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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

jueves, 20 de noviembre de 2014

CANDIDATOS/AS, PROGRAMA Y DEMOCRACIA LOCAL

Más allá del líder o cara popular y visible de un partido u organización política, debe haber más vida; no es lógico que una estática orgánica basada en estructuras claramente oligárquicas condicione la existencia en si del partido político. Y no es lógico, en la dinámica en la que estamos inmersos, pues ésta está marcada por la exigencia de cambios y transformaciones que reviertan, en lo posible,  la profunda desafección de la sociedad respecto a la política.

La designación de candidatos, además de por el debate orgánico, debería haber pasado por algún tipo de “tamiz” social, lo cual hubiera demostrado que, además de la legítima ambición personal (entendiendo ambición por voluntad de trabajo), existen unos planteamientos acorde con esos cambios que la sociedad exige.  

Por otro lado está el programa (esa relación de intenciones u objetivos que el partido quiere plantear a la sociedad) político que sustentará a la candidatura y que debería servir de hoja de ruta de la acción política. Un programa que tendría que ser debatido previamente, dando la oportunidad a la sociedad (esa sociedad civil organizada o a la opinión pública en general) de poder expresar e incluso aportar ideas, inquietudes o propuestas para su discusión.

Está claro que en un marco institucional, donde la derecha ha dirigido el rumbo municipal durante más de veinte años, alguna alternativa hay que plantear, pues el bucle social y político hay que superarlo de forma urgente. Y ahí, juega un papel fundamental la apertura de las organizaciones a la sociedad: no el discurso complaciente de, “decidnos que queréis, para que tomemos nota”. Sino esas líneas y compromisos que son inherentes a una organización política, por principios, por valores y, porque no, por ideología.

Evidentemente, de la derecha(insertada en muchos y diversos partidos de diferente definición teórica) no se espera que de un paso al frente y se ponga junto a la sociedad civil, pues ésta esta exigiendo transformaciones que la derecha no está dispuesta a permitir, ni por principios, ni por valores ni por ideología. Y no lo está, simplemente porque la actividad política la concibe tal cual se desarrolla actualmente: por delegación excluyente. Y ahí la izquierda, los movimientos y organizaciones progresistas tienen la obligación de romper una dinámica cuyo objetivo no es otro que seguir sometiendo a la sociedad al papel de “mayoría silenciosa”. Esto debería ser un punto de inflexión en el diseño del proyecto alternativo: la “sociedad gobernante” no debe seguir prevaleciendo sobre la sociedad civil. Se ha de superar una estática cuyo contenido es rechazado mayoritariamente por la gente con procedencia ideológica verdaderamente transversal, y de ahí, la necesidad de cambios. Y esos cambios, no deberían ser vistos como “copias”, sino como obligaciones y compromisos asumidos por las organizaciones políticas en el marco de un verdadero cambio de régimen.

En mi opinión, que las “caras de los carteles” sean unos u otras es, únicamente relevante en cuanto a la impronta personal ( que no personalista), pero personalmente considero que esta impronta tendría que tener como condición la aceptación de un proyecto; de unas líneas generales y unos principios que rigiesen la acción política.

La democracia ( y aunque sea una obviedad, hay que recordarlo), no es solo el ejercicio cuatrianual del voto. Pero para conseguir la implicación social hay que dar el primer paso, cuestión que parece ser más dificultosa de lo que pudiera parecer ( el discurso y la práctica, se contradicen en demasiadas ocasiones), aunque no es imposible. Para avanzar hacia una sociedad efectiva (y no solo formal),desde  la opinión pública discusiva ( la de la calle, la de los bares) a una organizada y participativa, imbuyendo, progresiva pero incesantemente, a todas las estructuras sociales la cultura de la corresponsabilidad.


Se que puede parecer un discurso excesivamente retórico e incluso complejo, pero en mi opinión, lo verdaderamente retórico, e incluso demagógico, es hablar de democracia cuando lo que en realidad se quiere decir es; sistema electoral donde los delegados asumen durante cuatro años las decisiones sin contar con nadie ni dar cuenta a nadie de su trabajo, y cuando se dirigen a la ciudadanía, es únicamente buscando el eco mediático o el reconocimiento, y no el debate y la implicación.

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