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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

miércoles, 15 de octubre de 2014

¿DINAMICA vs ESTATUS?

Cuando el conjunto de estructuras que componen una sociedad dada, como puede ser un municipio, vive inmerso en una estática permanente sin que la dinámica sea más que testimonial y, en la mayoría de los casos, reducida a grupos concretos sin influencia o al menos sin influencia inmediata, se podría especular con que esa sociedad o ese conjunto de estructuras que conforman una sociedad están condenadas a reproducir, pese a todo, un sistema de relaciones basado en determinados simbolismos, donde ninguno y en ningún caso, es o será un factor de cambio o transformación. Me explico.

El conjunto de instituciones y estructuras que componen el municipio están sujetas a una norma cuyo objetivo es la reproducción, consciente o inconsciente, de las presentes condiciones de vida. El individualismo, roto en contadas ocasiones y sobre motivaciones concretas, atenaza cualquier dinámica diferenciadora, al tiempo que la excluye del pírrico debate social que se da en la sociedad a nivel colectivo. Evidentemente, la exclusión primaria se produce por un conflicto en la concepción de estatus y rol en las entidades e instituciones que componen la sociedad como hecho colectivo: ninguna discrepancia es asumida ni tenida en cuenta más allá de la mera y pura testimonialidad y, eso si, siempre de puertas a dentro, pues el estatus que hegemoniza las instituciones sociales no permite un cuestionamiento de “liderazgo”. Y eso se produce, incluso, en las estructuras que presumen de posiciones avanzadas respecto al compromiso transformador en la sociedad; en estructuras que, pese al discurso, viven inmersas en un mantenimiento  sine die de una estática basada en un determinado capital simbólico incuestionable heredado de una preponderancia histórica de la organización sobre el individuo, donde el poder carismático sustituye a cualquier lógica mínimamente racional y, no digamos una racionalidad mínimamente crítica: más allá de la instrumentalidad del objetivo marcado en el mercado electoral, la supervivencia está asegurada únicamente desde la endogamia y no desde la integración de nuevas posiciones, ideas u opiniones..

Desde esta actitud, cabria preguntarse si seguir opinando, aunque sea desde la humildad, vale la pena o es un ejercicio vacuo y estéril visto lo visto. La respuesta a esta pregunta entra inevitablemente en el ámbito de lo personal, pues los condicionanamientos éticos o estratégicos e incluso morales de cada uno son los que dirimen finalmente la decisión sobre si continuar aportando, siempre de forma humilde, o abandonarse a la privacidad del estudio y la reflexión personal. Y, la segunda pregunta es, ¿es posible seguir aportando, opinando, reflexionando públicamente si esa opinión, reflexión o crítica es obviada sin argumentación alguna ( podría ser rechazada por un desacuerdo táctico, e incluso por considerarla una mera especulación intelectualoide pretenciosa, pero, ni a ese extremo llegamos). Al igual que la primera pregunta, ésta únicamente tiene una respuesta en el ámbito privado: ¿hasta donde, porqué y para qué?.

Una vez finalizados los actos del mayor de los actos que expresan la estática ( por otro lado, necesaria para no perder el horizonte de quienes somos y porqué), cabría plantearse una acción dirigida a incidir en la realidad a corto y medio plazo, como expresión de compromiso con el discurso mantenido: cabria plantearse inicialmente una reflexión sobre el presente y el futuro, desde la crítica y la autocrítica sin que ésta sea una flagelación, pero si un acto catártico que influyese en el inicio de la construcción de un instrumento social nuevo, novedoso y radicalmente diferente a lo que todos hemos conocido. ¿Porqué?. Por muchas razones, pero fundamentalmente, si se quiere, por un mero ejercicio de egoísmo: o construimos o nos lo construyen, o se intenta influir o seguimos abandonados a la dominación de los de siempre sin que podamos hacer nada. ¿Pesimismo?. No: realismo quizá, o al menos, un pesimismo realista fruto de infinitas frustraciones ideológico-partidistas. Pero, no por ser una frustración es o debe ser un lastre. En este caso es una motivación que, pese a todo, pese a las preguntas sin respuesta, pese a esa estática incomprensible ( excepto desde posiciones conservadoras, aunque éstas se revistan incluso de “revolucionarias”) provoca una reacción de oposición constante a seguir formando parte de una mayoría que, por silenciosa, se somete de forma resignada, en un intento ( legítimo, por otra parte) de salvar lo que se pueda de la vida de uno mismo.

El debate inicial, desde un intento de hacer tambalear el erróneo concepto de estatus del que gozan determinados individuos en determinadas instituciones sociales, puede ser un paso revolucionario, siempre que no sustituya un falso poder carismático por otro, reproduciendo nuevamente la dominación, aunque bajo otro discurso y desde otra retórica. Definir el rol, el papel que cada cual juega o quiere jugar en la construcción de ese instrumento ciudadano, establecer los métodos y concretar las tareas desde la horizontalidad de ese mismo método, que impida la culminación de anhelos arribistas, poniendo, aunque sea peligrosamente, en manos de la ciudadanía ese instrumento para que lo utilice, es el segundo escalón que deberíamos subir. Y el tercer escalón, como no podría ser de otra manera, la “toma del palacio”: la consecución, trabajada, dialogada y debatida, de una nueva mayoría donde lo colectivo reemplace a lo partidario; donde lo social reemplace a lo especulativo. Difícil si, pero no imposible. Al igual que los labradores del medievo jamás podrían haberse imaginado los cambios que se iban a producir en las vidas de las generaciones futuras (revolución industrial, urbanización, aparición del asalariado, etc), los que hoy nos planteamos el futuro, tampoco podemos imaginarnos los cambios de que somos y seremos capaces, siempre que los hombros que empujen sean más que los que se oponen.

Concluyo haciendo un ruego a la dinámica de las organizaciones, colectivos y demás estructuras sociales de las que, sin ninguna duda, depende el futuro, más allá del hecho coyuntural de las urnas (pero sin olvidarlas, por su utilidad instrumental): de todos y cada uno depende sumar a un proyecto plural, pero unitario en los objetivos.


Mientras tanto, seguiré opinando, pues en mi decisión está, que aunque de forma humilde y sin ninguna pretensión, seguiré llenando líneas con deseos más que con opiniones, algo que no puedo ni quiero evitar. Intentando que mi opinión crítica aporte siempre un algo positivo frente a ese continuo intento de visualizar la crítica con el enfrentamiento y la crispación, conclusiones clásicas y típicas de mentalidades estrechas e interesadas en mantener, como antes decía, ese estatus, y permítaseme, carente de capital, ni cultural, ni simbólico ni de ningún tipo.

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