La reforma laboral del pp ha
servido a uno de los fines que la crisis tenía ( y tiene); que algunos vieron de
forma tácita, pero hoy, a la vista de los datos sobre el tipo de empleo que se
crea en éste país, va tomando forma explícita: el empobrecimiento.
Pese a que éste concepto sea ajeno para muchos y muchas, o se quiera pasar
de puntillas ( el terror económico que la crisis ha puesto en manos de unos
pocos es un arma demasiado potente para combatirlo sólo con principios), el
empobrecimiento generalizado es un hecho que no escapa a casi nadie. Los
pequeños ( o no tan pequeños) agregados de solidaridad son los que están
sosteniendo el difícil equilibrio sobre el que deambula la sociedad: padres,
suegros, vecinos, ONGs, etc, son las que están sustituyendo a un estado cada
día más mínimo: otro de los objetivos de la estrategia global neoliberal.
Desde los Ayuntamientos, y previa
autorización de las administraciones competentes en materia de empleo, se puede
incidir cuantitativa y cualitativamente: destinar, parte de los presupuestos actuales destinados
a la realización de horas y servicios extraordinarios para la creación directa
de empleo. Creo, que la pasada legislatura ya hubo algún grupo que apuntó
alguna cuestión, pese a no concretarlo presupuestariamente. Junto a la
reconsideración de las partidas destinadas a servicios y horas extras, puede (
y debe) sumarse otros gastos no prioritarios para dotar suficientemente un
programa de acción directa.
Las bolsas de empleo son pequeños
pero efectivos parches que pueden ofrecer a muchos y muchas trabajadores y
trabajadoras un instrumento no solo para la supervivencia, sino también para
recuperar algo que, hoy por hoy está bajo mínimos: la dignidad como
trabajadores y trabajadoras; en definitiva, como personas. Pero esto no basta:
la necesidad de abrir nuevos nichos de empleo al hilo de un cambio de modelo
productivo local, más sostenible y sin dependencia de la temporalidad es otro
reto que debe ser abordado en El Campello sin prisa, pero sin pausa.
Otra cuestión son el rescate de
servicios actualmente en manos de empresas. Aquí no solo basta con la voluntad,
sino con la situación contractual en la que se encuentran esos servicios: decir
que se va a “municipalizar” un servicio, sin valorar las repercusiones que
podría tener el incumplimiento de un contrato sería una irresponsabilidad. No
obstante, valorada ésta cuestión, si se pueden crear mecanismos para, a través
de la promoción del autoempleo y la iniciativa local, co-gestionar muchos de
los servicios que hasta el día vienen prestando empresas. Pero el objetivo no
puede quedar en ésta cuestión: la formación, la horizontalidad de esa
co-gestión, la sostenibilidad presupuestaria, etc, son cuestiones que deben
entrar en el debate ( valorar si una revisión de impuestos y tasas puede o
afectaría a éste objetivo)
Como decía, las acciones, pese a
necesarias, siempre van a ser parciales y, desgraciadamente, temporales;
condicionadas a presupuestos, necesidades e incluso a la adecuación de los
servicios a la existencia de trabajadores asociados que puedan asumir la
co-gestión. Es necesaria la apertura de un dialogo, donde la institución
municipal, el tejido empresarial local, los centros universitarios y órganos supramunicipales,
junto con sindicatos y vecinos, hablen de cómo ampliar el modelo económico
local, y ahí el papel de liderazgo del Ayuntamiento es imprescindible.
En éstos días, que muchos salen
en los medios de comunicación sacando pecho ante los datos del empleo, pese a
los apabullantes datos que indican el progresivo empobrecimiento de los
trabajadores y trabajadoras asalariados; la fuga de trabajadores y trabajadoras
al extranjero, sirva como reflexión un interesante artículo con un no menos
interesante título de José Carlos Diez: País de ladrillo y camareros ( Tinta
libre del mes de julio). ¿Ese es el futuro?
No hay comentarios:
Publicar un comentario