Personalmente, creo que lo de
“penta, exa, tri, tetra”, son términos que pertenecen a la “vieja” forma de
hacer política, donde se repartían cromos en función de preferencias o
intereses partidarios y, porque no decirlo, personales. Creo que la nueva etapa
que las urnas abrieron el pasado 24 de mayo, debe superar la simpleza de un
mero reparto de poder, para empeñarse en un acuerdo político y programático más
allá del cruce de programas y, por supuesto, más allá de las matemáticas
electorales: sustituir las matemáticas (que servirían de poco al ser las
diferencias mínimas entre los “tres de tres”) por la ética política y el pacto
programático abrirá, definitivamente, la nueva etapa que tantos y tantas vienen
(venimos) pidiendo y pregonando.
Personalmente considero que
cualquiera de los o las candidatos o candidatas tiene la legitimidad para optar
a cualquier cargo. No obstante, considero que, por el bien del acuerdo, se
debería restar relevancia a la carga simbólica del puesto de Alcalde. Se debería
firmar un acuerdo y un compromiso ético mediante el cual el o la Alcalde o
Alcaldesa pudiera ser removido en caso de desacuerdo manifiesto, tanto de los
grupos políticos como de la ciudadanía. Igualmente considero que ese acuerdo
ético debería aplicarse a la totalidad de cargos con delegación (alguno de los
partidos que hoy se sientan a negociar ya lo llevaban en su programa:
revocación). Igualmente considero que la cuestión de esa lucha por el “capital
simbólico” que determinadas áreas tienen debería dilucidarse a través de un
acto sencillo: la delegación de firma. Acto que conlleva igualmente la
delegación de responsabilidades políticas.
Otra cuestión sería, a favor del
debate abierto y plural, devolver al Pleno las competencias que puedan estar
delegadas en la Junta Local de Gobierno u otros estamentos, así como la puesta
en marcha de los instrumentos que ya prevé la ley como base para esa
regeneración de la democracia local que deseamos: los consejos sectoriales, el
consejo ciudadano y cuantos instrumentos sean precisos para impulsar y
facilitar la participación. Pero, insisto: donde cualquier voz tenga el mismo
valor.
Evidentemente, no voy a ser yo
quien marque (¡líbrenme los dioses de tal ataque de soberbia!), ni el paso, ni
el guión de un acuerdo que compete a las organizaciones con representación:
únicamente doy mi opinión sobre el “cómo”; simplemente porque considero que el “quien”,
pese a los resquicios de lucha por estatus o liderazgos, pasan a un segundo ( o
tercer, o cuarto…) plano, siendo prioritario, por emergencia y por higiene
democrática, un acuerdo cuya base sea política.
No soy tampoco un ingenuo: soy
consciente de que el factor personal e incluso el personalismo ( esté
justificado o argumentado políticamente) jugará un papel importante en el
proceso: el quién y en cuanto (quien ocupará cada cargo y cual será su
remuneración) es un posible escollo, así como posibles “compromisos” de los
futuros miembros de ese gobierno plural. Pero creo sinceramente que, si éstos
son los escollos principales, los que los esgriman como tales estarán, no solo
haciendo una lectura errónea de los resultados, sino perpetrando un serio revés
al grito mayoritario que las urnas han lanzado: política, dialogo y acuerdo.
Política para recuperar la institución para la ciudadanía, poniéndola al
servicio de los y las vecinos y vecinas; dialogo para que todas las voces y
opiniones valgan lo mismo sea quien sea el que opine; y acuerdo, porque después
de más de veinte años, es necesario un plan serio y valiente para sacar a El
Campello del “impas” en el que gobierno personalistas y personales nos han
encallado.
Los hombres y mujeres de éste
pueblo piden un cambio; y éste debe empezar desde el día siguiente a la toma de
posesión del nuevo gobierno municipal. Cualquier dilación, duda o rectificación
va a ser entendida como un engaño, por lo que la transparencia, el dialogo, la
información y la democracia deben, en mi
modesta opinión, ser las herramientas
que se usen frente al oscurantismo, el despotismo y la soberbia que ha predominado
a lo largo de estos últimos años.
Saludo un acurdo que, pese a las
dificultades normales en el entendimiento entre diversos, diferentes e incluso
divergentes, creo que es, más que posible; necesario.
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