Me he permitido parafrasear a mi
admirado José Antonio Pérez Tapias para, desde el mayor de los respetos hacia
la militancia y la dirección socialista local, dar mi opinión sobre lo que
considero el enésimo error. Y no por sólo por no haber entrado a gobernar ( que
espero que se reconsidere), sino por, aparentemente, obviar la agrupación local
una autocrítica necesaria. Autocrítica que, lejos de ser un escarnio público,
se presente ante la ciudadanía con la humildad del que ha perdido votos y
representación porcentual desde 2007 (éste año se mantuvieron los siete
concejales y concejalas). En 2007 se obtuvieron 3055 votos (28,86%) y siete
concejales; en 2011, 2855 (25,31%) y seis concejales; y finalmente, en 2015
1762 (14,59) y tres concejales. Los datos lo dicen todo, pero,
sorprendentemente, la agrupación local y su dirección política no dicen nada:
nadie asume el desastre y, por consiguiente, parece esperarse a que la “tormenta”
escampe y los aires vuelvan a ser favorables.
En 2007 y 2011 la crisis de la
agrupación era evidente: el enfrentamiento entre las diferentes facciones
desangraba el partido y se traducía en una sangría de votos y confianza
ciudadana. El caso de 2011 fue especialmente crítico: la ruptura en dos del
partido, el abandono de la secretaria general, la gestora, etc.
Desgraciadamente, en aquella crisis participé como militante, abandonando el
partido poco después ante lo que muchos y muchas consideramos una
desautorización a la soberanía de la Asamblea local. Evidentemente asumo mi
error, pero, a la vista de los acontecimientos, me reafirmo en los motivos que
me llevaron a dejar el partido: el poder “carismático” que se ejercía en la
agrupación, con un núcleo duro en torno al Candidato y Secretario General cuyo
objetivo era (y es) excluir cualquier tipo de crítica.
Tras las elecciones del pasado
mes de mayo, y vistos los desastrosos resultados, personalmente esperaba una
reacción por parte de la Agrupación Socialista: un análisis crítico, no solo de
los resultados, sino del proceso de practica desintegración que ésta venía
sufriendo y que cristalizó en el peor resultado en la historia del socialismo
campellero (si exceptuamos el año 87 en el que se presentó la candidatura del
PSI por un lado como escisión del PSPV-PSOE).
Creo que la militancia, esa que
tanto odia a los que hemos sido críticos; esa que confunde crítica política con
inquina personal; la misma que se aglutina en torno a posiciones de resistencia
que les han llevado hasta casi la testimonialidad, no puede ni debe seguir
haciendo dejadez de su responsabilidad. Pues seamos claros: no toda la
responsabilidad es del candidato o la candidatura, sino que la militancia que
la sustenta tiene la suya y debe asumirla.
No critico su posición en las
enésimas infructuosas negociaciones para formar gobierno pues tenían y tiene la
legitimidad para tomar la decisión que han adoptado, pero si me gustaría, desde
el respeto al compromiso que tiene para con su partido, proponer una reflexión
crítica, más allá de las personas, más allá de las inquinas y odios personales (confundiendo,
como decía, critica política con enfrentamiento personal). La autocrítica debe partir, en mi opinión, de
la necesidad de una renovación de personas, pero también de ideas, de
planteamientos y posiciones. La autocrítica debería prescindir de alineamientos
personales y debatir, sin ambages sobre lo hecho y el futuro que el PSPV-PSOE
quiere jugar como partido.
Creo que el PSPV-PSOE tiene un
papel que jugar en el mapa político local, pero para poder ser útil a los fines
para los que fue creado, debe reflexionar y asumir, cada uno o una en su medida,
la responsabilidad sobre la situación presente, y sobre todo, sobre el futuro:
sin nombres, ni caras, sin preponderancia de estatus o absurda soberbia ;
prescindiendo de egos y, sobre todo, con el ánimo comprometido en recuperar el
papel que, como partido socialdemócrata, ha tenido y debe seguir teniendo.
La lectura del comunicado emitido
tras la ruptura de las negociaciones e informaciones que he ido recopilando por
parte de algunos y algunas participantes me indica que el nivel de contracción
política es prácticamente un síntoma de metástasis. Las referencias a “liderar”
sin que se acompañe un análisis crítico de la situación propia; apelar a que el
“rechazo” al candidato ha sido uno de los motivos principales para abandonar el
proceso de cambio y, enrocarse en la defensa de un programa desde la oposición
me indica que la cuestión no era el cambio, sino recuperar ese hipotético
prestigio (estatus personal ) pese al desastre. Creo que los y las socialistas
tenemos una responsabilidad si seguimos creyendo en el papel instrumental que
el partido tiene para cambiar las cosas; para transformar el presente y el
futuro de nuestro pueblo.
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