Vuelvo sobre las propuestas
electorales. Mi humilde objetivo explicito es que, por un lado ( y de alguna
manera) sirva a alguien para una lectura crítica de los programas. Por otro,
que los encargados y responsables de elaborar las propuestas ( de las que ya se
tendría que estar hablando) utilicen criterios concretos a la hora de abordar
la elaboración de la propuesta.
Lo viable.
La administración municipal
tiene, tanto un marco competencial como unos recursos determinados. El marco
competencial viene establecido en la legislación de régimen local, modificada a
la baja por la recientemente aprobada Ley de Sostenibilidad que limita y en
algunos casos reduce el marco competencial, algo que debería ser analizado para
valorar si es o no necesario ampliar las competencias a través de la solicitud
de cesión ante la administración correspondiente.
En cuanto a la financiación, los
fondos de los que dispone el Ayuntamiento proceden; o de los impuestos y tasas
municipales ( y los precios públicos por uso de determinados servicios), las
transferencias del Estado y, en su caso, de otras administraciones ( fruto de
convenios o acuerdos) junto con el recurso de enajenar patrimonio ( algo que
debería ser una decisión extrema y consensuada pues supone una hipoteca para el
futuro).
Lo posible.
Dadas las vías competenciales y
los recursos disponibles, valorar si es sostenible económica y
competencialmente, es una valoración necesaria: plantear actuaciones, o fuera
del marco competencial o por encima de los recursos ( o al menos sin estar
clara la sostenibilidad futura) es, además de una irresponsabilidad manifiesta,
un acto de demagogia dirigido a “vender” simplemente humo.
Lo necesario.
Pero, pese al aparente
encorsetamiento de la gestión municipal, hay espacio para la política.
Qué competencias son propias,
cuales puede ( o deben) solicitar su cesión para el desarrollo de programas concretos
( empleo, formación etc.), cual es la distribución del presupuesto y si ésta se
ajusta a las necesidades sociales y económicas, es un análisis que, en
política, hay que realizar.
Optar por gastar o invertir es
una opción política: valorar las necesidades del presente y las perspectivas
necesarias para un futuro a medio plazo, donde la igualdad y la justicia social
sean conceptos efectivos, es hacer política.
La realidad presente puede
cambiarse, pero, o es desde el más amplio consenso posible entre representantes
y representados (política y sociedad como concepto retroactivos) o cualquier
propuesta será, pese a la retórica, pese a los cambios de nombre o su “adorno”;
negativo para el futuro de todas y todos.
Congeniar interés particular con
interés general, introducir en las propuestas valores claros ( solidaridad,
igualdad…) es un aspecto que no puede pasar desapercibido para el
analista/vecino, pues ahí se expresa ( no solo en las relaciones más o menos amplias
de propuestas sin periodizar, ni presupuestar, ni identificar a quién y porque…)
el nivel de compromiso con el cambio y la transformación de la sociedad.
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