Los resultados del 20D ( perdón por la insistencia, pero
creo que es necesario seguir conversando sobre la nueva realidad política
porque de ella depende nuestro presente y, lo que es más importante: nuestro
futuro) en el estado, ¿difieren mucho de los que se dieron en las municipales?.
Si observamos los resultados, el pp es
el partido más votado. En segundo lugar, el PSOE pero a mayor distancia que la
que se da en el parlamento. La entrada de emergentes no ha sido cuantitativamente
similar, pero cualitativamente si.
No obstante, y siendo los equilibrios comparables, en El
Campello se dio la coyuntura de que, el segundo partido más votado contaba con
los mismos concejales que el tercero y el cuarto ( la diferencia de votos no superaba los doscientos cincuenta de uno a
otro), y el papel de los minoritarios era, al igual que en el parlamento
surgido del 20D, fundamental.
¿Qué ocurrió?. Que existiendo tres partidos con la misma
representación, el liderazgo alternativo se enredó en el número de votos, por
un lado. Y por otro, que uno de los emergentes, “inventó” líneas rojas
inexistentes ( presunto independentismo de uno de los grupos que, a la vista de
los acontecimientos, se ha demostrado como una falacia interesada) para así
poder optar por su espacio natural ( aunque negado): la derecha.
Imaginemos que, pese a haber obtenido más votos, el segundo
partido en el parlamento tuviera los mismos diputados que el tercero, ¿Quién lideraría
el gobierno?. En el “caso” de El campello, como ya he opinado en alguna
ocasión, se dio una coyuntura determinada de oposición conjunta al segundo
partido en votos que propició el acceso a la Alcaldía a la cuarta organización
en número de votos. Esto, evidentemente no podría pasar en el parlamento, ¿o
sí, pese a la diferencia de Diputados y Diputadas?. Es improbable que el
segundo partido optase ( como fue el caso de El Campello) por “ceder” el
liderazgo al tercero, por razones numéricas y de interés como partido.
Pero, sigamos suponiendo. Supongamos que el candidato del
segundo partido en las Cortes sala elegido con el apoyo explícito de un
conglomerado de grupos que, sin entrar a gobernar, condicionan la agenda
política. ¿Tendría futuro un gobierno así construido?. Evidentemente dependerá
del interés de los grupos que han apoyado la investidura en dos aspectos:
política y electoralmente.
En El Campello, la retirada del segundo partido ( en número
de votos) y su negativa a entrar en el gobierno, apoyando desde la oposición un
programa acordado y con acuerdos preferenciales ( supongo) no es suficiente ya
que las posiciones ideológicas de otro de los socios ha propiciado su salida y
la consiguiente debilitación del gobierno.
Algo así podría suceder en el parlamento: un candidato en
minoría, una oposición mayoritaria ( con capacidad para imponer la agenda
política). ¿Es esta una situación de debilidad?. Si, siempre y cuando de las
dos cuestiones que antes mencionaba sobre el apoyo a la investidura
prevaleciese la segunda y no la primera.
En el caso de El Campello, el continuismo “obligado” parte,
no solo de la situación minoritaria, sino de lo que desde mi punto de vista es
más preocupante: la falta de iniciativa. Si no se establece una agenda,
convenientemente consensuada entre los partidos en el gobierno y en la
oposición , si no se es capaz de liderar, a través de propuestas de verdadero
cambio, la nueva política emanada de las urnas; esa inercia continuista puede
ser el trampolín para una vuelta de la derecha al gobierno, algo que
desvirtuaría el mandato de las urnas, incidiendo en una profunda
desmovilización del electorado progresista.