor democracia, de más derechos y justicia, ha avanzado en detrimento no solo del aspecto electoral, sino del espacio político de la izquierda y centro izquierda tradicional. No obstante, los efectos inmediatos ( a largo plazo creo que nadie es capaz de aventurarse a una predicción ya que ésta estará en función de la actividad pública e institucional que ambas desarrollen tras las elecciones) son, al margen de positivos hacia las viejas estructuras partitocráticas anquilosadas y prisioneras de los intereses de sus élites, inciertas en cuanto a los equilibrios y viabilidad política tras el día 20.
En mi opinión, existen ( como decía) motivaciones diversas a la hora de decidir el voto: a quién, porqué y porque no. Entre éstas motivaciones están las emociones. Éstas, han decantado el voto de protesta; el voto contra el sistema extractivo  que ha gobernado periódicamente éste país hacia una opción (Podemos) que es fruto de una magnifica estrategia política ( asumiendo el discurso de la desafección y haciendo suyos las exigencias de más y mejor democracia y más justicia frente a los especuladores) pero que puede ser al mismo tiempo victima de la política real. Si el objetivo es un cambio de gobierno, ¿Es útil votar a los emergentes?. Desde el legítimo punto de vista de las emociones ( a favor y en contra) evidentemente sí: cumple las premisas de satisfacción que el ciudadano busca con su voto. Pero, ¿desde el punto de vista racional de la ecuación de costos/beneficios ( que definen otra de las opciones que definen las decisiones a parte de las enmueradas);?.  ¿Si se vota a Ciudadanos, tiene opción éste partido de gobernar?. Según los datos demoscópicos, no: pero la suma ( directa o indirecta) sí permitiría a la derecha ( siempre según los pronósticos demoscópicos, insisto) seguir en el gobierno aunque, evidentemente, no de la misma manera( condicionado por los planteamientos desde la oposición de un “socio” legítimamente ambicioso). ¿Y si se vota a Podemos?. Podría ocurrir ( siempre en función de la estrategia a medio y largo plazo de ésta formación política) que la excesiva perdida de representación del PSOE tenga como resultado que la suma sea imposible y, por lo tanto, siga gobernando la derecha. ¿Esto supone que hay que votar al PSOE en detrimento de Podemos?. No. Esto supone que lo deseable sería que el voto socialdemócrata le diese la suficiente representación para poder sumar con Podemos.
Es cierto que el PSOE ha perdido apoyo electoral a favor de Podemos, y Podemos se ha dejado querer, insinuando que su estrategia era deteriorar al PSOE para ocupar su espacio. Este objetivo no es probable que se produzca porque pese a la más que presumible bajada del PSOE, el suelo electoral del tradicional partido socialdemócrata sigue siendo alto debido a las características de los votantes fieles que ha consolidado. Luchar por desbancar de una forma radical al PSOE es un suicidio, no para Podemos, pero si para las posibilidades de un cambio real: el argumento de Podemos de que el PSOE es más de lo mismo es falso, pues la coyuntura es, tan radicalmente diferente que ineludiblemente éste partido va a tener que adaptarse a una situación cualitativa y cuantitativamente diferente: ya no habrán mayorías y si desea recuperar algo del espacio perdido deberá recuperar igualmente el carácter socialdemócrata en detrimento del social liberal que ha desarrollado en demasiadas ocasiones.
Como decía ( y termino) la decisión racional basada en la ecuación de costes y beneficios podría ser planteada de la siguiente manera ( en mi opinión): ¿qué costes tiene votar al PSOE a sabiendas que la situación ni es, ni será la misma que antes del 20D?. Quizá la renuncia a parte de la emotividad como condicionante del voto y una racionalidad en cuanto al objetivo de desbancar a la derecha, como beneficio.

La opinión es libre, y cada cual decidirá emocional o racionalmente ( o en una combinación de ambas), pero como la cuestión es expresar una opinión fundamentada en razones y no sólo en emociones, mi resumen es: votar a Ciudadanos, propiciará la continuidad de la derecha. Votar a Podemos en “demasiado” detrimento ( y basado en un discurso emotivo pero poco concreto en lo posible o viable dada la coyuntura supranacional que nos condiciona) del PSOE, propiciará igualmente que la derecha continúe gobernando. La decisión no es fácil, pero estoy seguro que, pase lo que pase, cada uno de nosotros habrá acertado y sólo el tiempo dará o quitará razones a la reflexión crítica y vigilante que se producirá a lo largo de la legislatura: todo ha cambiado.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

El gorrón democrático.


Que nadie se ofenda…si no tiene que ofenderse, pero la realidad es que, “gracias” a la dinámica social en la que vivimos (igual soy demasiado benévolo al denominarla “dinámica!): individualismo excluyente, solidaridad mecánica radical, etc. parece “normal” que la crítica hacia los poderes públicos se produzca de forma habitual en esas formas de comunicación coloquial que todos desarrollamos (bares, reuniones familiares, etc). Parece que lo “normal” sea cuestionar sin cuestionarse, o lo que es lo mismo: negar legitimidad a las instituciones y al tiempo exigir derechos negando obligaciones tan básicas como las de participación electoral. Y aquí quería llegar: ¿abstenerse por comodidad o por compromiso?.
La abstención es concebida en determinados círculos sociales como un ejercicio de responsabilidad al ejercerla de forma activa contra un sistema; contra un modelo y un funcionamiento con el que no se está de acuerdo. Pero, ¿ y esa abstención que se produce al coincidir la fecha electoral con un día festivo, eligiendo ocio y excluyendo el ejercicio de un derecho positivo como el del voto?.
El debate no ha surgido con las movilizaciones ciudadanas: es un motivo de discusión teórica consustancial a la democracia liberal en la que vivimos.
El 20D estamos convocados a las urnas, pero es domingo. ¿Acudiremos o simplemente la elección racional será en base a un hipotético calculo de costos- beneficios en el que lo que vamos a “conseguir” no nos compensa?.
Personalmente, creo que la desafección de la abstención es un acto legítimo, pero irresponsable. Y no lo es porque la ciudadanía que lo ejerce lo sea, sino porque el sistema así lo ha decidido: ha sustraído de nuestra democracia el concepto mismo de ciudadanía sustituyéndolo por otros eufemismos que, sin reflexionar sobre su sentido, usamos habitualmente: cliente, contribuyente, consumidor, usuario, etc.  Ha suprimido, con algo más que la aquiescencia de grupos empresariales de comunicación, lobbies económicos y financieros ( se han sustituido asignaturas que potenciaban la reflexión por otras “practicas” como el conocimiento de finanzas como acto compulsivo de conocimiento para la autoprotección) cualquier aspecto reflexivo o de pensamiento en el sistema educativo-formativo, han recluido a la filosofía a la nada, instrumentalizando el pensamiento social generalizado hacia el “unidimensionalismo” o el pensamiento único. El objetivo es simple: dominar a través de los instrumentos, cada día más modernos y efectivos, a una sociedad sometida al principal argumento de la política moderna: el miedo.
Defiendo la “obligación” social y cívica del voto como el principal instrumento para influir en la democracia actual, evidentemente, sin renunciar a su mejora a través de reformas y transformaciones que la conviertan en algo más que un mero acto cuatrianual ( ley electoral, revocabilidad, control y participación ciudadana, etc). Pero para que esa “obligación” cívica pueda desarrollarse, es precisa una conciencia mínima de lo colectivo frente a ese cálculo de costos-beneficios sobre los que pivota nuestra sociedad ,y  avanzar en su construcción  es responsabilidad de aquellos cuyos principios democráticos no acaban en el institucionalismo reduccionista.

El que, por desidia ( aunque justificada por la desafección impuesta, por la apatía social como derecho) decida no votar el 20D, podrá clasificarse como “gorrón”. Un gorrón que, pese a no cumplir con la mínima obligación cívica, sí que exigirá y criticará desde más allá de la barrera, pero sin acercarse a la arena que concreta y define una ciudadanía completa, base y pilar de una democracia desarrollada, participativa y corresponsable: un democracia mejor.

Modificar la modificación para que nada se modifique.

Aparentemente, ha bastado una semana para limar las “asperezas” que propiciaron el bloqueo de la modificación de crédito por parte de PP/C.s/EUPV. Aparentemente, la explicación pormenorizada ( ahora si) de las partidas a modificar ha provocado un ataque de responsabilidad en la otrora oposición inflexible. Los argumentos ( al menos los expuestos públicamente) son, como mínimo peregrinos y, en mi opinión, no justifica su posición anterior.
“No bloquear el funcionamiento institucional; favorecer que los trabajadores y trabajadoras públicos cobren…”. Y en éste último argumento voy a detenerme para plantear una reflexión que, aunque pueda parecer incongruente ( dado que pertenezco laboralmente a ese cuerpo de trabajadores y trabajadoras municipales), simplemente pretende expresar una reflexión que considero, si no necesaria, si coherente con el “espíritu” que inspiraba las candidaturas que conjuntamente llegaron al gobierno municipal tras las últimas elecciones municipales.
Podría intentar hacer un análisis de las políticas implementadas o al menos anunciadas hasta el momento, pero me resulta difícil. Como en alguna otra ocasión he comentado, el cambio que más se ha notado ( y no es poco) es el personal: la cercanía de los ahora gobierno municipal dista mucho de aquél otro distante y rayando en la soberbia que podíamos ver en algunos miembros del anterior ejecutivo local. Pero, ¿basta esto para escenificar un cambio político?. En mi opinión, no. De ahí que me sienta incapaz de definir la acción de gobierno como de “cambio” político: en todo caso como un continuismo o una inercia en lo básico, aunque siempre queda la esperanza de, con el nuevo año, ver como las cosas empiezan a cambiar: esperanza que, evidentemente, no deberíamos perder.
Centrándome en al asunto que ha provocado mi enésima reflexión pública: ¿qué cobros pendientes hasta final de año se han aprobado vía modificación u otro procedimiento?. Principalmente, el abono de la parte pendiente de la paga extra detraída en 2012 y los servicios extraordinarios y productividades hasta final de año.
He podido observar que, ni los que han aprobado la modificación ni los que han “desbloqueado” la gestión ordinaria municipal han planteado en voz alta la pregunta de, ¿y el borrador de Presupuesto municipal, tardará mucho?. Y no se si no lo han hecho por puro tacticismo.
En cuanto a los conceptos que, como decía, vía modificación u otra afectan a los empleados y empleadas públicos, alguien ha preguntado: ¿y, con la modificación, ha cuanto asciende la partida definitivamente?. Los números son crueles y ponen de manifiesto que, lo que aparentemente es una decisión de funcionamiento ordinario, supone la decisión política de seguir propiciando una situación que, dentro de una presunta irregularidad, lo que sí supone es una irresponsabilidad política, si de valores y principios éticos de cambio hablamos. Ahora bien, si los valores y los principios quedaron aparcados o en el olvido tras el ascenso a las “cumbres” de la élite institucional municipal, , la cuestión pierde sentido porque habría que formularla de una manera más política.
Lo que, en mi opinión, se estaba dilucidando, no solo eran una serie de partidas presupuestarias para finalizar el ejercicio económico: se decidía continuar en la inercia, dejando la política de compromisos aparcada tras el simbolismo que ahora se enarbola como argumento frente a propios y extraños sin que exista una contestación, ni social ni política.
Por último, simplemente dedicar una última reflexión al papel que quiere desempeñar Esquerra Unida en el nuevo escenario que se plantea tras su salida del gobierno: ¿considera que seguir argumentando de forma retórica e incluso contradictoria es la herramienta necesaria para regenerar la política?.

Que el Ayuntamiento precise de una reorganización de recursos es más que evidente. Pero lo que igualmente precisa es la ruptura de una dinámica que propicia, con el consentimiento expreso de la totalidad de grupos políticos, que cuantiosos fondos sean detraídos de políticas sociales, de empleo, etc, con destino a “suplementar” los salarios de los y las trabajadores y trabajadoras municipales, algo que, pese a formar parte de éste colectivo, sigo sin entender en el marco de una política de izquierdas comprometida, no con las estructuras funcionariales, sino con la ciudadanía.

martes, 27 de octubre de 2015

Una opinión…entre tantas posibles.

La situación que atraviesa el Ayuntamiento de El Campello merece una parada y reflexión sobre la misma. Una parada, pues los acontecimientos fruto del resultado de las elecciones locales del 25M que configuraban, en principio,  un gobierno diferente al que había regido la corporación municipal más de veinte años. Una reflexión, pues el mandato tácito de las urnas instaba a los nuevos representantes políticos a ser interlocutores de un nuevo dialogo; la pluralidad obligaba a la búsqueda de acuerdos.
Efectivamente, al no existir la posibilidad de sumar entre dos, se da un debate cuyo objetivo es formar gobierno entre cinco formaciones políticas con representación: PSPV-PSOE (14,59 y 3 representantes, pasando de2860 votos  a 1762), Compromis (12,17 y 3 concejales, pasando de 1893 votos  que sumaban Bloc e Iniciativa en 2011 a 1470 en 2015 como Compromís), Esquerra Unida (8,04 y 2 concejales pasando de 817 votos a 971, lo que supone un incremento de 154 votos ), Partido de El Campello (7,71 y 2 concejales con 931 votos) y Demócratas (5,97 y 1 Concejal con 721 votos).
Las elecciones, como dato cualitativo, ofrecieron un panorama en el que, el PSPV-PSOE perdía 3 concejales y  más de 1000 votos ( 1098); Compromís,  sufre una perdida en votos de 280 respecto a 2011,  lo que no fue impedimento para mantener los 3 representantes que  sumaban Bloc e Iniciativa y Esquerra Unida que  sumaba 154 votos más que en 2011 y duplicaba su representación. Hacen su aparición en la corporación dos fuerzas nuevas: Partido de El Campello  y Demócratas . Estas son las formaciones que, con la legitimidad de los votos y la responsabilidad de romper una inercia institucional que había durado más de veinte años, se sientan a negociar un nuevo gobierno municipal.
El PSPV-PSOE, esgrimiendo el argumento aceptado en otras instituciones de favorecer a la lista más votada, exige encabezar el gobierno municipal encontrándose, por un lado, con una estrategia común entre el resto de formaciones que podríamos denominar “anti-psoe” ( ¿o anti Pepe Varó?), argumento que es utilizado para forzar una votación en el que, el designado es el candidato de Compromís. Esta organización se encuentra con una oportunidad histórica que, de otra manera, hubiera sido harto improbable que se diese, favorecida, no por sus resultados ( recordemos que obtiene los mismos concejales y concejalas que sumaban anteriormente Bloc e Iniciativa, pero pierde votos respecto a la suma de 2011) sino por la nueva correlación de fuerzas y el duro revés del PSPV-PSOE en las urnas ( únicamente recordar que, desde 1995 éste partido pierde votos, manteniendo 7 representantes hasta 2007; perdiendo uno en 2011 y tres en 2015). Todo esto sumado al sentimiento “anti” al que antes me refería, favoreció un cambio en la correlación de fuerzas.
El PSPV-PSOE, ante el rechazo del resto de “socios”, decide no entrar en el gobierno, aunque firma el acuerdo de mínimos, apoyando igualmente la elección de Alcalde. Y ésta decisión, la adopta con el apoyo de la agrupación socialista, la misma que ha respaldado  la posición del Grupo municipal,  de no retomar las negociaciones con el gobierno plural hasta que no “se den las condiciones”, sin especificar con claridad cuáles son esas “condiciones”.
Otro de los interlocutores fundamentales para entender los últimos acontecimientos es Esquerra Unida. Esta organización se caracterizó durante la legislatura 2011-15 por posiciones fuertemente ideológicas enfrentadas a cualquier acuerdo con el resto de formaciones. No obstante, y dado el nuevo “estatus” conferido por las urnas, parece erigirse en “garante” del gobierno de cambio, pese a mantener una actitud crítica en el seno del mismo, llegando incluso a votar contra las propuestas que éste presentaba al Pleno municipal. El subjetivismo extremo ( puesto de manifiesto en las contradicciones entre discurso y practica), junto a un cierto grado de intransigencia, les  han dado un papel protagonista en las vicisitudes  que el gobierno municipal plural atraviesa.
La negativa del PSPV-PSOE nos sitúa en un escenario complicado pero no de imposible solución. Numéricamente, la posible salida de Esquerra Unida del Gobierno municipal podría ser compensada por un apoyo puntual ( por ejemplo, en los presupuestos 2016) del grupo socialista, pero no sería suficiente ( tres, más dos, más 1, más los votos del grupo socialista sumarían 9, faltando dos para la mayoría). Y aquí entra en liza otro de los nuevos: Ciudadanos.
Este partido, que presentó un candidato ciertamente desconocido en el panorama social y político de la localidad, obtiene, gracias al empuje que tiene a nivel estatal, tres concejales y 1613 votos:  149 votos menos que el PSPV-PSOE y 143 votos más que Compromis. Pero ésta formación se “autoexcluye” al renunciar a formar parte de un gobierno o dar su apoyo a uno encabezado o con la participación de Compromís, a quien califica de organización “independentista” ( trasladando el debate catalán a la Comunidad Valenciana ). No obstante, y ante la aparente negativa de uno de los participantes en el gobierno plural ( Esquerra Unida, que califica de derecha a Ciudadanos como antes había calificado de derecha a Compromís o al PSPV-PSOE)  a ampliar el dialogo a otras formaciones con representación política, parece que la integración de Ciudadanos en un acuerdo amplio será difícil o imposible.
Derecha e izquierda son etiquetas que se diluyen con actitudes, pues la verdadera definición viene dada por los programas y las políticas que se desarrollen y no solo por el discurso, pese al simbolismo que uno le dé.
Y en esas nos encontramos: inmersos en un dimes y desdimes que beneficiaría, si así siguiese, los objetivos del gobierno saliente: poner de manifiesto la imposibilidad de un gobierno diverso y plural; la necesidad de un gobierno fuerte y mayoritario, etc.

La tesitura es difícil pero no imposible pese a las contradicciones que se han venido produciendo entre discurso y práctica; programa y práctica ( se ha producido una acelerada adaptación al medio, practicando un continuismo preocupante y contradictorio con los principios que decían y dicen defender los miembros del gobierno plural). En mi opinión, el acuerdo no puede ser por imposición y sí por acuerdos, o lo que es lo mismo: primar el acuerdo político frente al tacticismo partidario, el estatus personal o cualquier otro interés. De lo contrario, los perjudicados no serán solo los partidos que intervienen directa o indirectamente en el nuevo gobierno: lo serán los vecinos y vecinas que, pese a asistir silencioso a las noticias sobre la crisis institucional, sí tienen su opinión y, sobre todo, la necesidad de superar décadas de atraso social y económico.

domingo, 25 de octubre de 2015

PREOCUPANTE SITUACIÓN.

Lo que está aconteciendo en nuestro Ayuntamiento, al margen de interpretaciones o análisis emotivos, tiene una explicación. El que podamos explicarlo no quiere decir que exista una valoración, pues esto queda en el terreno de la opinión de cada cual.
Los resultados de las pasadas elecciones configuraron una corporación sin mayorías y con una representación plural que, en la esperanza de muchos y muchas, garantizaba, a priori, el dialogo como única herramienta para, como mínimo, alcanzar el poder. Otra cuestión que, siendo deseable, parece que no se ha concretado es el entendimiento, fruto de ese diálogo, pues las posiciones de algunos de los componentes del gobierno plural parecen señalar en ese sentido.
Tres organizaciones contaban con tres representantes cada una. El partido con más votos fue el PSPV-PSOE, el siguiente Ciudadanos ( con 150 votos aproximadamente menos que el PSPV). El tercer partido con tres concejales fue Compromís, con casi 300 votos menos que el PSPV. De éstos tres, Ciudadanos se autoexcluyó al considerar que no podía apoyar un gobierno en el que participasen “independentistas”. Compromís, con un resultado cuantitativamente menor que en las municipales de 2011, apostó ( en una estrategia legítima, pero que no respetaba el acuerdo tácito a través del cual el partido más votado sería el que ostentase la máxima representación en caso de acuerdo) por un sentimiento “anti-pspv” y, haciendo uso del mismo, consiguió el apoyo del resto de los socios frente a la posición del PSPV de ostentar la Alcaldía. Este fue el motivo principal por el que el Grupo Socialista y la militancia optaron por apoyar pero no participar en el gobierno plural que se iba a componer.
Si tuviéramos que señalar las razones de la actual crisis, sería difícil buscar un culpable que no fuese la falta de una firme voluntad de, aparcando el tacticismo partidista, buscar acuerdos sobre el qué sin importar el quién. Hacer referencia en estos momentos a difusas líneas rojas, máxime cuando las que presentaban algunos en campaña se han desdibujado, no parece un argumento lo suficientemente razonable y racional, más allá de los objetivos simbólicos e instrumentales de alguno de los socios actuales del gobierno plural.
El PSPV ha decidido seguir donde está, o lo que es lo mismo: apoyar desde fuera las propuestas pero sin asumir áreas de gobierno. Y, aunque lo hace con absoluta legitimidad,  pues así lo ha decidido la militancia, creo que ésta posición incide más si cabe en una debilidad institucional que en nada beneficia el cambio por el que la ciudadanía apostó el pasado 25M. Y, qué decir de Ciudadanos: un partido que, siendo emergente a nivel estatal, inicia su camino político con un baile de candidatos y lo continua con la fuga al grupo de no adscritos de una de sus componentes ( la ex concejala del PP fichada por éstos).  Y si a esto sumamos que el  partido mayoritario en la oposición ( el pp) sigue buscando el motivo mismo de su existencia, más allá de la retórica contradictoria del “que ahora quiero lo que no quise antes”, el panorama municipal es ciertamente preocupante.
Personalmente creo que la situación requiere de un dialogo sin más condiciones que las programáticas: qué hacer con los servicios, qué hacer con los impuestos, qué hacer en materia de empleo, qué hacer para encontrar una alternativa al modelo estacional o del ladrillo, qué hacer con la miseria oculta gracias a la solidaridad vecinal, etc. Estos ejes, y otros deberían ser motivo de un acuerdo lo más amplio posible que contase con la pluralidad con la que la ciudadanía quiso ser representada y a través del dialogo: sin tacticismos.

Evidentemente las diferencias ideológicas y programáticas son un obstáculo, pero el acuerdo, si el diálogo se produce abiertamente, de forma transparente, sin olvidar los proyectos políticos pero si un poco los personales e incluso los partidarios ( demasiadas veces confundidos con los personales), creo que es posible que la legislatura llegue a concretar ese cambio por el que apostó mayoritariamente la ciudadanía de El Campello.

sábado, 10 de octubre de 2015

ACTIVO O PASIVO: ESA ES LA CUESTIÓN.

Mucha gente ( no voy a pecar de soberbio, afirmando que es la sociedad en su conjunto) opina sobre los partidos políticos. Y es una opinión legítima, pues es el poseedor o poseedora del instrumento que confiere el papel que tienen esos partidos y coaliciones como representantes institucionales de la voluntad popular expresada un día determinado en función de unos criterios determinados ( o indeterminados, porque las emociones son pulsiones pero no criterios). Muchos y muchas consideran que es necesario acabar con la situación de deslegitimación a la que han llegado, a través de prácticas claramente endogámicas, los partidos que nos han representado desde la instauración de la democracia representativa en la que vivimos. Pero lo que esos y esas muchos y muchas no han valorado todavía es que, no solo en la jornada electoral se tiene la responsabilidad, sino que, si así se asume, se tiene de forma cotidiana. Me explico.
Una organización política, se fundamenta en el compromiso ( el que sea) de sus militantes. La democratización o no de una institución social de éste tipo no depende de un buen o mal resultado electoral: de éste, en todo caso, dependerá la adaptación del discurso y la sustitución o no de determinados líderes, pero no su dinámica interna en si. Para cambiar el rumbo de las decisiones en una organización democrática; dentro de ese modelo representativo en el que vivimos en el que el 51 se impone al 49, la decisión de participar ( al margen de las personas que estén o dejen de estar) es fundamental. La militancia, con la responsabilidad que conlleva, tiene en su mano cambiar, no solo líderes, sino líneas y programas políticos. De ahí, que uno de los primeros escalones que la ciudadanía tiene que subir ( si el objetivo es recuperar el protagonismo que el sistema le ha ido quitando hasta convertirla en mero votante, consumidor, cliente, etc)  es el compromiso con los partidos, coaliciones o movimientos políticos. Evidentemente, no es necesario estar en posesión de un carnet ( aunque sería lo ideal) sino de ese carácter crítico hacia los que hemos señalado ( con nuestro voto) como nuestros representantes, exigiéndoles de forma permanente, el cumplimiento de los programas; de un comportamiento ético, de una moralidad acorde con las ideas que defienden, etc. 

Ser un mero sujeto pasivo ( que es, resumiendo de forma basta lo que supone la democracia representativa), que adquiere protagonismo únicamente en períodos electorales, no va a propiciar un cambio sustancial, produciéndose en la mayoría de los casos una mera sustitución de personas ( que, emocionalmente nos caerán mejor o peor) pero no de políticas, que es lo que nos afecta. Convertirnos en sujetos activos requiere, evidentemente de un esfuerzo, y no todos están en disposición de hacerlo ( por voluntad o por preparación), pero los que si se ocupan y preocupan públicamente de las cuestiones cotidianas de la política, sí deberían involucrarse activamente en el cambio que anhelan o desean, empezando, como no, por ese partido político que suscita nuestro interés o que representa, en líneas generales, nuestras inquietudes ideológicas. De ahí vendrán cambios; solo de la delegación del voto, únicamente vendrán, siendo positivos, frustraciones y desilusiones periódicas. Yo, personalmente, he decidido asumir el compromiso que considero que tengo como ciudadano con el partido que creo que representa mis ideas, al margen de los que están o puedan estar; al margen de lo que se haya hecho o dejado de hacer creo que, abandonar el papel de mero opinador público es un compromiso que personalmente tengo que asumir sin más objetivos que incidir o aportar individualmente en la construcción, como mínimo, de esa cotidianidad más justa, democrática y aceptable para mi futuro y el de los míos.

LOS SÍMBOLOS COMO ÚNICO ARGUMENTO.

A las gentes que nos autodefinimos como de izquierdas, nos puede más un símbolo que nada. Alimentamos nuestro espíritu con símbolos de todos tipo: viejos símbolos que despiertan nuestro recuerdos, añoranza y romanticismo. Pero la pregunta, más allá de la emotividad que despierta una bandera ( por poner un ejemplo), ¿Cuál es la propuesta que tenemos para sumar a la causa que decimos defender?. En el  “caso catalán” los símbolos se han nutrido de un anti españolismo construido en un alto porcentaje por el propio españolismo, pero ¿ en el caso de la república, cual es la propuesta que tenemos para la sociedad?.
No hace mucho, los amigos de La Illeta tuvieron a bien publicarme una reflexión escrita sobre la virtud cívica que, en resumen, no era otra cosa que un alegato a favor de la construcción de una sociedad más democrática, más allá del sistema electoral. Pues bien, los gestos que hemos podido ver en representantes políticos enarbolando y, porque no decirlo, apropiándose una bandera que no es solo de una causa, debería provocar un debate sobre la efectividad o no de la exposición beligerante de símbolos que han estado sometidos a la construcción de todos un imaginario negativo desde la imposición política, cultural y violenta por un régimen y su post régimen.
La bandera tricolor no es patrimonio de ningún partido o movimiento político: la bandera tricolor es un símbolo que debe llenarse de contenido más allá de las emociones que suscite. Es necesaria una estrategia pedagógica que sea capaz de combatir la imposición hegemónica que desarrollan los medios e instituciones al servicio del sistema. Construir un sentimiento se debería hacer, en primer lugar, combatiendo la ignorancia, y en segundo ( y no menos importante) exponiendo que la tricolor no solo supone la desaparición de la monarquía y su sustitución por una república, sino la extensión de un nuevo espíritu ciudadano.
En mi opinión, como republicano convencido y militante, los partidos y organizaciones que escenifican su legítima oposición a un régimen impuesto, deberían desarrollar en la sociedad un trabajo pedagógico paralelo que sume a la causa ciudadanos y ciudadanas responsables y comprometidos con el cambio que  se propone . Aconsejar la lectura, a modo de iniciación o introducción, si cabe, de la obra Dialogo en torno a la República de  Norberto Bobbio y Maurizio Viroli (Tusquets 2002) y al profesor Salvador Giner en su interesante artículo sobre Las Tres Democracias y otros relacionados con la construcción de la ciudadanía republicana como hecho diferenciador y característica fundamental del cambio de régimen que proponemos y queremos, más allá de los (importantes) símbolos que enarbolamos henchidos de lógica y legítima emoción.


LO QUE QUISIMOS SER, LO QUE DIJIMOS QUE ERAMOS Y LO QUE SOMOS.

Estas tres reflexiones serían adecuadas si, en el marco de una autocrítica, el partido emergente de la “ni izquierda ni derecha”, se plantease realmente dejar, aunque solo sea por un momento, el tacticismo electoral y abordar algo que, reclamándoselo a otros, parecen incapaces de realizar ellos mismos.
Quisieron ser, y así lo dijeron, el partido; el movimiento social que venía a renovar la “vieja” política, a democratizar definitivamente el sistema político con unos instrumentos absolutamente revolucionarios: ética, valores, compromiso, democracia radical… La realidad ( al menos en lo más cercano) es que, lejos de un cambio más o menos simbólico, lo que ha ocurrido es una rápida y eficaz adaptación al medio. El funcionalismo que impera en las estructuras políticas ha “fagocitado” aquellas intenciones que han quedado en mero “buenismo”.
Está claro, que esta reflexión será entendida como una crítica extemporánea e incluso injusta, cuando lo único que realmente  es, una reflexión externa y, evidentemente subjetiva, cuyo único objetivo es, si acaso, provocar un debate. No obstante, asumo que se me tache, por enésima ocasión, como “enemigo”, máxime por los que nunca han sido amigos.
En el camino electoral se han quedado compromisos que en mi opinión marcaban claramente diferencias con la “vieja” política: el asamblearismo radical y, por consiguiente la democracia cotidiana, era un elemento claramente diferenciador respecto de los “viejos” representantes políticos. La ética, entendida como cumplimiento de las promesas y compromisos, también ha quedado relegada, siempre ( como no) en beneficio de la estabilidad institucional. Cuestiones que suponían líneas infranqueables, han quedado como meras anécdotas de campaña. Lo importante, en esa adaptación “funcional” es que la institución siga funcionando con unas dinámicas más o menos similares.
No obstante, si que se puede señalar un cambio cualitativo: la imagen que los otrora defensores de las líneas rojas infranqueables transmiten no es la misma ( ni de lejos) que los que antes ocupaban los puestos de responsabilidad institucional. Es cierto, son más accesibles e incluso más dialogantes, aunque conociendo como conozco el “virus” que recorre la administración, mi pregunta es, ¿hasta cuándo? ( el virus al que me refiero es esa rara dolencia que convierte a las personas dialogantes y humildes en “expertos incuestionables” conocedores de todas y cada una de las cuestiones municipales, pese a que hasta hace poco, se desconocían…).
¿Porqué está reflexión?. Simplemente porque considero que es necesario que los que dijeron que eran y representaban una regeneración ética, estética y política, no pueden, simple y llanamente, “adaptarse” sin más, abandonando los principios que ilusionaron a muchos y muchas vecinos y vecinas. Creo que el discurso, si no es coherente con la práctica, cae en la misma contradicción que los “emergentes” criticaron en los representantes de la “vieja” política, y esto, en mi opinión es, además de impresentable, un paso atrás para el cambio que nuestro sistema político más cercano necesitaba y necesita.

Criticar al partido de la “vieja” política, cuando en muy poco tiempo se ha recorrido el mismo camino que éste recorrió durante décadas ( de partido de clase a partido atrapalotodo, de partido transformador a partido del sistema y para el sistema…) es una paradoja demasiado importante como para obviarla en beneficio de la “estabilidad” institucional.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

CRITICA.

Quizá sea demasiado pronto para que el ánimo decaiga, pero los signos que el nuevo gobierno municipal ha lanzado desde su toma de posesión no son nada ( o son muy poco) halagüeños para los que pensaban (mos) que el cambio era posible tras las elecciones del pasado mes de mayo. Para algunos, incluso sea demasiado pronto para la crítica, pero es una evidencia: la ausencia de ésta  ( ya sea por un falso “buenismo”, ya sea por las razones instrumentales (razón que establece relación entre un objeto, y los medios que sean para conseguirlos) provoca la autocomplacencia; camino corto hacia el clientelismo de todo tipo.
Se ha criticado con virulencia el asunto de las remuneraciones: que si no es coherente con lo dicho, que es, poco más que una traición a los votantes de éste o aquel partido, etc. Se ha criticado la “aparición” en escena del personal eventual ( asesores, de confianza, etc.). Se ha criticado la poca iniciativa política desde el inicio mismo del mandato. Pero las críticas han sido, o bien en círculos muy concretos, o provenientes de una oposición/oposición ( lo de oposición/oposición es, simplemente por clarificar: la oposición actual es el pp y ciudadanos, siendo el PSPV-PSOE una especie de apoyo/oposición) transfigurada demagógicamente en defensora de los compromisos electorales. Pero existe un cierto ambiente crítico entre aquellos que, tras los comicios municipales del mes de mayo, apoyamos un proyecto de cambio ético y estético, y a ésta actitud crítica me quiero referir.
La palabra “critica”, como tal, es entendida generalmente como un cuestionamiento y no como un disenso o discrepancia. Evidentemente hay un cierto tipo de crítica que no lo es, pues utiliza la media verdad y la demagogia desmemoriada para su construcción. La crítica, que aunque innecesariamente debe ser puntualizada como “constructiva”, es a la que me refiero y la que considero que debe ser practicada con asiduidad, pero con moderación ( y cuando digo moderación no me refiero a “morderse la lengua”, sino a moderar posiciones: a no querer imponer criterios, ideas o pareceres, sino a estar dispuesto a discutir, dialogar e incluso, a modificar posiciones). Y sobre la necesidad de entender el contexto de la crítica voy a intentar desarrollar mi exposición.
Creo que la emergencia de determinados sectores críticos es algo saludable, máxime cuando éstos no practican el razonamiento instrumental sino ese razonamiento  basado en argumentos e ideas; en principio, discutibles y falsables, pero exentos de objetivos impositivos o hegemónicos.
No obstante, es necesaria la comprensión de los razonamientos a los que criticamos, pues de lo contrario se antepondrían los argumentos puramente emotivos, lo que vaciaría de razonamiento el dialogo crítico que se pretende impulsar. Pero la comprensión de los razonamientos criticados no implican la aceptación, algo que debe ser una premisa en ese deseable dialogo crítico que algunos proponemos: el deseo de aceptación o imposición es un objetivo que vulnera el dialogo y lo convierte en monologo buscando, no el consenso de argumentos, sino la pura hegemonía personal.
Si el nuevo gobierno quieres ser verdaderamente el instrumento para iniciar ese cambio deseado, en principio debería ser receptivo a la crítica y al debate donde todas las posiciones partan de un mismo nivel, al margen de la coyuntural responsabilidad que cada cual ocupe o el rol que juegue. Creo humildemente, que los que apoyamos críticamente el cambio que creemos que puede representar el nuevo gobierno local, lo hacemos desde posiciones de encuentro y no de enfrentamiento, algo que, aunque sea emocionalmente difícil de entender ( o asumir) debería ser el primer ejercicio para avanzar en un nuevo modelo de institución donde los gobernados no estén al servicio de los gobernantes.

sábado, 29 de agosto de 2015

SINDICALISMO EN TIEMPOS DE CÓLERA.

Los sindicatos mayoritarios son, pese a la todavía imagen simbólica de “sindicatos de clase”, parte del problema institucional que la sociedad percibe y rechaza pero, ¿realmente son un problema, realmente son o siguen siendo útiles a la sociedad?.
Plantear esta pregunta no es baladí, pues si la desafección de la sociedad hacia los partidos es un hecho, y se ha manifestado en la emergencia de alternativas a los, hasta hoy, instrumentos para el mantenimiento del estatus quo; respecto a los sindicatos mayoritarios ha pasado algo similar, pero con una repercusión mediática menor y la no emergencia de alternativas, digamos: viables.
El sindicato es una herramienta; un instrumento para la defensa de los y las trabajadores y trabajadoras pero, al mismo tiempo, fue y debe recuperar el carácter de movimiento social que propició importantes movilizaciones y cambios en la sociedad, antes, durante y después de superada la transición a la democracia representativa de la que hoy “gozamos”. Pero, al igual que los partidos que hasta ahora representaban el mantenimiento y la reproducción ( aunque con matices, algunos importantes y otros meramente simbólicos o discursivos) del sistema “sufrieron” un proceso de institucionalización, a los sindicatos les ocurrió lo mismo.
La garantía de un nivel de representatividad institucional “garantizó” a los sindicatos de clase una serie de, digamos, privilegios: liberados institucionales, acumulación de horas, subvenciones, formación, etc. Y estos instrumentos, que deberían haber servido para avanzar en un trabajo sindical dirigido a reforzar la unidad de los y las trabajadores y trabajadoras, sirvieron para construir élites sindicales.
Algunos ven en la crítica a las todavía existentes élites sindicales un ataque mismo al sindicalismo, cuando es todo lo contrario: una reivindicación del papel de los sindicatos como instrumento de lucha y unidad de una clase trabajadora atomizada, disgregada y diluida en intereses sectoriales, algo que ha propiciado el “sálvese el que pueda”, mirando de reojo al de al lado para, o envidiar su situación o para ponerse de perfil, no sea que la miseria se acerque demasiado a la precariedad general que todos sufrimos.
Los sindicatos son y deben seguir siendo útiles: los trabajadores y trabajadoras no tenemos otra herramienta para defendernos de los ataques de los crecidos empresarios que, gracias a las sucesivas reformas laborales y a un clima de individualización de las relaciones laborales tiene, hoy más si cabe, la sartén por el mango: todo sea por la productividad y el empleo, aunque éste sea precario y no nos saque de la miseria ( no solo económica) en la que pataleamos para seguir a flote.
Quiero finalizar con dos detalles que, en mi opinión, inciden en la perentoria necesidad de reconstruir el movimiento sindical, pero desde abajo. El primero, las declaraciones de los dirigentes sindicales sobre un “logro” para las trabajadoras de la administración sobre bajas por embarazo: ¿sólo para las trabajadoras de la administración?, ¿eso es un logro?: sí, pero un logro sectorial que nos divide y nos enfrenta a los precarios en una guerra en la que la manipulación, sumada a la torpeza sindical, añaden leña a un fuego que solo calienta a los poderosos.
El segundo detalle: declaraciones de dirigentes sindicales sobre “haber logrado” que la administración “devolviese” derechos sustraídos a los trabajadores y trabajadoras públicos. ¿Solo para los trabajadores públicos?, ¿logro?, ¿fruto de la lucha?: la administración, en su táctica electoralista ( la misma que parecen motivar las declaraciones, pues si no es así, no lo entiendo) ha “concedido” algunas cosas a los empleados públicos ( un sector sobre el que tendríamos que reflexionar tranquilamente: corporativismo, insolidaridad, etc. pese a estar en situación de encabezar la solidaridad  entre la clase trabajadora y la lucha por la recuperación de la dignidad; pero ya se sabe:¡ sálvese el que pueda!). Las “movilizaciones”, escasamente seguidas, han servido para poco o más bien para nada, así que los “logros” no son tales, sino concesiones: ¡menos retórica tacticista y más reflexión compañeros!.

Sí, creo en el sindicalismo. Sí, creo en los partidos, pero como instrumentos y no como fines para la acomodación de nuevas-viejas élites. La construcción de una alternativa pasa, en mi opinión, por la reconstrucción de los partidos y sindicatos más allá del papel institucional: en la calle, codo a codo con los parados y paradas, con los precarios , con los jóvenes.

sábado, 22 de agosto de 2015

HERENCIAS Y RESPONSABILIDADES

Tras más de veinte años de estancia en el gobierno municipal, la “herencia” es importante. Una gestión marcada por una impronta claramente elitista donde las decisiones eran tomadas por unos pocos y, en demasiadas ocasiones marcadas por actitudes soberbias. Esta talante ha propiciado una, si cabe, mayor desvertebración del movimiento ciudadano en todos sus aspectos, resignado a la imposición de políticas y decisiones desde la cúpula del poder local. En todo caso, y en torno a problemas concretos, se ha dado una cierta agregación de opiniones: vertedero e impuestos. Aunque esta agregación no ha sido masiva, si ha creado un debate sobre ambas cuestiones.
La herencia no es solo en cuanto a la gestión ( de servicios, programas, etc); ni siquiera sobre la situación de las cuentas municipales: la herencia también son una serie de “tradiciones, costumbres y hábitos” que, en mi opinión, son tan importantes como las cuestiones referentes a políticas concretas, pues pueden condicionarlas de tal manera, que las ilusiones creadas en torno al cambio de gobierno que las urnas propiciaron el 25M podrían tornarse en una mayor frustración y, por lo tanto, descrédito de los nuevos gobernantes ( poseedores, en principio, de un patrimonio simbólico que deberían concretar en programas y políticas, pero también en gestos  coherentes con el mismo).
Hablaríamos de “tradiciones”, si nos referimos, por ejemplo, a la estructura misma de debate político: comisiones informativas, junta local de gobierno, plenos, organización de las áreas delegadas, etc. Aquí, ya se debería haber dado una nueva dimensión a la propia organización que confiriese un nuevo significado, tanto a las áreas como a los órganos de debate político (Las comisiones informativas, su denominación, la expresión e un compromiso político sobre la participación de vecinos afectados o interesados con voz en las mismas…)
En cuanto a la denominación misma de las áreas delegadas, solo un ejemplo: ¿porqué seguir denominando servicios sociales o participación ciudadana a unas áreas que deberían desarrollar una política dirigida a la igualdad o a la democracia participativa?. Soy consciente de que, solo la denominación; solo la terminología no define una política, pero si la orienta y le da un nuevo significado que incidiría en un aspecto cultural y pedagógico que no se debería olvidar si el objetivo de cambio no es solo partidario o coyuntural.
Otra de las herencias “tradicionales” que la ciudadanía esperaba que se cambiasen se refiere a los salarios y el personal político contratado por la administración. Debo decir que, para mí, no es una cuestión fundamental, pero entiendo que para muchos ciudadanos y ciudadanas, el carácter simbólico de las reformas propuestas en éste sentido sí lo son. Y no me refiero únicamente a las cantidades, sino a la “continuidad” en cuanto a la justificación o argumentación (tanto en las retribuciones como en la subvención a los grupos políticos, sin que, por ejemplo en ésta última se introdujese compromiso alguno sobre la transparencia y rendición de cuentas de los perceptores). El hecho de que no se haya hecho público, a través de información municipal el nombramiento de personal de apoyo político no dice mucho sobre el compromiso de transparencia, sin hablar del cambio de criterio en alguno de los grupos participantes en el gobierno plural en torno a éstas cuestiones.
Creo que hay herencias igualmente perniciosas para un nuevo gobierno que acaba de asumir la responsabilidad institucional que las meramente materiales, de ahí que algunas de las decisiones ( por ejemplo: la convocatoria del Pleno en el que se discutían las retribuciones por la mañana) hayan chocado, al menos, con las expectativas que muchos y muchas tenían puestas en el nuevo gobierno plural.

Creo que los primeros pasos han sido demasiado titubeantes, no en cuestiones de fondo (que, evidentemente requieren un estudio y un debate más profundo y  largo en el tiempo) sino en cuestiones de forma que, sin duda, hubieran marcado desde el inicio ese compromiso de cambio que muchos y muchas anhelábamos. 

lunes, 17 de agosto de 2015

UN PRINCIPIO: SOLIDARIDAD


¿Somos los y las trabajadores y trabajadoras públicos igual que el resto?: básicamente, sí. Nos diferencia nuestro estatuto y la legislación por la que nos regimos, pero en lo fundamental, somos iguales, con matices. Los y las trabajadores del sector privado, están sometidos a una estrategia de precarización que, aunque aparentemente no lo parezca, también nos afecta a los y las trabajadores y trabajadoras públicos. Pero no voy a filosofar sobre esa otra estrategia que, proveniente desde diferentes sectores, cuestiona y enfrenta a los y las trabajadores entre si con un objetivo: atomizar los intereses de la clase trabajadora para así disponer de una mayor, digamos; disponibilidad a la hora de aceptar recortes y precariedad. Voy a centrarme en un concepto retributivo que nos situará frente a un principio ético: la solidaridad.
Los trabajadores y trabajadoras del sector privado, “gracias” a la sucesión de reformas y a la debilidad estructural del tejido económico productivo, se encuentran en una gravísima situación en la que, ni teniendo trabajo se deja de ser pobre ( ver datos de Encuesta de Condiciones de Vida del INE 2014). La reformas laborales aprobadas no han incidido en un cambio de modelo productivo, pero si lo han hecho en las condiciones de vida de los y las trabajadores y trabajadoras. Los empleados públicos no estamos exentos de este “empobrecimiento”, ya que, a la privatización ( gustan de llamar “externalización), bajadas de salario y congelaciones varias, hay que sumar la estrategia que reúne todos estos parámetros de precariedad: desmontar los servicios públicos para igualarnos a todos y todas en la pobreza y así poder contar con lo que, ya Marx denominó el Ejercito de Reserva ( paro y precariedad estructural para mejor y mayor disposición de mano de obra barata, donde la competencia entre los pobres propicie un crecimiento de ese otro objetivo: individualización extrema del individuo, que es igual a la competición o guerra entre los y las trabajadores y trabajadoras por ocupar cualquier empleo a cualquier precio).
El concepto retributivo al que quiero referirme es: horas extras o servicios extraordinarios. Y el principio, como decía; el de solidaridad, entendida ésta como la concienciación de compartir situación social, al margen ( y parece fácil decirlo…) de la estabilidad laboral que se tenga.
Las horas extras en la empresa privada se ha generalizado como un método de doblar la producción con los mismos ( o menores) costes laborales. Estas horas, se realizan, no ya de forma extraordinaria, sino como parte estructural de la producción, siendo de obligada de realización y de dudosa compensación en muchas empresas. En las instituciones públicas ( al menos en la que yo presto mis servicios), los servicios extraordinarios ascienden, presupuestariamente ( presupuesto 2014 prorrogado) a más de cien mil euros. Y la pregunta que conecta el concepto retributivo y el principio de solidaridad, ¿deben realizar servicios extraordinarios los y las trabajadores y trabajadoras municipales?. Legitimamente, si. Pero la cuestión ya no es siquiera la legitimidad, sino la ética.
Los trabajadores y trabajadoras públicos “deberíamos” ser los que rompiésemos ( por estabilidad) la dinámica de atomización y enfrentamiento, convirtiéndonos en un tipo de “vanguardia” de los derechos: luchar por que las externalizaciones no se realicen, porque se fomente el autoempleo local, la creación de bolsas de trabajo temporal, los servicios gestionados con objetivos sociolaborales, etc.  Por el contrario, con el tiempo nos hemos convertido en una especie de élite laboral ( vilipendiada, si, pero envidiada, también) que olvida dos principios básicos: siendo trabajadores, prestamos servicios a la ciudadanía ( lo que presupone una cierta vocación de servicio), y debido a nuestra estabilidad, deberíamos fomentar y potenciar una conciencia colectiva que obligase a las estructuras políticas a preocuparse, no por las movilizaciones sectoriales, sino por una movilización general y transversal (laboralmente hablando).
Personalmente creo que, ese principio que otorga a todo aquel que cree que es necesario recuperar la solidaridad el atributo de “tonto”, debe ser combatido, y si exigimos a nuestros representantes principios y ética, nosotros, como servidores públicos profesionales deberíamos asumirlo como parte de nuestro necesario adn.

Repartir el potencial empleo que las administraciones locales tienen a su disposición no resolverá un problema en el que, por competencias y por dimensión, poca incidencia tienen las acciones locales, pero si puede paliar las situaciones de mayor gravedad: inserción laboral de jóvenes y reinserción de mayores; situaciones familiares extremas, etc. 

jueves, 6 de agosto de 2015

¿PLURALIDAD vs UNIDAD?


La pluralidad manifiesta del nuevo equipo de gobierno parece que quiere diluirse tras la figura del “equipo de gobierno”. En la última sesión plenaria, pese a designarse portavoces de los grupos políticos constituidos, los que están integrados en el equipo de gobierno no intervinieron como tal, haciendo las veces de portavoz único un miembro del gobierno plural.
En mi opinión eso no es positivo para la político ni positivo para una democracia que cada día es más plural y diversa en sus manifestaciones políticas.
El hecho de que las organizaciones participantes en el acuerdo plural no intervengan como tales me parece un intento poco positivo de trasladar un mensaje simbólico de unidad, cuando el grado de coincidencia únicamente se concreta a través del acuerdo suscrito y las políticas acordadas.

Creo sinceramente que no ha existido un análisis político por parte de cada uno de los actores implicados. Y cuando me refiero a un análisis político no quiero decir una valoración partidaria y electoral, sino una reflexión sobre el papel que cada uno quiere jugar en la sociedad, pues no solo de la institución vive la política, y olvidarlo, es olvidar el sustento mismo de la democracia: la pluralidad.

SALARIOS Y ASESORES.

Tras la celebración de la última sesión plenaria, la cuestión de los “salarios” ha pasado a ser la comidilla de una parte de la ciudadanía. Los argumentos que cada cual expuso en el Pleno tiene, por supuesto, legitimidad, pero deberían ser analizados detenidamente porque expresan, en sí mismo, no solo una serie de contradicciones, sino una posición tácita por parte de cada uno de los actores implicados en la nueva legislatura.
Por un lado, se observa un discurso demagógico por parte de la derecha que perdió el poder. Discurso apoyado, con la coincidencia de voto, del nuevo grupo de Ciudadanos, el cual expresó una posición que, lejos de suponer una novedad, significada una obviedad ( la división a partes iguales del presupuesto ) sin que los criterios que defendía como novedosos estuviesen claros.. El argumento del pp, sobre que la “carga” de la rebaja la soporta la oposición se sustenta, únicamente en el número de miembros del gobierno plural y el número de componentes de la “oposición”, pues respecto a las cantidades no es así, y la cifra de remuneraciones de 2014 y la actual así la demuestran.
La posición del grupo Socialista, pese a apoyar las retribuciones, planteó un argumento basado en el concepto “responsabilidad”, aunque, en mi opinión, se basa en una mera cuestión de estatus,  cuestión que no es novedosa, pues la conclusión del proceso de negociación estuvo marcada igualmente por una cuestión de estatus, cuestión que propició que el grupo socialista no entrase en el gobierno plural.
La cuestión de las remuneraciones se “salvó” gracias al apoyo del grupo socialista, pero existen demasiadas contradicciones que algunos de los miembros del nuevo gobierno deben explicar a sus votantes.
Pero, en mi opinión, hay cuestiones que son, en principio, más preocupantes para la cristalización y consolidación de ese proyecto de cambio que muchos deseamos. Una de ellas es la cuestión “pendiente” del denominado personal de confianza.
Algunos de las organizaciones que hoy componen el gobierno plural, se afanan en explicar lo que antes criticaban vehementemente. Y los argumentos, siendo contradictorios, entrañan una verdad: los cargos públicos no tienen , ni deben tener conocimientos específicos: los cargos políticos deben tener, un programa y las ideas claras sobre los objetivos políticos que se persiguen. Otro de los argumentos es el nulo asesoramiento que los funcionarios y funcionarias públicas han realizado o pueden realizar. Esta justificación no se sustenta, ni en hechos ni en datos, pues el trabajador municipal no ha podido asesorar dada la red clientelar que el pp había construido a lo largo de más de dos décadas, premiando el seguidismo y la complacencia a la profesionalidad.
Dicho esto, considero que, si existe una necesidad de mayor asesoramiento técnico, la administración local tiene una amplia plantilla donde buscarlo, y no siendo así, dispone de una red de instituciones en las que apoyarse para dilucidar, en su caso, la legalidad de las políticas y programas. Y ahondando más si cabe: si fuese necesario un asesoramiento, éste tendría un costo económico elevado pues a nadie le cabe en la cabeza que un asesor profesional y experimentado en un campo determinado pueda cobrar como un auxiliar administrativo.
La figura, controvertida, del personal de confianza, se ha basado en la necesidad de los partidos políticos en reforzar sus propias estructuras, así como la de dar cabida institucional a personas por interés partidario. Los “asesores” han sido, o meros auxiliares administrativos, o comisarios políticos, o militantes complacientes “merecedores” de algún tipo de premio o reconocimiento.
No obstante, considero que contar con otras opiniones, en primer lugar supone una delegación de poder, que bien podría recaer, o en personal público o en militantes que, de forma altruista prestasen colaboración o consejo a sus organizaciones. Igualmente, existe una vía no explorada que es la creación de becas remuneradas destinadas a estudiantes de diferentes especialidades, formados pero sin experiencia laboral, pero deseosos de poner en practica sus conocimientos y, porque no, de colaborar en el desarrollo de nuevas políticas más acordes con las demandas y necesidades de una sociedad cada día más desigual.  Pero para aplicar, por ejemplo la primera vía, se precisaría, tanto un compromiso como una actitud humilde del cargo público respecto a sus propios compañeros, sin que los y las que opinen sean vistos, ni como adversarios, ni como entrometidos: el concejal o la concejal, no debe saber de todo, pero tampoco puede tener el conocimiento universal  (un  estatus “adquirido” que debería ser superado)que parece dotar a los cargos públicos una vez tomada posesión.




LEER LA DEMOCRACIA.

Los primeros pasos del gobierno plural, que asumió la dirección de la institución municipal tras las elecciones municipales están, en mi opinión, marcados por un exceso de prudencia: algo así como si la institución misma se hubiese impuesto a las intenciones previas con las que accedieron los miembros de las diferentes organizaciones políticas que pactaron la actual composición del gobierno. Ese exceso de prudencia puede ser lógico ( al enfrentarse a una realidad más o menos conocida), pero también se puede observar un tacticísmo calculado; un exceso de lo que podríamos llamar racionalidad formal; intentando adecuar y adecuarse a esa realidad que se enfrentan abierta y emotivamente a los prejuicios que, antes de las elecciones eran los “pilares” de los partidos y organizaciones políticas que hoy forman el equipo de gobierno.
Decía lo de más o menos conocida, pues algunos de los integrantes del nuevo gobierno municipal tenían una experiencia previa que, en mi opinión, debería haber servido para permitirles avanzar a un ritmo diferente, pues la situación y muchos de los asuntos eran ( o deberían ser) conocidos. Esa aparente modulación del ritmo considero personalmente que se debe ( al igual que otra cuestión a la que posteriormente me referiré: una aparente actitud excluyente) a un insuficiente análisis político y una “adaptación” al estatus quo, algo que la ciudadanía no sugirió a los partidos el pasado 24M. En todo caso, la lectura del mensaje que surgió de las urnas, no se refería únicamente a un cambio de gobierno ( que también), sino a un cambio de políticas y, sobre todo, a un cambio en la política que, a lo largo de veinte años impuso la derecha.
La confrontación o contraposición ideológica ( en su significado más conservador y subjetivo, quiero pensar, pues de otra manera, la explicación sobre equilibrios y objetivos personales significaría más de lo mismo, vaciando el discurso de cambio y traicionando lo mandatado por los votantes) ha propiciado la “exclusión”, legítima electoralmente, pero inadecuada políticamente, de una organización que obtuvo una importante representación como es Ciudadanos.
Las opiniones, sobre éste partido emergente pueden ser positivas o negativas, pero los más de mil seiscientos votos obtenidos, así como los equilibrios necesarios para la formación de un gobierno alternativo a la derecha hegemónica hasta el 22M, deberían haber propiciado un análisis político, como mínimo.
Que Ciudadanos es un partido ecléctico electoral y políticamente nadie lo pone en duda, pese a que a ellos les agrade más el término transversalidad. Esta organización es la apuesta de la derecha económica ante la podredumbre del partido que tradicionalmente había representado la “esencia” de la derecha: esa que el discurso de Ciudadanos quiere superar a través de propuestas, en lo económico, claramente neoliberales, pero que  en lo referente, por ejemplo, a derechos civiles es infinitamente más avanzada que la representada por una derecha con demasiados tics autoritarios y, porque no decirlo: tardofranquistas ( paternalismo económico, posición reaccionaria en materia de derechos individuales, etc). En definitiva, Ciudadanos representa para muchos esa social derecha sensata que, pese a nutrirse de ex militantes y cargos públicos de la derecha reaccionaria, supone un “cambio” para muchos y muchas.
No sabemos si Ciudadanos ha participado en el proceso de negociación, pero por lo poco que conocemos, fue “vetada” por alguna de las partes participantes en la negociación, siendo aceptada esta imposición “ideológica”, sin que se produjese análisis político alguno ( el análisis ideológico, sesgado por lo subjetivo y los prejuicios, parte de una actitud conservadora: la de preservar una supuesta esencia que, en definitiva, no es más que un cierto tipo de estatus basado únicamente en un cierto tipo de retórica).
¿A qué me refiero cuando hablo de análisis político?. Precisamente a la necesidad de dotar de mayor consistencia institucional a un gobierno que promueve, como principio inspirador, el cambio respecto a las dos últimas décadas. Y esa necesidad de consistencia, se basa, tanto en una cuestión numérica como democrática: numéricamente, un gobierno de ocho concejales ( sobre una mayoría necesaria de once), apoyado desde “fuera” por uno de los participantes en el proceso de diálogo, no es suficientemente sólido. Las diferentes tesituras a las que deberá enfrentarse el gobierno plural pueden propiciar, al depender “solo” de once votos, desequilibrios en la dinámica político institucional.
Algunos, con toda la legitimidad y razón ( instrumental y, por lo tanto, en función de fines) podrán argumentar que es “suficientemente” democrático un gobierno plural con la representación actual y el apoyo puntual del grupo socialista: es cierto. Pero desde un análisis exento, en lo posible de emotividad y condicionantes subjetivos, ¿no sería más democrático dar representación, en lo posible y dentro de la voluntad que se tenga,  a una organización que rompe la hegemonía de esa derecha que, pese al tufo autoritario e incluso reaccionario, ha gobernado más de dos décadas?.

Creo que, si de algo adolece, en mi opinión, el actual gobierno plural es de análisis político, más allá de prejuicios y tacticismo calculado como argumento. La ilusión y la voluntad de cambio de muchos y muchas ciudadanos y ciudadanas se expresó con claridad el 24M, y dejando fuera a la derecha que había gobernado, considero que, en beneficio de la pluralidad, de la democracia e incluso de ese mismo proyecto de cambio que preconizaban en sus acuerdos los miembros del actual gobierno, debería someterse a un análisis.

martes, 28 de julio de 2015

Bustos, banderas e himnos.


Algunos gobiernos de la izquierda diversa y plural que accedieron a los gobiernos municipales tras las elecciones del pasado 24 de mayo están mostrando una carencia que, desgraciadamente, está siendo utilizada por sus virulentos detractores como una muestra del “verdadero” carácter que éstos ocultaban. La falta de lectura política de la situación, junto con un exceso de emocionalidad en algunas decisiones, dibuja un inestable escenario para las ilusiones que muchos y muchas pusieron en ellos. Parecen estar haciendo todo lo posible para dar argumentos a los que anunciaban una “inestabilidad democrática”.

El “asalto a los cielos” no puede suponer, en virtud de los equilibrios propios de la pluralidad, un irracional intento de “imponer” cuestiones que suponen un choque igualmente emocional en una sociedad que, nos guste o no, ha naturalizado, tras años de imposición cultural, un imaginario colectivo sustentado por una construcción mediática y simbólica. La lucha contra ésta evidencia no puede ser, ni la imposición institucional ni la decisión subjetiva en virtud de la simbología propia: la nueva política se debería basar en el acuerdo, en el consenso y en la pedagogía aplicada a través de las decisiones y la política desarrollada. En palabras de Foucault, uno de los objetivos es “hacer visible lo invisible”, y para ello el trabajo de quitar, poner o sustituir no es efectivo pues entra en el juego de los equilibrios institucionales donde, la alternancia del sistema, propiciará la restitución de los quitados o sustituidos, pero con un mayor grado de inquina, cuestión que no favorece los objetivos de cambio.


La izquierda debería hacer una lectura política adecuada a los objetivos, y a ser posible, prescindir de los argumentos emotivos, pues éstos, generalmente y gracias a décadas de estrategias (construidas socialmente) de dominación cultural, significan para muchos y muchas imágenes de confrontación y crispación: dejemos las banderas, bustos e imágenes y dediquemos nuestro esfuerzo a reconstruir una sociedad que, a causa de la racionalidad formal (Weber) de las estructuras de dominación es, para nosotros y nosotras, “irracional en su conjunto” (Marcuse). El cómo, parece claro: democracia. Democracia aceptando incluso la “irracionalidad”; aceptando la discrepancia y la diferencia; utilizando la pedagogía; creando escenarios de participación, información y co-decisión. Tantos años de “violencia simbólica” ( que, al ser los dominados inconscientes de esas prácticas contra ellos, se convierten en cómplices de la dominación a la que se les somete) no se resuelve a través de la confrontación de símbolos: se revierte, gradualmente, a través de la política, en mayúsculas.

lunes, 27 de julio de 2015

El reparto del empleo.


La reforma laboral del pp ha servido a uno de los fines que la crisis tenía ( y tiene); que algunos vieron de forma tácita, pero hoy, a la vista de los datos sobre el tipo de empleo que se crea en éste país, va tomando forma explícita: el empobrecimiento.
Pese a que éste concepto sea  ajeno para muchos y muchas, o se quiera pasar de puntillas ( el terror económico que la crisis ha puesto en manos de unos pocos es un arma demasiado potente para combatirlo sólo con principios), el empobrecimiento generalizado es un hecho que no escapa a casi nadie. Los pequeños ( o no tan pequeños) agregados de solidaridad son los que están sosteniendo el difícil equilibrio sobre el que deambula la sociedad: padres, suegros, vecinos, ONGs, etc, son las que están sustituyendo a un estado cada día más mínimo: otro de los objetivos de la estrategia global neoliberal.
Desde los Ayuntamientos, y previa autorización de las administraciones competentes en materia de empleo, se puede incidir cuantitativa y cualitativamente: destinar,  parte de los presupuestos actuales destinados a la realización de horas y servicios extraordinarios para la creación directa de empleo. Creo, que la pasada legislatura ya hubo algún grupo que apuntó alguna cuestión, pese a no concretarlo presupuestariamente. Junto a la reconsideración de las partidas destinadas a servicios y horas extras, puede ( y debe) sumarse otros gastos no prioritarios para dotar suficientemente un programa de acción directa.
Las bolsas de empleo son pequeños pero efectivos parches que pueden ofrecer a muchos y muchas trabajadores y trabajadoras un instrumento no solo para la supervivencia, sino también para recuperar algo que, hoy por hoy está bajo mínimos: la dignidad como trabajadores y trabajadoras; en definitiva, como personas. Pero esto no basta: la necesidad de abrir nuevos nichos de empleo al hilo de un cambio de modelo productivo local, más sostenible y sin dependencia de la temporalidad es otro reto que debe ser abordado en El Campello sin prisa, pero sin pausa.
Otra cuestión son el rescate de servicios actualmente en manos de empresas. Aquí no solo basta con la voluntad, sino con la situación contractual en la que se encuentran esos servicios: decir que se va a “municipalizar” un servicio, sin valorar las repercusiones que podría tener el incumplimiento de un contrato sería una irresponsabilidad. No obstante, valorada ésta cuestión, si se pueden crear mecanismos para, a través de la promoción del autoempleo y la iniciativa local, co-gestionar muchos de los servicios que hasta el día vienen prestando empresas. Pero el objetivo no puede quedar en ésta cuestión: la formación, la horizontalidad de esa co-gestión, la sostenibilidad presupuestaria, etc, son cuestiones que deben entrar en el debate ( valorar si una revisión de impuestos y tasas puede o afectaría a éste objetivo)
Como decía, las acciones, pese a necesarias, siempre van a ser parciales y, desgraciadamente, temporales; condicionadas a presupuestos, necesidades e incluso a la adecuación de los servicios a la existencia de trabajadores asociados que puedan asumir la co-gestión. Es necesaria la apertura de un dialogo, donde la institución municipal, el tejido empresarial local, los centros universitarios y órganos supramunicipales, junto con sindicatos y vecinos, hablen de cómo ampliar el modelo económico local, y ahí el papel de liderazgo del Ayuntamiento es imprescindible.

En éstos días, que muchos salen en los medios de comunicación sacando pecho ante los datos del empleo, pese a los apabullantes datos que indican el progresivo empobrecimiento de los trabajadores y trabajadoras asalariados; la fuga de trabajadores y trabajadoras al extranjero, sirva como reflexión un interesante artículo con un no menos interesante título de José Carlos Diez: País de ladrillo y camareros ( Tinta libre del mes de julio). ¿Ese es el futuro?

sábado, 25 de julio de 2015

PASO A PASO...

Los primeros pasos del nuevo equipo de gobierno están siendo, como no podría ser de otra forma; tímidos y calculados. Esta actitud es, más que una opción; una necesidad, pues el punto de partida no podía ser más estresante: elección de Alcalde con mayoría; composición de gobierno en minoría, afrontar la situación de un presupuesto municipal prorrogado y en parte comprometido; actos programados, etc. Tampoco, éstos primeros pasos han estados exentos de crítica: se critica incluso que los concejales y concejalas se hagan fotos y las publiquen en sus perfiles en red. Aunque una de las principales y más llamativas críticas ha sido la "suspensión" de las Escuelas Deportivas de verano debido a un problema heredado de la irresponsabilidad: la de un gobierno que ha hecho dejadez de su responsabilidad, dejando sin resolver la adjudicación de servicios. Llamativa la crítica del que hasta hace menos de dos meses era el Alcalde que, sin rubor, espetó al nuevo equipo de gobierno: gobernar es tomar decisiones, algo que debería haberse aplicado el y los suyos antes de señalar a los demás.
La cuestión presupuestaria es otra de las cuestiones que hacen que el nuevo gobierno municipal piense dos veces cada paso: ¿qué parte del presupuesto prorrogado está ya contraído a través de gastos aprobados por el anterior gobierno?. Con estos mimbres tendrá que jugar el Gobierno plural hasta, al menos, el mes de enero, en el que esperamos que haya un presupuesto municipal no prorrogado. Y sobre ésta cuestión me gustaría decir que se debería evitar el nerviosismo por demostrar que lo que se predicaba era un compromiso: me refiero a los presupuestos participativos. Para que éstos sean un inicio ( de participativos), hay que evitar complicar la gestión intentando crear organismos y comisiones. La forma más eficiente es recuperar los Consejos Sectoriales que existieron e intentar dar un primer paso en esa profundización democrática que todos queremos, pero sin prisas ni improvisaciones.

Otra cuestión que en mi opinión parece fundamental, es la revisión de la organización municipal. El anterior gobierno, tras dos décadas, ha dejado una administración marcada por unas redes clientelares; una falta de organización en diversas áreas, así como un exceso presupuestario, por ejemplo, en horas extras ( presupuestadas en 2014: 110.000 euros). Revisar el organigrama, situar a personas de confianza en puestos clave, y recuperar la justicia y la igualdad como premisa de gestión interna es todo un reto: la justicia en el trato como trabajadores, y la igualdad, suprimiendo los "privilegios" de los que gozan determinados puestos de responsabilidad administrativa.
Las decisiones en materia de personal pueden ( y lo harán) acarrear tensiones, pero creo que la premisa no debería ser contentar a todos, sino cumplir compromisos con la ciudadanía.

Creo que el trabajo será arduo pues dos décadas han dado para mucho, y hay mucho que ordenar, reordenar, definir y redefinir para devolver a la institución municipal ese deseable y deseado carácter de "casa de todos" y no reducto de élites. En esto, si que personalmente observo diferencias, pues la actitud, el talante personal de los que acaban de llegar es mucho menos soberbio y mucho más cercano que el de los que estaban, y eso, a nivel humano, ya es importante.

Los y las ciudadanos y ciudadanas que crean que el triunfo o el fracaso del proceso de cambio iniciado es un triunfo o fracaso de todos, deben asumir su parte de corresponsabilidad: siempre desde una actitud crítica, pues éste es el único instrumento que puede enfrentarse a la adulación propia que históricamente ha promovido la institución ante las élites locales; adulación que aleja de la realidad, algo que no puede permitirse el nuevo gobierno progresista y plural.

martes, 21 de julio de 2015

DESEOS Y REALIDADES.

Todavía ( y es pronto) no se ha concretado el régimen retributivo de los cargos públicos en la nueva corporación. Un amigo me decía que, antes de concretar el acuerdo plural, una de las partes afirmaba que: " si alguien habla delante de mi de dinero, se acabó la negociación". Este condicionamiento programático ha sido asumido con un requerimiento emotivo que condiciona o podría hacerlo la viabilidad de un gobierno plural que tiene ante si un cúmulo de retos y, donde éste problema es menor, en mi opinión.
Creo que, en un "exceso" de ética o quizá, de vergüenza ( hablar de asuntos salariales parece que, de alguna manera, "ensucie" las buenas intenciones) el asunto se dejó para más adelante. En mi opinión debería haberse resuelto sin ningún problema para, una vez en el gobierno municipal, consensuar un reglamento donde éstas (y otras, evidentemente) cuestiones quedasen resueltas de forma clara.
Respecto a los salarios de nuestros cargos públicos, en general, se ha encendido un acalorado debate sobre los privilegios; debate que, con razón y razones ha cuestionado el qué y el porqué. En el caso de los Ayuntamientos, la Ley de Sostenibilidad ha pretendido dar un marco legal a las retribuciones pero, desgraciadamente, se ha quedado a medias: regula el máximo del Alcalde, el número total de dedicaciones exclusivas y el número total de personal de confianza.
Los argumentos "ideológicos" de los que mantienen una posición más "firme" parte de unos criterios que, pueden ser o bien podrían ser otros: la cuestión de "tres veces" o de "dos veces y media" podría bien ser de "una vez y tres cuartos" o incluso de "dos veces y una decima"... Lo cierto es que nadie (aunque defienda con vehemencia la pureza y justicia de su planteamiento) tiene la solución, pues el concepto "responsabilidad" no es, en mi opinión, suficiente para dar un marco cuantitativo a dichas remuneraciones.
Creo que un instrumento que podría servir sería el régimen retributivo de los funcionarios y funcionarias públicos, donde, con criterios, se plantea qué y porqué se cobra. Pero ya digo que, pudiendo ser útil, igual tampoco lo es tanto.
Por lo tanto, creo que cabe un acto de ajuste por parte de nuestros nuevos responsables políticos: un ajuste a la baja, pero también un acto que se base no en un mero reparto, o en una concesión a planteamientos ideológicos ( en el sentido de subjetividad condicionante): un acuerdo, consensuado entre la totalidad de formaciones políticas que de un marco de estabilidad a la posterior traslación del mismo a ese necesario reglamento.
No obstante, sí hay una cuestión que debería preocupar a las formaciones políticas: la transparencia en las cuentas. Y, si los salarios son necesariamente transparentes, no tiene la misma característica la partida de subvenciones o ayudas a los grupos políticos con representación. Debería regularse la presentación de cuentas para evitar un agravio comparativo ( mantenido durante años) con el resto de ciudadanos y ciudadanas que deben justificar hasta el último céntimo percibido de la administración.
Y concluyo: creo que una rebaja en las retribuciones es necesaria; creo que debe propiciarse un acuerdo y no una imposición que pueda ser motivo de polémica; creo que deben "aparcarse" esos condicionantes pseudomorales e ideológicos ( no digo abandonarlos, pero si graduarlos) pues el objetivo supera en mucho las expectativas de todos los actores y, sobre todo, involucra a muchos y muchas que, aunque manteninendo una necesaria actitud crítica, esperamos que la lectura de la nueva situación política sea la correcta: cambio, pero sin traumas ni víctimas.

viernes, 17 de julio de 2015

CUESTIÓN DE FONDO

La ilusión; las ganas de hacer cambios pueden ser un factor en contra del nuevo equipo de gobierno municipal: la ansiedad que puede provocar, por un lado, encontrarse una "sólida" estructura clientelar, junto a la debilidad de un equipo de gobierno en minoría, puede ser una rémora en el cambio que todos deseamos ver cuanto antes. No podemos olvidar que el nuevo gobierno municipal se ha encontrado "enfrascado" en una espiral de actos ( festividad de verano); con una actitud "poco" colaboradora o "demasiado" colaboradora por parte de determinadas estructuras municipales; y sobre todo, algunas carencias en el proceso de negociación previo que, sin lugar a dudas, provocarán más de un "desencuentro".
La expectativa que ha suscitado el cambio de gobierno no debe restarnos ni un ápice de actitud crítica, y así debería ser entendida en el gobierno plural: crítica significa, como mínimo, una actitud constructiva y no debería entenderse como crítica a las personas que componen el nuevo equipo.
En primer lugar, la ciudadanía no entiende porqué el primer desencuentro es sobre el sempiterno asunto de los salarios. Este problema es una de tantas cuestiones heredadas de las dos décadas de gobierno del partido popular, el cual, lejos de regular ésta y otras cuestiones internas, se dedicó a la contemplación, como si los asientos del gobierno fueran un bien garantizado.
El "problema" de los salarios fue en 2011 también un obstáculos en el entendimiento del, por aquel entonces, gobierno minoritario. ¿Porqué no se abordó previamente?, ¿porqué tanto reparo a hablar de una cuestión que se ha demostrado de forma reiterada como un problema de fondo sobre el que parece dar vergüenza hablar?. Creo que éste, siendo un asunto importante, es una cuestión de forma, pues el acuerdo programático que firmaron los partidos que apoyaron la elección de Alcalde concretaba una bajada generalizada de los salarios, entonces ¿cual es el problema?. ¿Líneas rojas?. Creo que hay cuestiones tan o más importantes como para "flexibilizar" las líneas rojas, sacar adelante esta cuestión formal, y abordar la elaboración de un reglamento que evite que ésta cuestión vuelva a ser un obstáculo de entendimiento.
Otra cuestión son los asesores; o personal de confianza o como quiera denominarse. Sobre éste aspecto creo que, no debe nadie rasgarse las vestiduras si el apoyo que se acuerda para los grupos y gobierno roza o alcanza el límite legal ( siete) siempre y cuando las remuneraciones estén ajustadas a parámetros funcionariales ( por ejemplo), y la valía de las personas sea igualmente evaluable, más allá de la pertenencia o no a una organización política.
La última cuestión es el necesario análisis político que desde el nuevo equipo de gobierno debe realizarse sobre todos y cada uno de los asuntos que colean o puedan ir surgiendo, pero sin que ésto suponga un freno a la aplicación del programa de mínimos pactado.
Cuando me refiero un análisis político, lo hago a ese necesario análisis exento ( en lo posible) de emotividad y tacticismo partidario ( en lo posible): que la actuación sea visualizada y evaluada como plural pero colectiva es algo importante y uno de los valores de la pluralidad del nuevo gobierno municipal. Creo que se debe ser generoso en el debate y flexible en las posiciones si se pretende dar una proyección temporal al gobierno: sumar acuerdos es necesario para consolidar los cambios y transformaciones que se pretenden. No porque sea una necesidad matemática, sino porque es la única manera de que los cambios de gobierno que puedan darse ( personas u organizaciones) en el futuro no ponga en peligro las políticas. Por ejemplo: si se acuerda crear una bolsa de empleo, ésta debería ser una cuestión "institucional"; si se profundizar las ayudas sociales, igualmente. La política "meritocrática", partidaria o tacticista puede ser un condicionante demasiado pesado, creando roces y desencuentros innecesarios.
La última cuestión a la que me quiero referir en ésta primer incursión crítica sobre el nuevo gobierno plural es la necesidad de una profunda reestructuración de las anquilosadas y clientelares estructuras burocrático/administrativos. Y en éste aspecto encuentro uno de los principales problemas que debe resolver el nuevo gobierno municipal: ¿cómo desmontar la red, cómo recuperar la confianza en las estructuras burocráticas y técnicas?. Aquí es preciso congeniar tanto el análisis político, la legalidad necesaria en las actuaciones municipales como la efectividad de las estructuras municipales: una difícil tarea.
Algunos y algunas, confiamos en que el cambio no sea meramente "cosmético" o simbólico: consideramos que el fracaso del actual gobierno y de la actual corporación plural y diversa sería el fracaso de miles de ciudadanos y ciudadanas que han dicho, alto y claro, que la imposición partidaria ha pasado a la historia y que lo que se quiere es dialogo, entendimiento pero, no para acordar equilibrios internos, sino para que las cosas cotidianas cambien: para que el futuro pueda afrontarse con algo de ilusión.

martes, 7 de julio de 2015

UN PARTIDO SOCIALISTA RENDIDO


Me he permitido parafrasear a mi admirado José Antonio Pérez Tapias para, desde el mayor de los respetos hacia la militancia y la dirección socialista local, dar mi opinión sobre lo que considero el enésimo error. Y no por sólo por no haber entrado a gobernar ( que espero que se reconsidere), sino por, aparentemente, obviar la agrupación local una autocrítica necesaria. Autocrítica que, lejos de ser un escarnio público, se presente ante la ciudadanía con la humildad del que ha perdido votos y representación porcentual desde 2007 (éste año se mantuvieron los siete concejales y concejalas). En 2007 se obtuvieron 3055 votos (28,86%) y siete concejales; en 2011, 2855 (25,31%) y seis concejales; y finalmente, en 2015 1762 (14,59) y tres concejales. Los datos lo dicen todo, pero, sorprendentemente, la agrupación local y su dirección política no dicen nada: nadie asume el desastre y, por consiguiente, parece esperarse a que la “tormenta” escampe y los aires vuelvan a ser favorables.
En 2007 y 2011 la crisis de la agrupación era evidente: el enfrentamiento entre las diferentes facciones desangraba el partido y se traducía en una sangría de votos y confianza ciudadana. El caso de 2011 fue especialmente crítico: la ruptura en dos del partido, el abandono de la secretaria general, la gestora, etc. Desgraciadamente, en aquella crisis participé como militante, abandonando el partido poco después ante lo que muchos y muchas consideramos una desautorización a la soberanía de la Asamblea local. Evidentemente asumo mi error, pero, a la vista de los acontecimientos, me reafirmo en los motivos que me llevaron a dejar el partido: el poder “carismático” que se ejercía en la agrupación, con un núcleo duro en torno al Candidato y Secretario General cuyo objetivo era (y es) excluir cualquier tipo de crítica.
Tras las elecciones del pasado mes de mayo, y vistos los desastrosos resultados, personalmente esperaba una reacción por parte de la Agrupación Socialista: un análisis crítico, no solo de los resultados, sino del proceso de practica desintegración que ésta venía sufriendo y que cristalizó en el peor resultado en la historia del socialismo campellero (si exceptuamos el año 87 en el que se presentó la candidatura del PSI por un lado como escisión del PSPV-PSOE).
Creo que la militancia, esa que tanto odia a los que hemos sido críticos; esa que confunde crítica política con inquina personal; la misma que se aglutina en torno a posiciones de resistencia que les han llevado hasta casi la testimonialidad, no puede ni debe seguir haciendo dejadez de su responsabilidad. Pues seamos claros: no toda la responsabilidad es del candidato o la candidatura, sino que la militancia que la sustenta tiene la suya y debe asumirla.
No critico su posición en las enésimas infructuosas negociaciones para formar gobierno pues tenían y tiene la legitimidad para tomar la decisión que han adoptado, pero si me gustaría, desde el respeto al compromiso que tiene para con su partido, proponer una reflexión crítica, más allá de las personas, más allá de las inquinas y odios personales (confundiendo, como decía, critica política con enfrentamiento personal).  La autocrítica debe partir, en mi opinión, de la necesidad de una renovación de personas, pero también de ideas, de planteamientos y posiciones. La autocrítica debería prescindir de alineamientos personales y debatir, sin ambages sobre lo hecho y el futuro que el PSPV-PSOE quiere jugar como partido.
Creo que el PSPV-PSOE tiene un papel que jugar en el mapa político local, pero para poder ser útil a los fines para los que fue creado, debe reflexionar y asumir, cada uno o una en su medida, la responsabilidad sobre la situación presente, y sobre todo, sobre el futuro: sin nombres, ni caras, sin preponderancia de estatus o absurda soberbia ; prescindiendo de egos y, sobre todo, con el ánimo comprometido en recuperar el papel que, como partido socialdemócrata, ha tenido y debe seguir teniendo.

La lectura del comunicado emitido tras la ruptura de las negociaciones e informaciones que he ido recopilando por parte de algunos y algunas participantes me indica que el nivel de contracción política es prácticamente un síntoma de metástasis. Las referencias a “liderar” sin que se acompañe un análisis crítico de la situación propia; apelar a que el “rechazo” al candidato ha sido uno de los motivos principales para abandonar el proceso de cambio y, enrocarse en la defensa de un programa desde la oposición me indica que la cuestión no era el cambio, sino recuperar ese hipotético prestigio (estatus personal ) pese al desastre. Creo que los y las socialistas tenemos una responsabilidad si seguimos creyendo en el papel instrumental que el partido tiene para cambiar las cosas; para transformar el presente y el futuro de nuestro pueblo.