jueves, 27 de noviembre de 2014
¿PODRÍAMOS EN EL CAMPELLO?
No quiero
centrarme exclusivamente en un proyecto, pese a lo novedoso e ilusionante que éste pueda ser para cada vez más gente, sino en el de la izquierda,
entendida como el espectro de organizaciones y partidos que defienden una
concepción progresista y de clase ( ¿anticuado el término?, aconsejo para los
que hacen apología del interclasismo, la lectura de Estructura Social y
desigualdad, así como de otras obras sobre la estructura social y las clases
sociales desde un punto de vista científico, que no interesado, para así poder
hablar ajustándonos a la realidad y no a los deseos o la mera construcción de
discursos), los intereses colectivos frente a los individuales, la democracia frente al electoralismo.
Es cierto que la legislación local es claramente
restrictiva, pero es la que es. Simplemente, lo que cabe esperar es que tras
las elecciones generales de noviembre de 2015, un nuevo gobierno del Estado,
modifique la “perversa” Ley de Sostenibilidad de las Administraciones Locales”
y elabore, con urgencia, una verdadera y consensuada ley de régimen local que
sustituya a la enmendada del año 1985 que, aunque vino a dar un marco competencial
a los Ayuntamientos del que hasta entonces carecían ( recordar que el intento
de la II República
fue frustrado por el golpe de estado fascista del 36) es, competencial,
financiera y democráticamente insuficiente.
Centrándome en la cuestión que me ocupa ( y me
preocupa, pues a pesar de todo y de algunos, considero que la "movida" política en la que nos encontramos, es el germen
de una dinámica política y social que debería, como mínimo, remover las débiles
estructuras partidarias locales, al menos a lo que la izquierda se refiere),
considero que es necesario, previamente a realizar propuestas por parte de
cualquier partido u organización coherente cuyo objetivo sea cambiar la
realidad, más allá de la retórica, analizar la realidad política y
administrativa en la que vivimos. Analizar el nivel de participación, las vías
que pudieran existir y las trabas que los actuales partidos han “impuesto” a la
participación ciudadana desde el “terror” que produce el cuestionamiento del
estatus que en la actualidad disfrutan los representantes frente a los representados. Y estos análisis debería estar realizándose
desde una comisión o grupo concreto que, una vez finalizado su trabajo, hiciese
públicas las conclusiones así como una batería de propuestas para el debate: no
todas las líneas deben ser motivo de asamblea, pero si todas las propuestas deben
ser debatidas, cuestionadas y enriquecidas desde el debate más amplio posible.
Y una vez elaborado el documento, ir integrando gentes
de diversa procedencia para, desde el acuerdo sobre las líneas de trabajo,
construir un movimiento social y político plural y diverso, sólido y no sujeto
a las coyunturas electorales, pero si preparado para afrontarlo con garantías
de convertirse en un proyecto mayoritario, pues de otra manera, los cambios y
transformaciones que se precisan serían frustrados y el abono para la derecha
populista institucionalizada, estaría dado.
No voy a plantear línea alguna, pues creo que esa
cuestión debería ser tratada en esas reuniones, asambleas plurales o similar, desde donde
poder integrar las diferentes y diversas opiniones, pero siempre velando por la
viabilidad en el marco legal en el que nos movemos, pues de lo contrario, sí
que se cae en un populismo vacío y superfluo que lleva, indefectiblemente hacia
la demagogia. Ni todos tienen razón en sus exigencias, ni se puede santificar
la opinión ciudadana porque ésta está “excesivamente” condicionada por
prejuicios e intereses” que, aunque legítimos, no siempre coinciden con los de
la mayoría de la ciudadanía. La estratégia, en mi opinión es; pedagogía y discusión, información y formación para poder construir más allá de la manipulación y la imposición sistémica en la que, pese a no considerarlo ni valorarlo, vivimos.
Y termino: al igual que Podemos ha hecho estos días (
con la presentación de una propuesta para el debate en materia económica), en
el ámbito local, los partidos y organizaciones políticas y sociales deberían
dotarse de unos planteamientos mínimos que, paralelamente a los procesos
coyunturales, transmitiesen a la ciudadanía que algo está naciendo y que vale
la pena participar. Sin sectarismo, sin exclusiones, pero con un programa para
debatir y concretar al que sumarse y del que sentirse parte. No un "recetario" de soluciones, pero si un documento abierto donde se aborden de forma transversal la problemática de un municipio desestructurado, carecte de modelo socio económico claro y de futuro y, al igual que el resto, víctima de una democracia representativa agotada que ha creado distancias insalvables entre la ciudadanía y sus representantes.
Seguir con la dinámica de programas electorales
coyunturales, estrategias tacticistas en lo que se dice y a quien, seguirá
empobreciendo la política y alejando a la ciudadanía, en una dinámica que únicamente
beneficia a las oligarquías que dominan y dirigen las organizaciones ( sean
personas u organizaciones integradas) en su propio interés y no en el de
transformar la sociedad.
jueves, 20 de noviembre de 2014
CANDIDATOS/AS, PROGRAMA Y DEMOCRACIA LOCAL
Más
allá del líder o cara popular y visible de un partido u organización política,
debe haber más vida; no es lógico que una estática orgánica basada en
estructuras claramente oligárquicas condicione la existencia en si del partido
político. Y no es lógico, en la dinámica en la que estamos inmersos, pues ésta
está marcada por la exigencia de cambios y transformaciones que reviertan, en
lo posible, la profunda desafección de
la sociedad respecto a la política.
La
designación de candidatos, además de por el debate orgánico, debería haber
pasado por algún tipo de “tamiz” social, lo cual hubiera demostrado que, además
de la legítima ambición personal (entendiendo ambición por voluntad de
trabajo), existen unos planteamientos acorde con esos cambios que la sociedad
exige.
Por
otro lado está el programa (esa relación de intenciones u objetivos que el
partido quiere plantear a la sociedad) político que sustentará a la candidatura
y que debería servir de hoja de ruta de la acción política. Un programa que
tendría que ser debatido previamente, dando la oportunidad a la sociedad (esa
sociedad civil organizada o a la opinión pública en general) de poder expresar
e incluso aportar ideas, inquietudes o propuestas para su discusión.
Está
claro que en un marco institucional, donde la derecha ha dirigido el rumbo
municipal durante más de veinte años, alguna alternativa hay que plantear, pues
el bucle social y político hay que superarlo de forma urgente. Y ahí, juega un
papel fundamental la apertura de las organizaciones a la sociedad: no el
discurso complaciente de, “decidnos que queréis, para que tomemos nota”. Sino
esas líneas y compromisos que son inherentes a una organización política, por
principios, por valores y, porque no, por ideología.
Evidentemente,
de la derecha(insertada en muchos y diversos partidos de diferente definición
teórica) no se espera que de un paso al frente y se ponga junto a la sociedad
civil, pues ésta esta exigiendo transformaciones que la derecha no está
dispuesta a permitir, ni por principios, ni por valores ni por ideología. Y no
lo está, simplemente porque la actividad política la concibe tal cual se
desarrolla actualmente: por delegación excluyente. Y ahí la izquierda, los
movimientos y organizaciones progresistas tienen la obligación de romper una
dinámica cuyo objetivo no es otro que seguir sometiendo a la sociedad al papel
de “mayoría silenciosa”. Esto debería ser un punto de inflexión en el diseño
del proyecto alternativo: la “sociedad gobernante” no debe seguir prevaleciendo
sobre la sociedad civil. Se ha de superar una estática cuyo contenido es
rechazado mayoritariamente por la gente con procedencia ideológica
verdaderamente transversal, y de ahí, la necesidad de cambios. Y esos cambios,
no deberían ser vistos como “copias”, sino como obligaciones y compromisos
asumidos por las organizaciones políticas en el marco de un verdadero cambio de
régimen.
En mi
opinión, que las “caras de los carteles” sean unos u otras es, únicamente
relevante en cuanto a la impronta personal ( que no personalista), pero
personalmente considero que esta impronta tendría que tener como condición la
aceptación de un proyecto; de unas líneas generales y unos principios que
rigiesen la acción política.
La
democracia ( y aunque sea una obviedad, hay que recordarlo), no es solo el
ejercicio cuatrianual del voto. Pero para conseguir la implicación social hay
que dar el primer paso, cuestión que parece ser más dificultosa de lo que
pudiera parecer ( el discurso y la práctica, se contradicen en demasiadas ocasiones),
aunque no es imposible. Para avanzar hacia una sociedad efectiva (y no solo
formal),desde la opinión pública
discusiva ( la de la calle, la de los bares) a una organizada y participativa,
imbuyendo, progresiva pero incesantemente, a todas las estructuras sociales la
cultura de la corresponsabilidad.
Se
que puede parecer un discurso excesivamente retórico e incluso complejo, pero
en mi opinión, lo verdaderamente retórico, e incluso demagógico, es hablar de
democracia cuando lo que en realidad se quiere decir es; sistema electoral
donde los delegados asumen durante cuatro años las decisiones sin contar con
nadie ni dar cuenta a nadie de su trabajo, y cuando se dirigen a la ciudadanía,
es únicamente buscando el eco mediático o el reconocimiento, y no el debate y
la implicación.
UN SALUDO Y MI RECONOCIMIENTO A J.A PEREZ TAPIAS
La noticia de que
José Antonio Pérez Tapias dejaba, por propia voluntad, la portavocía de
Izquierda Socialista ha sido la desagradable constatación de que, incluso en la corriente crítica, la concepción de la política y, sobre todo, de los
cambios exigidos y necesarios para resituar a la socialdemocracia, provoca cainísmo.
Las cuotas de poder orgánico que la corriente tiene son un verdadero lastre,
pues provoca luchas por “estar”, no sujetas a lógica, pero si fruto de tacticísmo
personal.
A José Antonio Pérez
Tapias le conocí en las jornadas que Izquierda Socialista convocó en 2009 en
Madrid, y a las que asistí como miembro declarado de ésta y militante del PSOE (algo que para algunos ha provocado un estigma del que personalmente me siento orgulloso). Siempre me
pareció un compañero digno y de principios, demás de sentir personalmente una
profunda admiración intelectual por su trayectoria. Cuando tuve conocimiento de
su intención ( apoyada por la coordinadora de la corriente) de optar a la Secretaría General
sentí un impulso que finalmente pude reprimir: solicitar la militancia de nuevo
(aunque dudo que en mi agrupación local hubiesen aceptado, dado el grado de
enconamiento personal que mis opiniones suscitan). Finalmente mi único “compromiso”
se concretó en un simbólico apoyo personal a través de las redes sociales.
Evidentemente, nadie
hubiera podido pensar de antemano el revuelo mediático y orgánico que la decisión
de José Antonio iba a provocar, a pesar de que todos tenían ( teníamos) claro
que una posición genuinamente socialdemócrata no sería, ni aceptada por la
oligarquía dirigente ni aceptada mayoritariamente por una militancia, en su
mayoría afín a una especie de clientelismo de partido. Pero, dejando de lado el
hecho coyuntural de la presentación de José Antonio a la Secretaría General ,
me gustaría expresar mi convencimiento de que su voz es todavía necesaria en el
Comité Federal, pues es la única posibilidad de que exista una posición crítica
al oficialismo renovado. Y lo digo como ex miembro del PSOE pero como convencido militante ideológico de la necesidad de transformar una realidad injusta y cruel que se ceba con los débiles en beneficio de los poderosos.
El que la corriente
de opinión haya sido y sea tenida, de forma errónea en mi opinión, como una
posible “plataforma” para “asaltar” otras instancias orgánicas, es y será ( si
la militancia adscrita no lo remedia) el hecho que acabará con su trayectoria ideológica y orgánica. Ya, algunos solicitábamos
un nivel de organización mayor para que pudiese visualizarse socialmente la
alternativa interna a las estructuras social liberales; mayor organización y
mayor democracia, organizando territorialmente la corriente, no de forma
divergente al partido, pero si de alguna manera de forma paralela. Esto fue
considerado una “deslealtad”, aunque todavía no se hacia quién o hacia qué, pues el objetivo era ( y supongo que sigue siendo) devolver al PSOE su carácter de instrumento social y democrático.
La corriente IS
tiene, una historia, un presente, y, si así lo quieren los militantes
adscritos, un futuro. Y éste no es otro que el de servir de regenerador
interno, aunque éste objetivo es o será una entelequia sin la participación de
militantes y personas de izquierdas que, desde el compromiso de la renovación,
regeneración y recuperación de la socialdemocracia ( como planteamiento racionalmente crítico, ético e ideológico )decidan plantar cara la institucionalismo, el clientelismo y la claudicación política en beneficio, no propio, sino de la sociedad . Era ( y es)
necesario abrir la corriente, ofrecer la posibilidad de participación a
personas ajenas al partido, elaborar propuestas y darles publicidad para su
debate en la sociedad, en definitiva: estructurar con claridad una alternativa
interna de izquierdas.
Se puede ser de
izquierdas y militar críticamente en el PSOE desde IS (yo no lo hago, pero comparto con quien si lo hace), siempre que IS sea lo
que siempre debió ser: una alternativa, como decía, de regeneración. Y esto, es
difícil de entender por muchos a los que un cierto tipo de sectarismo “casto”
ha atacado de forma virulenta. Se puede
compartir ese espíritu pablista que inspiró y debiera inspirar a IS siendo crítico
con los dirigentes, porque su presencia no es estructural sino coyuntural. Se
puede luchar por la democracia interna desde posiciones críticas, reconociendo
el papel de otros en otras organizaciones y propiciando un acercamiento
convergente; se puede hablar de ética y valores de izquierdas sin soberbia ni
prepotencia “ombliguista” ( practica interesada de las oligarquías pasadas,
presentes y esperemos que no de las futuras). Y esto, en mi opinión, es lo que
significa le figura de José Antonio Pérez Tapias.
Mi reconocimiento
personal a su persona, como intelectual comprometido, como militante coherente
y como hombre cuyos valores y principios hubieran conducido a la
socialdemocracia española, quizá no hacia un gobierno en mayoría, pero si a
participar de la regeneración democrática que la sociedad necesita, pide y
exige. Y mi cariño hacia IS, a pesar de
esa especie de oligarquía interna que sufre y de cuyo lastre debe desprenderse,
así como de oportunistas, arribistas y clientelistas varios, caminando hacia un
papel claramente de referente socialdemócrata que pueda ser contrapeso y,
porque no, alternativa al social liberalismo de aspecto agradable pero sin
contenido.
Y quiero terminar haciendo una reflexión personal: compartiendo ese sentimiento de pertenencia crítica a una corriente "crítica", mi decisión personal de abandonar la militancia se debió a cuestiones locales así como a una inaceptable traición a los y las trabajadores por parte del social liberal Zapatero. Así mismo, las "cuestiones" locales, jugaron un papel importante, al sufrir el verticalismo de la dirección frente a cualquier otra opción que preservase la democracia interna. Pero incluso fuera de la organización, considero que sigue siendo potencialmente válida (IS) para cumplir los objetivos por los que compañeros del nivel ético, intelectual, político y moral como Jose Luis Gomez Llorente, la constituyeron allá por el 28 Congreso. Y comparto con todos aquellos que piensan que la convergencia programática es la única vía para luchar contra le hegemonía cultural y política de la derecha.
Personalmente considero que, hoy por hoy, y si la militancia no lo remedia, desgraciadamente la regeneración del proyecto socialdemócrata lo están liderando otros movimientos políticos, dejando al PSOE (bajo la dirección de una renovada cúpula social liberal) el papel de "guardían" de las esencias más rancias del felipismo.
viernes, 14 de noviembre de 2014
¿ÉLITES?
El
titular podría, o llevarnos a malos entendidos, o expresar una preocupante e
inquietante cuestión: la conformación de una nueva élite. El hecho de que los
órganos directivos de la naciente Podemos cuente con una mayoría de
intelectuales, en principio, no debería excluir la participación de
trabajadores y trabajadoras de todo tipo.
Evidentemente,
la preparación teórica de los responsables de poner en marcha el proyecto
político y orgánico de Podemos tienen que tener la mayor y mejor de las preparaciones
pero, como antes decía, sin exclusiones, pues esto vendría a dar la razón a
aquellos y aquellas que acusan a Podemos de demagogia: de decir una cosa pero
sin aplicársela a ellos. La tan mentada “casta” no puede tener su expresión en
una nueva “elite”.
Entiendo
que Pablo Iglesias ha contado con la gente de su entorno; en los y las que
mayor confianza y complicidad tiene. No obstante, la composición transversal de
podemos hubiera permitido contar con trabajadores y trabajadoras con ideas e
inquietudes, formando una dirección socialmente plural. La opción ha sido esta
y habrá que ver como se suceden los acontecimientos para valorarla.
Considero
que el compromiso de un grupo de intelectuales ha sido el que, al albur de los
movimientos ciudadanos (15M,mareas, plazas …) ha propiciado la cristalización
de un proyecto político nuevo en lo organizativo pero no tanto en lo
programático, pues otras opciones políticas defendían y defienden postulados, o
muy próximos, o similares. Pero para que éste nuevo movimiento político fuese
realmente representativo tendría que abrirse a esos trabajadores y trabajadoras
que han demostrado un alto grado de conciencia “para si”.
Otra
cuestión ha sido la falta de voluntad de integración. La explicación en torno a
la legitimidad o no de las mayorías no me parece suficiente, aunque
personalmente creo que habrá que dar un plazo adecuado a la dirección naciente
para que demuestre su voluntad de integración, pues de lo contrario, el calco
será tal en lo orgánico que podría desvirtuar un ilusionante proyecto de
democracia y pluralidad.
Los
intelectuales comprometidos socialmente siempre han sido, de alguna manera, la
“vanguardia” en las luchas sociales. Esto, en el pasado, tenía su razón de ser
ante la falta de acceso a la formación e información de la clase trabajadora en
general. En la actualidad, esa falta de información y formación ( oficial o
autodidacta) ya no es tal, por lo que podríamos afirmar sin ningún riesgo que
en la clase trabajadora hay personas absolutamente preparadas para asumir
responsabilidades democráticas junto a los profesores, licenciados y expertos,
extremo éste que podría dar un carácter mucho más plural y transversal a la
organización llamada a representar a millones de personas.
Como
decía, personalmente, y aunque no estoy de acuerdo, considero que sería un
exceso de purismo criticar virulentamente esta presunta deriva “elitista”. Por
lo que creo que hay que dar los plazos necesarios para que las diferencias de
concepción no obstaculicen la consecución de los objetivos: la toma del poder.
Y, aunque el debate no está cerrado, considero que será positivo post ponerlo,
pero no olvidarlo pues en éste proyecto van demasiadas ilusiones para que
cualquier error pueda frustrar, como decía, el objetivo.
DOS ÁMBITOS
Ante
los atónitos ojos de la ciudadanía, se presentan día si y día también, las
miserias de un sistema que parece haberse materializado de la nada a pesar de
haber estado siempre ante nosotros. La desafección (palabra que significaría
que un día hubo afecto, pero que se perdió en el camino) avanza, sembrando a su
paso, o desilusión o, en la mayoría de las veces, un cabreo infinito. Y este
sentimiento, se va concretando, aligerando la “mayoría silenciosa” y nutriendo
las filas de los y las que consideran que ha llegado el momento de impulsar
democráticamente y cambio profundo y sustancial. Pero, ¿sobre qué bases se
debería producir el cambio?. La cuestión del cómo parece que va aclarándose con
la emergencia de grupos organizados que proponen con claridad un nuevo método,
alejado de ese planteamiento elitista que nos ha traído los lodos en los que
chapoteamos.
No
obstante, sería conveniente dilucidar si la solución general podría ser
compatible con una solución local; no ya por las posibles diferencias
estructurales, competenciales, etc, sino por un motivo mucho más cotidiano: el
binomio entre personas e ideas.
Personalmente
tengo claro que la democracia, tal y como la entienden sus actuales
representantes nos conduce a un callejón sin salida: el sometimiento. De ahí mi
actitud personal hacia la rebelión democrática impulsada por las propuestas
(propuestas que, como todas, no deben ser ni leídas ni entendidas literalmente,
sino en el contexto de un ejercicio condicionado por una sociedad inmersa en
una dinámica global) y no tanto por los términos o auto calificaciones de los
actores políticos. Izquierda y derecha siguen teniendo todo el sentido, pero,
anatematizarlos sería un error estratégico imperdonable pues tienen un
componente simbólico pero no práctico.
Dicho
esto, la cuestión que me gustaría plantear es la que en un principio apunte:
¿sirven las soluciones generales para ser aplicadas en el ámbito local?.
Programaticamente si, pero tendríamos que dilucidar si la táctica sería o no la
adecuada. Y esto, simplemente porque no podemos olvidar que los proyectos están
sustentados por personas, y éstas se mueven, ya por ideas, ya por intereses;
algo que deberíamos clarificar para dar una perspectiva real a las soluciones
planteadas.
El
movimiento asambleario que ha surgido de las movilizaciones ciudadanas tiene,
en su método, un instrumento poderoso de corresponsabilidad. Pero ésta, no
podrá existir si no se dan las condiciones de conciencia y coincidencia (en sí
y para sí) algo que, en lo referente a nuestro entorno más cercano, no se ha
producido ( ¿Cuántas movilizaciones cuestionando la gestión local se han
producido, cuántas manifestaciones se han realizado exigiendo mejores y mayores
servicios, mayor transparencia y mejor democracia?). Por lo tanto, los
movimientos surgen, espontáneamente, al hilo de una onda general, lo que
propicia que al “nuevo” proyecto puedan adscribirse personas de todo tipo:
verdaderamente comprometidas con un cambio, inquietas por el futuro, o
previsoras incluso de ambiciones personales. Esta cuestión no es baladí, pues
no debemos olvidar que los proyectos, como antes decía, se sustentan en
personas.
Lo
que sirve para el ámbito estatal, debe perfilarse cuidadosa y minuciosamente
para el local, pues de lo contrario podríamos caer en un mero “quítate tú para
ponerme yo”.
El sistema de democracia liberal
representativa fue instaurado en un contexto condicionado por la oligarquía
franquista apoyada por los cuarteles y los púlpitos. Esta cuestión que no había
sido suficientemente valorada, se pone de relieve cuando la ciudadanía percibe
en primera persona los devastadores efectos de un sistema electoral que
reprodujo, eso sí, con el aval de las urnas, un sistema oligárquico de élites
situadas sobre la ciudadanía. Lo que ahora se propone es simplemente devolver
la soberanía al pueblo, pero no desde un planteamiento de asamblea permanente,
sino de una reforma institucional de profundo calado que, progresivamente
acerque la toma de decisiones a los ámbitos más pequeños. En nuestro entorno
local, esto se traduciría en una “reorganización” municipal utilizando métodos
e instrumentos existentes (consejos, juntas de distrito, asociaciones, etc)
pero sin mediatizar ni manipular su contenido desde el interés partidario. Pero
eso lo deben hacer personas, y lo deben hacer desde la sensatez de saberse
representantes en un marco delimitado administrativa y competencialmente. Y
esta cuestión, o se tiene clara o simplemente se cae en la demagogia y la
retórica más simple.
¿Pueden los partidos y coaliciones
actuales representar ese cambio, esa transformación democrática, están
dispuestos y dispuestas, tienen la voluntad de realizar una efectiva “cesión”
de soberanía, están dispuestos a renunciar a determinados privilegios que no
son, ni propios ni éticos? Yo creo que si, pero que debería plantearse en el
seno de los partidos sin tacticismos; verdaderamente dispuestos a cambiar sus
propias estructuras para así adecuarse, no a los tiempos, sino a la verdadera
misión y objetivo que como organizaciones políticas tienen: representación y
defensa de los intereses colectivos, y en el caso de la izquierda, no solo
defensa, sino la transformación ( progresiva y gradual) de la realidad en
beneficio de esa mayoría que, aunque silenciosa en muchos casos, existe y
sufre.
Los experimentos, si no se atienen a un
método donde las teorías (debates) se concreten en hipótesis (propuestas),
pierden razón de ser. Por este motivo, si los movimientos alternativos quieren
en verdad aglutinar los deseos de cambio, su primer reto es concretar un método
democrático para que el proyecto, la propuesta, esté por encima y trascienda a
las personas que han de representarlas para así no depender de los criterios o
voluntades personales. Y eso también es de aplicación a los partidos actuales o
tradicionales (no me gusta el término viejo), pues de lo contrario correrán el
riesgo de quedar en meros reductos de pequeñas oligarquías locales, sin
contenido y con el único cometido de sobrevivir.
Como decía, la coincidencia de objetivos
es tal entre los que actualmente están y los que están viniendo (al menos en el
discurso) que lo que en verdad nos preguntamos muchos es, porqué es tan difícil
la convergencia (la respuesta de los intereses es evidente, pero creo y espero
que haya más, pues de lo contrario sería muy desalentador) de las propuestas y
métodos para, desde la necesaria diversidad y pluralidad, construir un marco de
entendimiento que propicie el vuelco, tanto general como local. Las diferencias
ideológicas, a la vista de lo que se dice y se plantea, no son ni tantas ni tan
importantes, por lo que únicamente me queda la explicación tacticista o dicho
de otra manera; el interés partidario en las futuras contiendas de competencia
electoral. Y siendo ( si fuese) así, creo necesario superar esas estrategias en
pos de la regeneración de un sistema caduco, corrupto e injusto, que aliente a
la sociedad a asumir su responsabilidad colectiva e ir superando la resignación
( que propicia imposición) que nos condena a nosotros y a los que vienen
detrás.
jueves, 13 de noviembre de 2014
HABLAR POR HABLAR
Que vivimos en una
sociedad profundamente injusta, es una evidencia. Y es una evidencia aunque la
realidad simplemente nos roce: que tengamos problemas para llegar a fin de mes,
que haya algún recibo sin pagar, vamos; minucias, ¿no?. ¿No les asaltan, en
esos momentos en los que la realidad se planta ante sus ojos un desasosiego,
una inquietud, una preocupación profunda al ver que la “normalidad” condena a
muchos de nuestros vecinos a la miseria?. La respuesta a todas estas preguntas
es, además de obvia, absurda: si, pero bastante tenemos con sobrevivir. Y,
¿Cuándo esta respuesta es repetida de forma incesante, no tienen la impresión
de que hay un intencionalidad en ella?.
¿No creen que todo lo que está pasando (y, si nada lo remedia, seguirá
pasando) forma parte de una estrategia cuyo fin último es someter a la
ciudadanía a través del miedo (económico, policial, cultural en definitiva)?.
Esas preguntas y
muchas otras, seguro que están en la mente de muchos y muchas, pero la
realidad, la pesada y cruel realidad se planta ante nosotros para atenazar
nuestra voluntad y someternos. Ese concepto ( el del sometimiento) es con el
que hay que romper. Ni nada es así por obra y gracia de nada, ni lo que pasa es
fruto de la casualidad ( más bien de la causalidad). Comprar, tomar unas cañas,
acudir a un acto lúdico, etc, tiene una explicación que va más allá de la
rutina típica de una vida normal. Por ejemplo, ver programas de televisión que
consideramos inocuos, anestesia de tal manera nuestra mente, que vivimos en una
realidad subjetiva tal que al final resulta imponerse como algo “normal”.
Nuestros gustos, nuestros hábitos, incluso nuestra forma de pensar ( o de no
pensar) es fruto de un largo proceso al que todos y todas hemos sido sometidos
y que ha permitido construir a nuestro alrededor una cotidianidad que, siendo
lo “normal”, es absolutamente artificial.
Otro ejemplo. El
hecho de que nos hayan “robado” derechos, de que la situación laboral no es que
sea precaria; sino que roce la práctica esclavitud, ¿es lo normal?. Es cierto
que se podría argumentar que no todo es fruto de un proceso social, sino que la
voluntad individual tiene también mucho que ver. Pero, ¿acaso la voluntad
individual es libre, acaso tomamos nuestras decisiones libremente sin
condicionamientos impuestos?. Y, sigamos con los ejemplos: los niños. El hecho
de que la educación (que no es gratuita, porque pagamos con los impuestos, no
lo olvidemos) sea cada vez más precaria, ¿no es sino un medio y un método para
que las generaciones futuras crezcan en un ambiente “propicio” a los intereses
de ese sometimiento a la “normalidad” del que antes hablaba?. El que la sanidad
sea cada día más precaria, ¿no es fruto de un plan para “privatizar” nuestra
vida, beneficiando el negocio sobre nuestra salud?.
Seguro que muchos y
muchas protestamos, nos quejamos e insultamos a los políticos,
culpabilizándoles de lo que ocurre, pero ¿no es cierto que hemos oído en más de
una ocasión aquello de “si yo pudiera, trincaria”, o hemos criticado a los que
han sido pillados robando pero al mismo tiempo sentimos una cierta admiración
por el tipo de vida que este robo les ha proporcionado?. Eso, sin discusión, es
una enfermedad. Y mientras esa “enfermedad” no sea erradicada de la sociedad,
por más leyes y normas que pongamos, seguirá siendo una sociedad, profundamente
sumisa, profundamente resignada y, lo que es más preocupante, profundamente
corrupta.
Tenemos la
oportunidad dentro de pocos meses de tomar decisiones que nos trascienden,
porque no solo afectan a lo cotidiano, sino al futuro, no ya de nosotros; sino
de los hijos e hijas de todos. Y tenemos la oportunidad de, con un simple
gesto, cambiarlo todo, pero para que de verdad cambie. Escuchemos, pero
reflexionemos sobre los mensajes que nos transmiten; analicemos qué nos dicen,
pero valorando la viabilidad y, sobre todo, su oportunidad. No dejemos que nos
manipulen más, no apoyemos a personas por el simple hecho de que las conocemos
o nos caen simpáticas: dotemos al derecho electoral de un sentido y un fin.
La televisión, la
radio, la prensa, la escuela, la iglesia y demás instituciones van a querer
continuar influyendo en nuestra opinión, pero pensemos que, igual no es un
intento vano, sino que persigue un objetivo: someternos. La libertad no es pensar
que uno hace lo que quiere, sino hacer lo que uno piensa, sin olvidar que no
somos, ni únicos, ni vivimos en la soledad de nuestra microsociedad.
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