NUEVO BLOG

NUEVO BLOG
EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

jueves, 27 de noviembre de 2014

¿PODRÍAMOS EN EL CAMPELLO?

No quiero centrarme exclusivamente en un proyecto, pese a lo novedoso e ilusionante que éste pueda ser para cada vez más gente, sino en el de la izquierda, entendida como el espectro de organizaciones y partidos que defienden una concepción progresista y de clase ( ¿anticuado el término?, aconsejo para los que hacen apología del interclasismo, la lectura de Estructura Social y desigualdad, así como de otras obras sobre la estructura social y las clases sociales desde un punto de vista científico, que no interesado, para así poder hablar ajustándonos a la realidad y no a los deseos o la mera construcción de discursos), los intereses colectivos frente a los individuales, la democracia frente al electoralismo.

Es cierto que la legislación local es claramente restrictiva, pero es la que es. Simplemente, lo que cabe esperar es que tras las elecciones generales de noviembre de 2015, un nuevo gobierno del Estado, modifique la “perversa” Ley de Sostenibilidad de las Administraciones Locales” y elabore, con urgencia, una verdadera y consensuada ley de régimen local que sustituya a la enmendada del año 1985 que, aunque vino a dar un marco competencial a los Ayuntamientos del que hasta entonces carecían ( recordar que el intento de la II República fue frustrado por el golpe de estado fascista del 36) es, competencial, financiera y democráticamente insuficiente.

Centrándome en la cuestión que me ocupa ( y me preocupa, pues a pesar de todo y de algunos, considero que la "movida" política en la que nos encontramos, es el germen de una dinámica política y social que debería, como mínimo, remover las débiles estructuras partidarias locales, al menos a lo que la izquierda se refiere), considero que es necesario, previamente a realizar propuestas por parte de cualquier partido u organización coherente cuyo objetivo sea cambiar la realidad, más allá de la retórica, analizar la realidad política y administrativa en la que vivimos. Analizar el nivel de participación, las vías que pudieran existir y las trabas que los actuales partidos han “impuesto” a la participación ciudadana desde el “terror” que produce el cuestionamiento del estatus que en la actualidad disfrutan los representantes frente a los representados. Y estos análisis debería estar realizándose desde una comisión o grupo concreto que, una vez finalizado su trabajo, hiciese públicas las conclusiones así como una batería de propuestas para el debate: no todas las líneas deben ser motivo de asamblea, pero si todas las propuestas deben ser debatidas, cuestionadas y enriquecidas desde el debate más amplio posible.

Y una vez elaborado el documento, ir integrando gentes de diversa procedencia para, desde el acuerdo sobre las líneas de trabajo, construir un movimiento social y político plural y diverso, sólido y no sujeto a las coyunturas electorales, pero si preparado para afrontarlo con garantías de convertirse en un proyecto mayoritario, pues de otra manera, los cambios y transformaciones que se precisan serían frustrados y el abono para la derecha populista institucionalizada, estaría dado.

No voy a plantear línea alguna, pues creo que esa cuestión debería ser tratada en esas reuniones, asambleas plurales o similar, desde donde poder integrar las diferentes y diversas opiniones, pero siempre velando por la viabilidad en el marco legal en el que nos movemos, pues de lo contrario, sí que se cae en un populismo vacío y superfluo que lleva, indefectiblemente hacia la demagogia. Ni todos tienen razón en sus exigencias, ni se puede santificar la opinión ciudadana porque ésta está “excesivamente” condicionada por prejuicios e intereses” que, aunque legítimos, no siempre coinciden con los de la mayoría de la ciudadanía. La estratégia, en mi opinión es; pedagogía y discusión, información y formación para poder construir más allá de la manipulación y la imposición sistémica en la que, pese a no considerarlo ni valorarlo, vivimos.

Y termino: al igual que Podemos ha hecho estos días ( con la presentación de una propuesta para el debate en materia económica), en el ámbito local, los partidos y organizaciones políticas y sociales deberían dotarse de unos planteamientos mínimos que, paralelamente a los procesos coyunturales, transmitiesen a la ciudadanía que algo está naciendo y que vale la pena participar. Sin sectarismo, sin exclusiones, pero con un programa para debatir y concretar al que sumarse y del que sentirse parte. No un "recetario" de soluciones, pero si un documento abierto donde se aborden de forma transversal la problemática de un municipio desestructurado, carecte de modelo socio económico claro y de futuro y, al igual que el resto, víctima de una democracia representativa agotada que ha creado distancias insalvables entre la ciudadanía y sus representantes.


Seguir con la dinámica de programas electorales coyunturales, estrategias tacticistas en lo que se dice y a quien, seguirá empobreciendo la política y alejando a la ciudadanía, en una dinámica que únicamente beneficia a las oligarquías que dominan y dirigen las organizaciones ( sean personas u organizaciones integradas) en su propio interés y no en el de transformar la sociedad.

jueves, 20 de noviembre de 2014

CANDIDATOS/AS, PROGRAMA Y DEMOCRACIA LOCAL

Más allá del líder o cara popular y visible de un partido u organización política, debe haber más vida; no es lógico que una estática orgánica basada en estructuras claramente oligárquicas condicione la existencia en si del partido político. Y no es lógico, en la dinámica en la que estamos inmersos, pues ésta está marcada por la exigencia de cambios y transformaciones que reviertan, en lo posible,  la profunda desafección de la sociedad respecto a la política.

La designación de candidatos, además de por el debate orgánico, debería haber pasado por algún tipo de “tamiz” social, lo cual hubiera demostrado que, además de la legítima ambición personal (entendiendo ambición por voluntad de trabajo), existen unos planteamientos acorde con esos cambios que la sociedad exige.  

Por otro lado está el programa (esa relación de intenciones u objetivos que el partido quiere plantear a la sociedad) político que sustentará a la candidatura y que debería servir de hoja de ruta de la acción política. Un programa que tendría que ser debatido previamente, dando la oportunidad a la sociedad (esa sociedad civil organizada o a la opinión pública en general) de poder expresar e incluso aportar ideas, inquietudes o propuestas para su discusión.

Está claro que en un marco institucional, donde la derecha ha dirigido el rumbo municipal durante más de veinte años, alguna alternativa hay que plantear, pues el bucle social y político hay que superarlo de forma urgente. Y ahí, juega un papel fundamental la apertura de las organizaciones a la sociedad: no el discurso complaciente de, “decidnos que queréis, para que tomemos nota”. Sino esas líneas y compromisos que son inherentes a una organización política, por principios, por valores y, porque no, por ideología.

Evidentemente, de la derecha(insertada en muchos y diversos partidos de diferente definición teórica) no se espera que de un paso al frente y se ponga junto a la sociedad civil, pues ésta esta exigiendo transformaciones que la derecha no está dispuesta a permitir, ni por principios, ni por valores ni por ideología. Y no lo está, simplemente porque la actividad política la concibe tal cual se desarrolla actualmente: por delegación excluyente. Y ahí la izquierda, los movimientos y organizaciones progresistas tienen la obligación de romper una dinámica cuyo objetivo no es otro que seguir sometiendo a la sociedad al papel de “mayoría silenciosa”. Esto debería ser un punto de inflexión en el diseño del proyecto alternativo: la “sociedad gobernante” no debe seguir prevaleciendo sobre la sociedad civil. Se ha de superar una estática cuyo contenido es rechazado mayoritariamente por la gente con procedencia ideológica verdaderamente transversal, y de ahí, la necesidad de cambios. Y esos cambios, no deberían ser vistos como “copias”, sino como obligaciones y compromisos asumidos por las organizaciones políticas en el marco de un verdadero cambio de régimen.

En mi opinión, que las “caras de los carteles” sean unos u otras es, únicamente relevante en cuanto a la impronta personal ( que no personalista), pero personalmente considero que esta impronta tendría que tener como condición la aceptación de un proyecto; de unas líneas generales y unos principios que rigiesen la acción política.

La democracia ( y aunque sea una obviedad, hay que recordarlo), no es solo el ejercicio cuatrianual del voto. Pero para conseguir la implicación social hay que dar el primer paso, cuestión que parece ser más dificultosa de lo que pudiera parecer ( el discurso y la práctica, se contradicen en demasiadas ocasiones), aunque no es imposible. Para avanzar hacia una sociedad efectiva (y no solo formal),desde  la opinión pública discusiva ( la de la calle, la de los bares) a una organizada y participativa, imbuyendo, progresiva pero incesantemente, a todas las estructuras sociales la cultura de la corresponsabilidad.


Se que puede parecer un discurso excesivamente retórico e incluso complejo, pero en mi opinión, lo verdaderamente retórico, e incluso demagógico, es hablar de democracia cuando lo que en realidad se quiere decir es; sistema electoral donde los delegados asumen durante cuatro años las decisiones sin contar con nadie ni dar cuenta a nadie de su trabajo, y cuando se dirigen a la ciudadanía, es únicamente buscando el eco mediático o el reconocimiento, y no el debate y la implicación.

UN SALUDO Y MI RECONOCIMIENTO A J.A PEREZ TAPIAS

La noticia de que José Antonio Pérez Tapias dejaba, por propia voluntad, la portavocía de Izquierda Socialista ha sido la desagradable constatación de que, incluso en la corriente crítica, la concepción de la política y, sobre todo, de los cambios exigidos y necesarios para resituar a la socialdemocracia, provoca cainísmo. Las cuotas de poder orgánico que la corriente tiene son un verdadero lastre, pues provoca luchas por “estar”, no sujetas a lógica, pero si fruto de tacticísmo personal.

A José Antonio Pérez Tapias le conocí en las jornadas que Izquierda Socialista convocó en 2009 en Madrid, y a las que asistí como miembro declarado de ésta y militante del PSOE (algo que para algunos ha provocado un estigma del que personalmente me siento orgulloso). Siempre me pareció un compañero digno y de principios, demás de sentir personalmente una profunda admiración intelectual por su trayectoria. Cuando tuve conocimiento de su intención ( apoyada por la coordinadora de la corriente) de optar a la Secretaría General sentí un impulso que finalmente pude reprimir: solicitar la militancia de nuevo (aunque dudo que en mi agrupación local hubiesen aceptado, dado el grado de enconamiento personal que mis opiniones suscitan). Finalmente mi único “compromiso” se concretó en un simbólico apoyo personal a través de las redes sociales.

Evidentemente, nadie hubiera podido pensar de antemano el revuelo mediático y orgánico que la decisión de José Antonio iba a provocar, a pesar de que todos tenían ( teníamos) claro que una posición genuinamente socialdemócrata no sería, ni aceptada por la oligarquía dirigente ni aceptada mayoritariamente por una militancia, en su mayoría afín a una especie de clientelismo de partido. Pero, dejando de lado el hecho coyuntural de la presentación de José Antonio a la Secretaría General, me gustaría expresar mi convencimiento de que su voz es todavía necesaria en el Comité Federal, pues es la única posibilidad de que exista una posición crítica al oficialismo renovado. Y lo digo como ex miembro del PSOE pero como convencido militante ideológico de la necesidad de transformar una realidad injusta y cruel que se ceba con los débiles en beneficio de los poderosos.

El que la corriente de opinión haya sido y sea tenida, de forma errónea en mi opinión, como una posible “plataforma” para “asaltar” otras instancias orgánicas, es y será ( si la militancia adscrita no lo remedia) el hecho que acabará con su trayectoria ideológica y orgánica. Ya, algunos solicitábamos un nivel de organización mayor para que pudiese visualizarse socialmente la alternativa interna a las estructuras social liberales; mayor organización y mayor democracia, organizando territorialmente la corriente, no de forma divergente al partido, pero si de alguna manera de forma paralela. Esto fue considerado una “deslealtad”, aunque todavía no se hacia quién o hacia qué, pues el objetivo era ( y supongo que sigue siendo) devolver al PSOE su carácter de instrumento social y democrático.

La corriente IS tiene, una historia, un presente, y, si así lo quieren los militantes adscritos, un futuro. Y éste no es otro que el de servir de regenerador interno, aunque éste objetivo es o será una entelequia sin la participación de militantes y personas de izquierdas que, desde el compromiso de la renovación, regeneración y recuperación de la socialdemocracia ( como planteamiento racionalmente crítico, ético e ideológico )decidan plantar cara la institucionalismo, el clientelismo y la claudicación política en beneficio, no propio, sino de la sociedad . Era ( y es) necesario abrir la corriente, ofrecer la posibilidad de participación a personas ajenas al partido, elaborar propuestas y darles publicidad para su debate en la sociedad, en definitiva: estructurar con claridad una alternativa interna de izquierdas.

Se puede ser de izquierdas y militar críticamente en el PSOE desde IS (yo no lo hago, pero comparto con quien si lo hace), siempre que IS sea lo que siempre debió ser: una alternativa, como decía, de regeneración. Y esto, es difícil de entender por muchos a los que un cierto tipo de sectarismo “casto” ha atacado de forma  virulenta. Se puede compartir ese espíritu pablista que inspiró y debiera inspirar a IS siendo crítico con los dirigentes, porque su presencia no es estructural sino coyuntural. Se puede luchar por la democracia interna desde posiciones críticas, reconociendo el papel de otros en otras organizaciones y propiciando un acercamiento convergente; se puede hablar de ética y valores de izquierdas sin soberbia ni prepotencia “ombliguista” ( practica interesada de las oligarquías pasadas, presentes y esperemos que no de las futuras). Y esto, en mi opinión, es lo que significa le figura de José Antonio Pérez Tapias.


Mi reconocimiento personal a su persona, como intelectual comprometido, como militante coherente y como hombre cuyos valores y principios hubieran conducido a la socialdemocracia española, quizá no hacia un gobierno en mayoría, pero si a participar de la regeneración democrática que la sociedad necesita, pide y exige.  Y mi cariño hacia IS, a pesar de esa especie de oligarquía interna que sufre y de cuyo lastre debe desprenderse, así como de oportunistas, arribistas y clientelistas varios, caminando hacia un papel claramente de referente socialdemócrata que pueda ser contrapeso y, porque no, alternativa al social liberalismo de aspecto agradable pero sin contenido.

Y quiero terminar haciendo una reflexión personal: compartiendo ese sentimiento de pertenencia crítica a una corriente "crítica", mi decisión personal de abandonar la militancia se debió a cuestiones locales así como a una inaceptable traición a los y las trabajadores por parte del social liberal Zapatero. Así mismo, las "cuestiones" locales, jugaron un papel importante, al sufrir el verticalismo de la dirección frente a cualquier otra opción que preservase la democracia interna. Pero incluso fuera de la organización, considero que sigue siendo potencialmente válida (IS) para cumplir los objetivos por los que compañeros del nivel ético, intelectual, político y moral como Jose Luis Gomez Llorente, la constituyeron allá por el 28 Congreso. Y comparto con todos aquellos que piensan que la convergencia programática es la única vía para luchar contra le hegemonía cultural y política de la derecha. 

Personalmente considero que, hoy por hoy, y si la militancia no lo remedia, desgraciadamente la regeneración del proyecto socialdemócrata lo están liderando otros movimientos políticos, dejando al PSOE (bajo la dirección de una renovada cúpula social liberal) el papel de "guardían" de las esencias más rancias del felipismo.

viernes, 14 de noviembre de 2014

¿ÉLITES?

El titular podría, o llevarnos a malos entendidos, o expresar una preocupante e inquietante cuestión: la conformación de una nueva élite. El hecho de que los órganos directivos de la naciente Podemos cuente con una mayoría de intelectuales, en principio, no debería excluir la participación de trabajadores y trabajadoras de todo tipo.
Evidentemente, la preparación teórica de los responsables de poner en marcha el proyecto político y orgánico de Podemos tienen que tener la mayor y mejor de las preparaciones pero, como antes decía, sin exclusiones, pues esto vendría a dar la razón a aquellos y aquellas que acusan a Podemos de demagogia: de decir una cosa pero sin aplicársela a ellos. La tan mentada “casta” no puede tener su expresión en una nueva “elite”.

Entiendo que Pablo Iglesias ha contado con la gente de su entorno; en los y las que mayor confianza y complicidad tiene. No obstante, la composición transversal de podemos hubiera permitido contar con trabajadores y trabajadoras con ideas e inquietudes, formando una dirección socialmente plural. La opción ha sido esta y habrá que ver como se suceden los acontecimientos para valorarla.

Considero que el compromiso de un grupo de intelectuales ha sido el que, al albur de los movimientos ciudadanos (15M,mareas, plazas …) ha propiciado la cristalización de un proyecto político nuevo en lo organizativo pero no tanto en lo programático, pues otras opciones políticas defendían y defienden postulados, o muy próximos, o similares. Pero para que éste nuevo movimiento político fuese realmente representativo tendría que abrirse a esos trabajadores y trabajadoras que han demostrado un alto grado de conciencia “para si”.

Otra cuestión ha sido la falta de voluntad de integración. La explicación en torno a la legitimidad o no de las mayorías no me parece suficiente, aunque personalmente creo que habrá que dar un plazo adecuado a la dirección naciente para que demuestre su voluntad de integración, pues de lo contrario, el calco será tal en lo orgánico que podría desvirtuar un ilusionante proyecto de democracia y pluralidad.

Los intelectuales comprometidos socialmente siempre han sido, de alguna manera, la “vanguardia” en las luchas sociales. Esto, en el pasado, tenía su razón de ser ante la falta de acceso a la formación e información de la clase trabajadora en general. En la actualidad, esa falta de información y formación ( oficial o autodidacta) ya no es tal, por lo que podríamos afirmar sin ningún riesgo que en la clase trabajadora hay personas absolutamente preparadas para asumir responsabilidades democráticas junto a los profesores, licenciados y expertos, extremo éste que podría dar un carácter mucho más plural y transversal a la organización llamada a representar a millones de personas.

Como decía, personalmente, y aunque no estoy de acuerdo, considero que sería un exceso de purismo criticar virulentamente esta presunta deriva “elitista”. Por lo que creo que hay que dar los plazos necesarios para que las diferencias de concepción no obstaculicen la consecución de los objetivos: la toma del poder. Y, aunque el debate no está cerrado, considero que será positivo post ponerlo, pero no olvidarlo pues en éste proyecto van demasiadas ilusiones para que cualquier error pueda frustrar, como decía, el objetivo.


DOS ÁMBITOS

Ante los atónitos ojos de la ciudadanía, se presentan día si y día también, las miserias de un sistema que parece haberse materializado de la nada a pesar de haber estado siempre ante nosotros. La desafección (palabra que significaría que un día hubo afecto, pero que se perdió en el camino) avanza, sembrando a su paso, o desilusión o, en la mayoría de las veces, un cabreo infinito. Y este sentimiento, se va concretando, aligerando la “mayoría silenciosa” y nutriendo las filas de los y las que consideran que ha llegado el momento de impulsar democráticamente y cambio profundo y sustancial. Pero, ¿sobre qué bases se debería producir el cambio?. La cuestión del cómo parece que va aclarándose con la emergencia de grupos organizados que proponen con claridad un nuevo método, alejado de ese planteamiento elitista que nos ha traído los lodos en los que chapoteamos.

No obstante, sería conveniente dilucidar si la solución general podría ser compatible con una solución local; no ya por las posibles diferencias estructurales, competenciales, etc, sino por un motivo mucho más cotidiano: el binomio entre personas e ideas.

Personalmente tengo claro que la democracia, tal y como la entienden sus actuales representantes nos conduce a un callejón sin salida: el sometimiento. De ahí mi actitud personal hacia la rebelión democrática impulsada por las propuestas (propuestas que, como todas, no deben ser ni leídas ni entendidas literalmente, sino en el contexto de un ejercicio condicionado por una sociedad inmersa en una dinámica global) y no tanto por los términos o auto calificaciones de los actores políticos. Izquierda y derecha siguen teniendo todo el sentido, pero, anatematizarlos sería un error estratégico imperdonable pues tienen un componente simbólico pero no práctico.

Dicho esto, la cuestión que me gustaría plantear es la que en un principio apunte: ¿sirven las soluciones generales para ser aplicadas en el ámbito local?. Programaticamente si, pero tendríamos que dilucidar si la táctica sería o no la adecuada. Y esto, simplemente porque no podemos olvidar que los proyectos están sustentados por personas, y éstas se mueven, ya por ideas, ya por intereses; algo que deberíamos clarificar para dar una perspectiva real a las soluciones planteadas.

El movimiento asambleario que ha surgido de las movilizaciones ciudadanas tiene, en su método, un instrumento poderoso de corresponsabilidad. Pero ésta, no podrá existir si no se dan las condiciones de conciencia y coincidencia (en sí y para sí) algo que, en lo referente a nuestro entorno más cercano, no se ha producido ( ¿Cuántas movilizaciones cuestionando la gestión local se han producido, cuántas manifestaciones se han realizado exigiendo mejores y mayores servicios, mayor transparencia y mejor democracia?). Por lo tanto, los movimientos surgen, espontáneamente, al hilo de una onda general, lo que propicia que al “nuevo” proyecto puedan adscribirse personas de todo tipo: verdaderamente comprometidas con un cambio, inquietas por el futuro, o previsoras incluso de ambiciones personales. Esta cuestión no es baladí, pues no debemos olvidar que los proyectos, como antes decía, se sustentan en personas.

Lo que sirve para el ámbito estatal, debe perfilarse cuidadosa y minuciosamente para el local, pues de lo contrario podríamos caer en un mero “quítate tú para ponerme yo”.

      El sistema de democracia liberal representativa fue instaurado en un contexto condicionado por la oligarquía franquista apoyada por los cuarteles y los púlpitos. Esta cuestión que no había sido suficientemente valorada, se pone de relieve cuando la ciudadanía percibe en primera persona los devastadores efectos de un sistema electoral que reprodujo, eso sí, con el aval de las urnas, un sistema oligárquico de élites situadas sobre la ciudadanía. Lo que ahora se propone es simplemente devolver la soberanía al pueblo, pero no desde un planteamiento de asamblea permanente, sino de una reforma institucional de profundo calado que, progresivamente acerque la toma de decisiones a los ámbitos más pequeños. En nuestro entorno local, esto se traduciría en una “reorganización” municipal utilizando métodos e instrumentos existentes (consejos, juntas de distrito, asociaciones, etc) pero sin mediatizar ni manipular su contenido desde el interés partidario. Pero eso lo deben hacer personas, y lo deben hacer desde la sensatez de saberse representantes en un marco delimitado administrativa y competencialmente. Y esta cuestión, o se tiene clara o simplemente se cae en la demagogia y la retórica más simple.

      ¿Pueden los partidos y coaliciones actuales representar ese cambio, esa transformación democrática, están dispuestos y dispuestas, tienen la voluntad de realizar una efectiva “cesión” de soberanía, están dispuestos a renunciar a determinados privilegios que no son, ni propios ni éticos? Yo creo que si, pero que debería plantearse en el seno de los partidos sin tacticismos; verdaderamente dispuestos a cambiar sus propias estructuras para así adecuarse, no a los tiempos, sino a la verdadera misión y objetivo que como organizaciones políticas tienen: representación y defensa de los intereses colectivos, y en el caso de la izquierda, no solo defensa, sino la transformación ( progresiva y gradual) de la realidad en beneficio de esa mayoría que, aunque silenciosa en muchos casos, existe y sufre.

      Los experimentos, si no se atienen a un método donde las teorías (debates) se concreten en hipótesis (propuestas), pierden razón de ser. Por este motivo, si los movimientos alternativos quieren en verdad aglutinar los deseos de cambio, su primer reto es concretar un método democrático para que el proyecto, la propuesta, esté por encima y trascienda a las personas que han de representarlas para así no depender de los criterios o voluntades personales. Y eso también es de aplicación a los partidos actuales o tradicionales (no me gusta el término viejo), pues de lo contrario correrán el riesgo de quedar en meros reductos de pequeñas oligarquías locales, sin contenido y con el único cometido de sobrevivir.


      Como decía, la coincidencia de objetivos es tal entre los que actualmente están y los que están viniendo (al menos en el discurso) que lo que en verdad nos preguntamos muchos es, porqué es tan difícil la convergencia (la respuesta de los intereses es evidente, pero creo y espero que haya más, pues de lo contrario sería muy desalentador) de las propuestas y métodos para, desde la necesaria diversidad y pluralidad, construir un marco de entendimiento que propicie el vuelco, tanto general como local. Las diferencias ideológicas, a la vista de lo que se dice y se plantea, no son ni tantas ni tan importantes, por lo que únicamente me queda la explicación tacticista o dicho de otra manera; el interés partidario en las futuras contiendas de competencia electoral. Y siendo ( si fuese) así, creo necesario superar esas estrategias en pos de la regeneración de un sistema caduco, corrupto e injusto, que aliente a la sociedad a asumir su responsabilidad colectiva e ir superando la resignación ( que propicia imposición) que nos condena a nosotros y a los que vienen detrás.

jueves, 13 de noviembre de 2014

HABLAR POR HABLAR

Que vivimos en una sociedad profundamente injusta, es una evidencia. Y es una evidencia aunque la realidad simplemente nos roce: que tengamos problemas para llegar a fin de mes, que haya algún recibo sin pagar, vamos; minucias, ¿no?. ¿No les asaltan, en esos momentos en los que la realidad se planta ante sus ojos un desasosiego, una inquietud, una preocupación profunda al ver que la “normalidad” condena a muchos de nuestros vecinos a la miseria?. La respuesta a todas estas preguntas es, además de obvia, absurda: si, pero bastante tenemos con sobrevivir. Y, ¿Cuándo esta respuesta es repetida de forma incesante, no tienen la impresión de que hay un intencionalidad en ella?.  ¿No creen que todo lo que está pasando (y, si nada lo remedia, seguirá pasando) forma parte de una estrategia cuyo fin último es someter a la ciudadanía a través del miedo (económico, policial, cultural en definitiva)?.

Esas preguntas y muchas otras, seguro que están en la mente de muchos y muchas, pero la realidad, la pesada y cruel realidad se planta ante nosotros para atenazar nuestra voluntad y someternos. Ese concepto ( el del sometimiento) es con el que hay que romper. Ni nada es así por obra y gracia de nada, ni lo que pasa es fruto de la casualidad ( más bien de la causalidad). Comprar, tomar unas cañas, acudir a un acto lúdico, etc, tiene una explicación que va más allá de la rutina típica de una vida normal. Por ejemplo, ver programas de televisión que consideramos inocuos, anestesia de tal manera nuestra mente, que vivimos en una realidad subjetiva tal que al final resulta imponerse como algo “normal”. Nuestros gustos, nuestros hábitos, incluso nuestra forma de pensar ( o de no pensar) es fruto de un largo proceso al que todos y todas hemos sido sometidos y que ha permitido construir a nuestro alrededor una cotidianidad que, siendo lo “normal”, es absolutamente artificial.

Otro ejemplo. El hecho de que nos hayan “robado” derechos, de que la situación laboral no es que sea precaria; sino que roce la práctica esclavitud, ¿es lo normal?. Es cierto que se podría argumentar que no todo es fruto de un proceso social, sino que la voluntad individual tiene también mucho que ver. Pero, ¿acaso la voluntad individual es libre, acaso tomamos nuestras decisiones libremente sin condicionamientos impuestos?. Y, sigamos con los ejemplos: los niños. El hecho de que la educación (que no es gratuita, porque pagamos con los impuestos, no lo olvidemos) sea cada vez más precaria, ¿no es sino un medio y un método para que las generaciones futuras crezcan en un ambiente “propicio” a los intereses de ese sometimiento a la “normalidad” del que antes hablaba?. El que la sanidad sea cada día más precaria, ¿no es fruto de un plan para “privatizar” nuestra vida, beneficiando el negocio sobre nuestra salud?.

Seguro que muchos y muchas protestamos, nos quejamos e insultamos a los políticos, culpabilizándoles de lo que ocurre, pero ¿no es cierto que hemos oído en más de una ocasión aquello de “si yo pudiera, trincaria”, o hemos criticado a los que han sido pillados robando pero al mismo tiempo sentimos una cierta admiración por el tipo de vida que este robo les ha proporcionado?. Eso, sin discusión, es una enfermedad. Y mientras esa “enfermedad” no sea erradicada de la sociedad, por más leyes y normas que pongamos, seguirá siendo una sociedad, profundamente sumisa, profundamente resignada y, lo que es más preocupante, profundamente corrupta.

Tenemos la oportunidad dentro de pocos meses de tomar decisiones que nos trascienden, porque no solo afectan a lo cotidiano, sino al futuro, no ya de nosotros; sino de los hijos e hijas de todos. Y tenemos la oportunidad de, con un simple gesto, cambiarlo todo, pero para que de verdad cambie. Escuchemos, pero reflexionemos sobre los mensajes que nos transmiten; analicemos qué nos dicen, pero valorando la viabilidad y, sobre todo, su oportunidad. No dejemos que nos manipulen más, no apoyemos a personas por el simple hecho de que las conocemos o nos caen simpáticas: dotemos al derecho electoral de un sentido y un fin.


La televisión, la radio, la prensa, la escuela, la iglesia y demás instituciones van a querer continuar influyendo en nuestra opinión, pero pensemos que, igual no es un intento vano, sino que persigue un objetivo: someternos. La libertad no es pensar que uno hace lo que quiere, sino hacer lo que uno piensa, sin olvidar que no somos, ni únicos, ni vivimos en la soledad de nuestra microsociedad.