El término transversal está de moda. Los intentos por ocupar
esa posición ecléctica desde donde superar la dicotomía entre derecha e
izquierda no son nuevos. La derecha, ha intentado suavizar el contenido
negativo heredado de los mismos creadores del partido, hoy hegemónico (la
herencia autoritaria y clerical). El principal partido de la izquierda, desde
su “Bad Godesberg” en el 28 congreso (abandono, no solo del marxismo, sino de
una gran parte de su bagaje ideológico y compromiso con los desiguales en
beneficio de una mesocracia poco sólida) caminó hacia ese lugar donde la
transversalidad da opciones de gobierno.
En los actuales momentos, diversos son los movimientos
políticos que apelan a esa especie de centralismo equidistante de la izquierda
o la derecha en pos de un lugar en el espectro político de diferentes ámbitos:
UPyD, Ciudadanos, Podemos, etc. Pero en mi opinión, la transversalidad puede
ser de derechas o de izquierdas en función del contenido de la propuesta, pese
a que ésta sea compartida por opciones de diferente tendencia política. Me
explico.
Proponer mejoras en el funcionamiento del sistema a través de
procesos de consulta o información ciudadana, vamos a encontrarlos en
diferentes opciones políticas y con nombres o terminología diferente, pero lo
que las diferencia es el nivel de compromiso real con esa participación; con
esa codecisión. Igualmente, plantear una propuesta concreta en materia de
infraestructuras ( un parque, una escuela infantil, un mercado…) tiene
igualmente cabida en el relato con el que diferentes partidos se presentan a
las elecciones, pero lo que las significa como propuestas de derechas o de
izquierdas es, por ejemplo, el modo de gestionar esa infraestructura ( privada,
mixta o pública), a quién va dirigida o incluso en qué barrio se instalará así
como la conexión con el proceso de consulta al que anteriormente me referí.
Lo que intento plantear de forma breve, es que la transversalidad, entendida
como superación de las etiquetas de derecha o de izquierda es un triunfo de la
derecha y un retroceso o cesión por parte de la izquierda que a través de su
acción, principalmente (igualmente en las contradicciones entre discurso y
práctica), ha vaciado de cualquier contenido esas políticas en pos únicamente
de posiciones favorables a sus intereses de partido. Por lo tanto, considero que, al margen de los
términos en los que se autodefina una opción política, lo que realmente la
significa son sus propuestas y sus políticas y no solo el simbolismo que
todavía quiera utilizar en el marco del mercado electoral.
En mi opinión, plantear propuestas transversales (que
atraviesen a izquierda y derecha) es simplemente una estrategia electoral cuyo
efecto directo es la profundización de la desideologización de la sociedad, o
lo que es más peligroso: anular el carácter crítico que la sociedad pueda
(debiera) desarrollar, pues éste carácter es claramente peligroso pues parte de
un proceso de reflexión y, en política, cuando menos se reflexione y más se
“actúe”, mejor para los intereses de las élites dominantes.
Otro término transversal por excelencia es el de “pueblo”. ¿Qué significa, a quién significa,
qué parte de la sociedad debe sentirse parte de ese término? Igualmente,
“ciudadanía o vecino”. Si solo se refiere al colectivo que comparte un término
municipal, carece de significado político; si se refiere, por ejemplo, a los
hombres y mujeres que sufren los problemas creados por las políticas
“transversales”, ya es otra cuestión.
Angel Sánchez Sánchez.