Tras más de veinte años de estancia en el gobierno
municipal, la “herencia” es importante. Una gestión marcada por una impronta
claramente elitista donde las decisiones eran tomadas por unos pocos y, en
demasiadas ocasiones marcadas por actitudes soberbias. Esta talante ha
propiciado una, si cabe, mayor desvertebración del movimiento ciudadano en
todos sus aspectos, resignado a la imposición de políticas y decisiones desde
la cúpula del poder local. En todo caso, y en torno a problemas concretos, se
ha dado una cierta agregación de opiniones: vertedero e impuestos. Aunque esta
agregación no ha sido masiva, si ha creado un debate sobre ambas cuestiones.
La herencia no es solo en cuanto a la gestión ( de
servicios, programas, etc); ni siquiera sobre la situación de las cuentas
municipales: la herencia también son una serie de “tradiciones, costumbres y
hábitos” que, en mi opinión, son tan importantes como las cuestiones referentes
a políticas concretas, pues pueden condicionarlas de tal manera, que las
ilusiones creadas en torno al cambio de gobierno que las urnas propiciaron el
25M podrían tornarse en una mayor frustración y, por lo tanto, descrédito de
los nuevos gobernantes ( poseedores, en principio, de un patrimonio simbólico
que deberían concretar en programas y políticas, pero también en gestos coherentes con el mismo).
Hablaríamos de “tradiciones”, si nos referimos, por ejemplo,
a la estructura misma de debate político: comisiones informativas, junta local
de gobierno, plenos, organización de las áreas delegadas, etc. Aquí, ya se
debería haber dado una nueva dimensión a la propia organización que confiriese
un nuevo significado, tanto a las áreas como a los órganos de debate político
(Las comisiones informativas, su denominación, la expresión e un compromiso
político sobre la participación de vecinos afectados o interesados con voz en
las mismas…)
En cuanto a la denominación misma de las áreas delegadas,
solo un ejemplo: ¿porqué seguir denominando servicios sociales o participación
ciudadana a unas áreas que deberían desarrollar una política dirigida a la
igualdad o a la democracia participativa?. Soy consciente de que, solo la
denominación; solo la terminología no define una política, pero si la orienta y
le da un nuevo significado que incidiría en un aspecto cultural y pedagógico
que no se debería olvidar si el objetivo de cambio no es solo partidario o
coyuntural.
Otra de las herencias “tradicionales” que la ciudadanía
esperaba que se cambiasen se refiere a los salarios y el personal político
contratado por la administración. Debo decir que, para mí, no es una cuestión
fundamental, pero entiendo que para muchos ciudadanos y ciudadanas, el carácter
simbólico de las reformas propuestas en éste sentido sí lo son. Y no me refiero
únicamente a las cantidades, sino a la “continuidad” en cuanto a la
justificación o argumentación (tanto en las retribuciones como en la subvención
a los grupos políticos, sin que, por ejemplo en ésta última se introdujese
compromiso alguno sobre la transparencia y rendición de cuentas de los
perceptores). El hecho de que no se haya hecho público, a través de información
municipal el nombramiento de personal de apoyo político no dice mucho sobre el
compromiso de transparencia, sin hablar del cambio de criterio en alguno de los
grupos participantes en el gobierno plural en torno a éstas cuestiones.
Creo que hay herencias igualmente perniciosas para un nuevo
gobierno que acaba de asumir la responsabilidad institucional que las meramente
materiales, de ahí que algunas de las decisiones ( por ejemplo: la convocatoria
del Pleno en el que se discutían las retribuciones por la mañana) hayan
chocado, al menos, con las expectativas que muchos y muchas tenían puestas en
el nuevo gobierno plural.
Creo que los primeros pasos han sido demasiado titubeantes,
no en cuestiones de fondo (que, evidentemente requieren un estudio y un debate
más profundo y largo en el tiempo) sino
en cuestiones de forma que, sin duda, hubieran marcado desde el inicio ese
compromiso de cambio que muchos y muchas anhelábamos.
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