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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

sábado, 29 de agosto de 2015

SINDICALISMO EN TIEMPOS DE CÓLERA.

Los sindicatos mayoritarios son, pese a la todavía imagen simbólica de “sindicatos de clase”, parte del problema institucional que la sociedad percibe y rechaza pero, ¿realmente son un problema, realmente son o siguen siendo útiles a la sociedad?.
Plantear esta pregunta no es baladí, pues si la desafección de la sociedad hacia los partidos es un hecho, y se ha manifestado en la emergencia de alternativas a los, hasta hoy, instrumentos para el mantenimiento del estatus quo; respecto a los sindicatos mayoritarios ha pasado algo similar, pero con una repercusión mediática menor y la no emergencia de alternativas, digamos: viables.
El sindicato es una herramienta; un instrumento para la defensa de los y las trabajadores y trabajadoras pero, al mismo tiempo, fue y debe recuperar el carácter de movimiento social que propició importantes movilizaciones y cambios en la sociedad, antes, durante y después de superada la transición a la democracia representativa de la que hoy “gozamos”. Pero, al igual que los partidos que hasta ahora representaban el mantenimiento y la reproducción ( aunque con matices, algunos importantes y otros meramente simbólicos o discursivos) del sistema “sufrieron” un proceso de institucionalización, a los sindicatos les ocurrió lo mismo.
La garantía de un nivel de representatividad institucional “garantizó” a los sindicatos de clase una serie de, digamos, privilegios: liberados institucionales, acumulación de horas, subvenciones, formación, etc. Y estos instrumentos, que deberían haber servido para avanzar en un trabajo sindical dirigido a reforzar la unidad de los y las trabajadores y trabajadoras, sirvieron para construir élites sindicales.
Algunos ven en la crítica a las todavía existentes élites sindicales un ataque mismo al sindicalismo, cuando es todo lo contrario: una reivindicación del papel de los sindicatos como instrumento de lucha y unidad de una clase trabajadora atomizada, disgregada y diluida en intereses sectoriales, algo que ha propiciado el “sálvese el que pueda”, mirando de reojo al de al lado para, o envidiar su situación o para ponerse de perfil, no sea que la miseria se acerque demasiado a la precariedad general que todos sufrimos.
Los sindicatos son y deben seguir siendo útiles: los trabajadores y trabajadoras no tenemos otra herramienta para defendernos de los ataques de los crecidos empresarios que, gracias a las sucesivas reformas laborales y a un clima de individualización de las relaciones laborales tiene, hoy más si cabe, la sartén por el mango: todo sea por la productividad y el empleo, aunque éste sea precario y no nos saque de la miseria ( no solo económica) en la que pataleamos para seguir a flote.
Quiero finalizar con dos detalles que, en mi opinión, inciden en la perentoria necesidad de reconstruir el movimiento sindical, pero desde abajo. El primero, las declaraciones de los dirigentes sindicales sobre un “logro” para las trabajadoras de la administración sobre bajas por embarazo: ¿sólo para las trabajadoras de la administración?, ¿eso es un logro?: sí, pero un logro sectorial que nos divide y nos enfrenta a los precarios en una guerra en la que la manipulación, sumada a la torpeza sindical, añaden leña a un fuego que solo calienta a los poderosos.
El segundo detalle: declaraciones de dirigentes sindicales sobre “haber logrado” que la administración “devolviese” derechos sustraídos a los trabajadores y trabajadoras públicos. ¿Solo para los trabajadores públicos?, ¿logro?, ¿fruto de la lucha?: la administración, en su táctica electoralista ( la misma que parecen motivar las declaraciones, pues si no es así, no lo entiendo) ha “concedido” algunas cosas a los empleados públicos ( un sector sobre el que tendríamos que reflexionar tranquilamente: corporativismo, insolidaridad, etc. pese a estar en situación de encabezar la solidaridad  entre la clase trabajadora y la lucha por la recuperación de la dignidad; pero ya se sabe:¡ sálvese el que pueda!). Las “movilizaciones”, escasamente seguidas, han servido para poco o más bien para nada, así que los “logros” no son tales, sino concesiones: ¡menos retórica tacticista y más reflexión compañeros!.

Sí, creo en el sindicalismo. Sí, creo en los partidos, pero como instrumentos y no como fines para la acomodación de nuevas-viejas élites. La construcción de una alternativa pasa, en mi opinión, por la reconstrucción de los partidos y sindicatos más allá del papel institucional: en la calle, codo a codo con los parados y paradas, con los precarios , con los jóvenes.

sábado, 22 de agosto de 2015

HERENCIAS Y RESPONSABILIDADES

Tras más de veinte años de estancia en el gobierno municipal, la “herencia” es importante. Una gestión marcada por una impronta claramente elitista donde las decisiones eran tomadas por unos pocos y, en demasiadas ocasiones marcadas por actitudes soberbias. Esta talante ha propiciado una, si cabe, mayor desvertebración del movimiento ciudadano en todos sus aspectos, resignado a la imposición de políticas y decisiones desde la cúpula del poder local. En todo caso, y en torno a problemas concretos, se ha dado una cierta agregación de opiniones: vertedero e impuestos. Aunque esta agregación no ha sido masiva, si ha creado un debate sobre ambas cuestiones.
La herencia no es solo en cuanto a la gestión ( de servicios, programas, etc); ni siquiera sobre la situación de las cuentas municipales: la herencia también son una serie de “tradiciones, costumbres y hábitos” que, en mi opinión, son tan importantes como las cuestiones referentes a políticas concretas, pues pueden condicionarlas de tal manera, que las ilusiones creadas en torno al cambio de gobierno que las urnas propiciaron el 25M podrían tornarse en una mayor frustración y, por lo tanto, descrédito de los nuevos gobernantes ( poseedores, en principio, de un patrimonio simbólico que deberían concretar en programas y políticas, pero también en gestos  coherentes con el mismo).
Hablaríamos de “tradiciones”, si nos referimos, por ejemplo, a la estructura misma de debate político: comisiones informativas, junta local de gobierno, plenos, organización de las áreas delegadas, etc. Aquí, ya se debería haber dado una nueva dimensión a la propia organización que confiriese un nuevo significado, tanto a las áreas como a los órganos de debate político (Las comisiones informativas, su denominación, la expresión e un compromiso político sobre la participación de vecinos afectados o interesados con voz en las mismas…)
En cuanto a la denominación misma de las áreas delegadas, solo un ejemplo: ¿porqué seguir denominando servicios sociales o participación ciudadana a unas áreas que deberían desarrollar una política dirigida a la igualdad o a la democracia participativa?. Soy consciente de que, solo la denominación; solo la terminología no define una política, pero si la orienta y le da un nuevo significado que incidiría en un aspecto cultural y pedagógico que no se debería olvidar si el objetivo de cambio no es solo partidario o coyuntural.
Otra de las herencias “tradicionales” que la ciudadanía esperaba que se cambiasen se refiere a los salarios y el personal político contratado por la administración. Debo decir que, para mí, no es una cuestión fundamental, pero entiendo que para muchos ciudadanos y ciudadanas, el carácter simbólico de las reformas propuestas en éste sentido sí lo son. Y no me refiero únicamente a las cantidades, sino a la “continuidad” en cuanto a la justificación o argumentación (tanto en las retribuciones como en la subvención a los grupos políticos, sin que, por ejemplo en ésta última se introdujese compromiso alguno sobre la transparencia y rendición de cuentas de los perceptores). El hecho de que no se haya hecho público, a través de información municipal el nombramiento de personal de apoyo político no dice mucho sobre el compromiso de transparencia, sin hablar del cambio de criterio en alguno de los grupos participantes en el gobierno plural en torno a éstas cuestiones.
Creo que hay herencias igualmente perniciosas para un nuevo gobierno que acaba de asumir la responsabilidad institucional que las meramente materiales, de ahí que algunas de las decisiones ( por ejemplo: la convocatoria del Pleno en el que se discutían las retribuciones por la mañana) hayan chocado, al menos, con las expectativas que muchos y muchas tenían puestas en el nuevo gobierno plural.

Creo que los primeros pasos han sido demasiado titubeantes, no en cuestiones de fondo (que, evidentemente requieren un estudio y un debate más profundo y  largo en el tiempo) sino en cuestiones de forma que, sin duda, hubieran marcado desde el inicio ese compromiso de cambio que muchos y muchas anhelábamos. 

lunes, 17 de agosto de 2015

UN PRINCIPIO: SOLIDARIDAD


¿Somos los y las trabajadores y trabajadoras públicos igual que el resto?: básicamente, sí. Nos diferencia nuestro estatuto y la legislación por la que nos regimos, pero en lo fundamental, somos iguales, con matices. Los y las trabajadores del sector privado, están sometidos a una estrategia de precarización que, aunque aparentemente no lo parezca, también nos afecta a los y las trabajadores y trabajadoras públicos. Pero no voy a filosofar sobre esa otra estrategia que, proveniente desde diferentes sectores, cuestiona y enfrenta a los y las trabajadores entre si con un objetivo: atomizar los intereses de la clase trabajadora para así disponer de una mayor, digamos; disponibilidad a la hora de aceptar recortes y precariedad. Voy a centrarme en un concepto retributivo que nos situará frente a un principio ético: la solidaridad.
Los trabajadores y trabajadoras del sector privado, “gracias” a la sucesión de reformas y a la debilidad estructural del tejido económico productivo, se encuentran en una gravísima situación en la que, ni teniendo trabajo se deja de ser pobre ( ver datos de Encuesta de Condiciones de Vida del INE 2014). La reformas laborales aprobadas no han incidido en un cambio de modelo productivo, pero si lo han hecho en las condiciones de vida de los y las trabajadores y trabajadoras. Los empleados públicos no estamos exentos de este “empobrecimiento”, ya que, a la privatización ( gustan de llamar “externalización), bajadas de salario y congelaciones varias, hay que sumar la estrategia que reúne todos estos parámetros de precariedad: desmontar los servicios públicos para igualarnos a todos y todas en la pobreza y así poder contar con lo que, ya Marx denominó el Ejercito de Reserva ( paro y precariedad estructural para mejor y mayor disposición de mano de obra barata, donde la competencia entre los pobres propicie un crecimiento de ese otro objetivo: individualización extrema del individuo, que es igual a la competición o guerra entre los y las trabajadores y trabajadoras por ocupar cualquier empleo a cualquier precio).
El concepto retributivo al que quiero referirme es: horas extras o servicios extraordinarios. Y el principio, como decía; el de solidaridad, entendida ésta como la concienciación de compartir situación social, al margen ( y parece fácil decirlo…) de la estabilidad laboral que se tenga.
Las horas extras en la empresa privada se ha generalizado como un método de doblar la producción con los mismos ( o menores) costes laborales. Estas horas, se realizan, no ya de forma extraordinaria, sino como parte estructural de la producción, siendo de obligada de realización y de dudosa compensación en muchas empresas. En las instituciones públicas ( al menos en la que yo presto mis servicios), los servicios extraordinarios ascienden, presupuestariamente ( presupuesto 2014 prorrogado) a más de cien mil euros. Y la pregunta que conecta el concepto retributivo y el principio de solidaridad, ¿deben realizar servicios extraordinarios los y las trabajadores y trabajadoras municipales?. Legitimamente, si. Pero la cuestión ya no es siquiera la legitimidad, sino la ética.
Los trabajadores y trabajadoras públicos “deberíamos” ser los que rompiésemos ( por estabilidad) la dinámica de atomización y enfrentamiento, convirtiéndonos en un tipo de “vanguardia” de los derechos: luchar por que las externalizaciones no se realicen, porque se fomente el autoempleo local, la creación de bolsas de trabajo temporal, los servicios gestionados con objetivos sociolaborales, etc.  Por el contrario, con el tiempo nos hemos convertido en una especie de élite laboral ( vilipendiada, si, pero envidiada, también) que olvida dos principios básicos: siendo trabajadores, prestamos servicios a la ciudadanía ( lo que presupone una cierta vocación de servicio), y debido a nuestra estabilidad, deberíamos fomentar y potenciar una conciencia colectiva que obligase a las estructuras políticas a preocuparse, no por las movilizaciones sectoriales, sino por una movilización general y transversal (laboralmente hablando).
Personalmente creo que, ese principio que otorga a todo aquel que cree que es necesario recuperar la solidaridad el atributo de “tonto”, debe ser combatido, y si exigimos a nuestros representantes principios y ética, nosotros, como servidores públicos profesionales deberíamos asumirlo como parte de nuestro necesario adn.

Repartir el potencial empleo que las administraciones locales tienen a su disposición no resolverá un problema en el que, por competencias y por dimensión, poca incidencia tienen las acciones locales, pero si puede paliar las situaciones de mayor gravedad: inserción laboral de jóvenes y reinserción de mayores; situaciones familiares extremas, etc. 

jueves, 6 de agosto de 2015

¿PLURALIDAD vs UNIDAD?


La pluralidad manifiesta del nuevo equipo de gobierno parece que quiere diluirse tras la figura del “equipo de gobierno”. En la última sesión plenaria, pese a designarse portavoces de los grupos políticos constituidos, los que están integrados en el equipo de gobierno no intervinieron como tal, haciendo las veces de portavoz único un miembro del gobierno plural.
En mi opinión eso no es positivo para la político ni positivo para una democracia que cada día es más plural y diversa en sus manifestaciones políticas.
El hecho de que las organizaciones participantes en el acuerdo plural no intervengan como tales me parece un intento poco positivo de trasladar un mensaje simbólico de unidad, cuando el grado de coincidencia únicamente se concreta a través del acuerdo suscrito y las políticas acordadas.

Creo sinceramente que no ha existido un análisis político por parte de cada uno de los actores implicados. Y cuando me refiero a un análisis político no quiero decir una valoración partidaria y electoral, sino una reflexión sobre el papel que cada uno quiere jugar en la sociedad, pues no solo de la institución vive la política, y olvidarlo, es olvidar el sustento mismo de la democracia: la pluralidad.

SALARIOS Y ASESORES.

Tras la celebración de la última sesión plenaria, la cuestión de los “salarios” ha pasado a ser la comidilla de una parte de la ciudadanía. Los argumentos que cada cual expuso en el Pleno tiene, por supuesto, legitimidad, pero deberían ser analizados detenidamente porque expresan, en sí mismo, no solo una serie de contradicciones, sino una posición tácita por parte de cada uno de los actores implicados en la nueva legislatura.
Por un lado, se observa un discurso demagógico por parte de la derecha que perdió el poder. Discurso apoyado, con la coincidencia de voto, del nuevo grupo de Ciudadanos, el cual expresó una posición que, lejos de suponer una novedad, significada una obviedad ( la división a partes iguales del presupuesto ) sin que los criterios que defendía como novedosos estuviesen claros.. El argumento del pp, sobre que la “carga” de la rebaja la soporta la oposición se sustenta, únicamente en el número de miembros del gobierno plural y el número de componentes de la “oposición”, pues respecto a las cantidades no es así, y la cifra de remuneraciones de 2014 y la actual así la demuestran.
La posición del grupo Socialista, pese a apoyar las retribuciones, planteó un argumento basado en el concepto “responsabilidad”, aunque, en mi opinión, se basa en una mera cuestión de estatus,  cuestión que no es novedosa, pues la conclusión del proceso de negociación estuvo marcada igualmente por una cuestión de estatus, cuestión que propició que el grupo socialista no entrase en el gobierno plural.
La cuestión de las remuneraciones se “salvó” gracias al apoyo del grupo socialista, pero existen demasiadas contradicciones que algunos de los miembros del nuevo gobierno deben explicar a sus votantes.
Pero, en mi opinión, hay cuestiones que son, en principio, más preocupantes para la cristalización y consolidación de ese proyecto de cambio que muchos deseamos. Una de ellas es la cuestión “pendiente” del denominado personal de confianza.
Algunos de las organizaciones que hoy componen el gobierno plural, se afanan en explicar lo que antes criticaban vehementemente. Y los argumentos, siendo contradictorios, entrañan una verdad: los cargos públicos no tienen , ni deben tener conocimientos específicos: los cargos políticos deben tener, un programa y las ideas claras sobre los objetivos políticos que se persiguen. Otro de los argumentos es el nulo asesoramiento que los funcionarios y funcionarias públicas han realizado o pueden realizar. Esta justificación no se sustenta, ni en hechos ni en datos, pues el trabajador municipal no ha podido asesorar dada la red clientelar que el pp había construido a lo largo de más de dos décadas, premiando el seguidismo y la complacencia a la profesionalidad.
Dicho esto, considero que, si existe una necesidad de mayor asesoramiento técnico, la administración local tiene una amplia plantilla donde buscarlo, y no siendo así, dispone de una red de instituciones en las que apoyarse para dilucidar, en su caso, la legalidad de las políticas y programas. Y ahondando más si cabe: si fuese necesario un asesoramiento, éste tendría un costo económico elevado pues a nadie le cabe en la cabeza que un asesor profesional y experimentado en un campo determinado pueda cobrar como un auxiliar administrativo.
La figura, controvertida, del personal de confianza, se ha basado en la necesidad de los partidos políticos en reforzar sus propias estructuras, así como la de dar cabida institucional a personas por interés partidario. Los “asesores” han sido, o meros auxiliares administrativos, o comisarios políticos, o militantes complacientes “merecedores” de algún tipo de premio o reconocimiento.
No obstante, considero que contar con otras opiniones, en primer lugar supone una delegación de poder, que bien podría recaer, o en personal público o en militantes que, de forma altruista prestasen colaboración o consejo a sus organizaciones. Igualmente, existe una vía no explorada que es la creación de becas remuneradas destinadas a estudiantes de diferentes especialidades, formados pero sin experiencia laboral, pero deseosos de poner en practica sus conocimientos y, porque no, de colaborar en el desarrollo de nuevas políticas más acordes con las demandas y necesidades de una sociedad cada día más desigual.  Pero para aplicar, por ejemplo la primera vía, se precisaría, tanto un compromiso como una actitud humilde del cargo público respecto a sus propios compañeros, sin que los y las que opinen sean vistos, ni como adversarios, ni como entrometidos: el concejal o la concejal, no debe saber de todo, pero tampoco puede tener el conocimiento universal  (un  estatus “adquirido” que debería ser superado)que parece dotar a los cargos públicos una vez tomada posesión.




LEER LA DEMOCRACIA.

Los primeros pasos del gobierno plural, que asumió la dirección de la institución municipal tras las elecciones municipales están, en mi opinión, marcados por un exceso de prudencia: algo así como si la institución misma se hubiese impuesto a las intenciones previas con las que accedieron los miembros de las diferentes organizaciones políticas que pactaron la actual composición del gobierno. Ese exceso de prudencia puede ser lógico ( al enfrentarse a una realidad más o menos conocida), pero también se puede observar un tacticísmo calculado; un exceso de lo que podríamos llamar racionalidad formal; intentando adecuar y adecuarse a esa realidad que se enfrentan abierta y emotivamente a los prejuicios que, antes de las elecciones eran los “pilares” de los partidos y organizaciones políticas que hoy forman el equipo de gobierno.
Decía lo de más o menos conocida, pues algunos de los integrantes del nuevo gobierno municipal tenían una experiencia previa que, en mi opinión, debería haber servido para permitirles avanzar a un ritmo diferente, pues la situación y muchos de los asuntos eran ( o deberían ser) conocidos. Esa aparente modulación del ritmo considero personalmente que se debe ( al igual que otra cuestión a la que posteriormente me referiré: una aparente actitud excluyente) a un insuficiente análisis político y una “adaptación” al estatus quo, algo que la ciudadanía no sugirió a los partidos el pasado 24M. En todo caso, la lectura del mensaje que surgió de las urnas, no se refería únicamente a un cambio de gobierno ( que también), sino a un cambio de políticas y, sobre todo, a un cambio en la política que, a lo largo de veinte años impuso la derecha.
La confrontación o contraposición ideológica ( en su significado más conservador y subjetivo, quiero pensar, pues de otra manera, la explicación sobre equilibrios y objetivos personales significaría más de lo mismo, vaciando el discurso de cambio y traicionando lo mandatado por los votantes) ha propiciado la “exclusión”, legítima electoralmente, pero inadecuada políticamente, de una organización que obtuvo una importante representación como es Ciudadanos.
Las opiniones, sobre éste partido emergente pueden ser positivas o negativas, pero los más de mil seiscientos votos obtenidos, así como los equilibrios necesarios para la formación de un gobierno alternativo a la derecha hegemónica hasta el 22M, deberían haber propiciado un análisis político, como mínimo.
Que Ciudadanos es un partido ecléctico electoral y políticamente nadie lo pone en duda, pese a que a ellos les agrade más el término transversalidad. Esta organización es la apuesta de la derecha económica ante la podredumbre del partido que tradicionalmente había representado la “esencia” de la derecha: esa que el discurso de Ciudadanos quiere superar a través de propuestas, en lo económico, claramente neoliberales, pero que  en lo referente, por ejemplo, a derechos civiles es infinitamente más avanzada que la representada por una derecha con demasiados tics autoritarios y, porque no decirlo: tardofranquistas ( paternalismo económico, posición reaccionaria en materia de derechos individuales, etc). En definitiva, Ciudadanos representa para muchos esa social derecha sensata que, pese a nutrirse de ex militantes y cargos públicos de la derecha reaccionaria, supone un “cambio” para muchos y muchas.
No sabemos si Ciudadanos ha participado en el proceso de negociación, pero por lo poco que conocemos, fue “vetada” por alguna de las partes participantes en la negociación, siendo aceptada esta imposición “ideológica”, sin que se produjese análisis político alguno ( el análisis ideológico, sesgado por lo subjetivo y los prejuicios, parte de una actitud conservadora: la de preservar una supuesta esencia que, en definitiva, no es más que un cierto tipo de estatus basado únicamente en un cierto tipo de retórica).
¿A qué me refiero cuando hablo de análisis político?. Precisamente a la necesidad de dotar de mayor consistencia institucional a un gobierno que promueve, como principio inspirador, el cambio respecto a las dos últimas décadas. Y esa necesidad de consistencia, se basa, tanto en una cuestión numérica como democrática: numéricamente, un gobierno de ocho concejales ( sobre una mayoría necesaria de once), apoyado desde “fuera” por uno de los participantes en el proceso de diálogo, no es suficientemente sólido. Las diferentes tesituras a las que deberá enfrentarse el gobierno plural pueden propiciar, al depender “solo” de once votos, desequilibrios en la dinámica político institucional.
Algunos, con toda la legitimidad y razón ( instrumental y, por lo tanto, en función de fines) podrán argumentar que es “suficientemente” democrático un gobierno plural con la representación actual y el apoyo puntual del grupo socialista: es cierto. Pero desde un análisis exento, en lo posible de emotividad y condicionantes subjetivos, ¿no sería más democrático dar representación, en lo posible y dentro de la voluntad que se tenga,  a una organización que rompe la hegemonía de esa derecha que, pese al tufo autoritario e incluso reaccionario, ha gobernado más de dos décadas?.

Creo que, si de algo adolece, en mi opinión, el actual gobierno plural es de análisis político, más allá de prejuicios y tacticismo calculado como argumento. La ilusión y la voluntad de cambio de muchos y muchas ciudadanos y ciudadanas se expresó con claridad el 24M, y dejando fuera a la derecha que había gobernado, considero que, en beneficio de la pluralidad, de la democracia e incluso de ese mismo proyecto de cambio que preconizaban en sus acuerdos los miembros del actual gobierno, debería someterse a un análisis.