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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

jueves, 26 de febrero de 2015

EFECTO LUPA

No quiero referirme a los efectos demoscópicos que la emergencia de un movimiento político ha provocado en el paisaje electoral. Mi intención es centrarme únicamente en un efecto que, en mi opinión, debiera extenderse al ser éste un instrumento que incidirá, si se pone en práctica en un cierto tipo de regeneración socio político: el efecto lupa.

Podemos se presentó a las elecciones europeas sin apenas trayectoria partidaria, pero con un discurso coincidente con las demandas ciudadanas planteadas desde plazas y calles de todo el país. La táctica legítima de un grupo de intelectuales propició la movilización de más de un millón de votos y, con el paso del tiempo, la agregación progresiva de miles de ciudadanos “desafectados” por la política calificada como “vieja”. Denominaciones del tipo de “casta” fueron asumidas por la sociedad como un calificativo peyorativo hacia los que habían vivido de la política y no para la política ( término que, pese a su repercusión y haberse convertido en una especie de mantra  que se repite como argumento simbólico de pertenencia, no representa al movimiento oligárquico y endogámico practicado por los partidos, llamémosles, tradicionales).

Volviendo al efecto lupa, me quiero referir a la minuciosidad con la que se estudian las propuestas ( genéricas o concretas), manifestaciones presentes y pasadas, etc. Este efecto, trasladado a la competencia política que se avecina, debería convertirse en una practica cotidiana: la ciudadanía debería mirar con una especie de escrupulosa lupa lo que dicen, hacen, proponen, escriben los que se postulan para convertirse en representantes ciudadanos. Este ejercicio puede ser útil para superar una dominación implícita en el sistema: el consumo de mensajes simbólicos, en su mayoría vacios o claramente demagógicos , enmarcables en el ámbito de ese tan denostado populismo que ahora se denuncia como principal enemigo para la estabilidad del sistema.

El ejercicio ciudadano pasa igualmente por un cierto abandono de la emotividad que provoca el conocimiento de las personas o de las siglas, pues éstas, por si solas, sin un componente político, ideológico y programático, no influirán en la cotidianidad, conviertiéndose, pese a la posible buena voluntad, en meros gestores. No obstante, es imposible disociar el factor humano, por lo que la afinidad, aunque sea mínimamente crítica, puede sernos igualmente útil.

No obstante, la realidad de una población que ha crecido tanto en tamaño como en un cierto anonimato de los conciudadanos, jugará el papel de abstracción que se precisa para analizar lo que se dice, se hace o se propone como presunta alternativa.

En resumen y para concluir, creo humildemente que una parte de la regeneración pasa por, oídos los discursos y leídos los programas, analizar si lo que se escribe o se lee va más allá de las buenas intenciones y tiene una concreción política, económica y competencial.


Desde mi punto de vista, si algo hay que valorar, juntamente con la factibilidad de las propuestas son las intenciones respecto al desarrollo de la democracia: pasar de la mera representatividad a una más participativa y corresponsable es fundamental para el futuro, pues solo desde una democracia local participada cotidianamente puede construirse un verdadero sentimiento de pertenencia , crítica, cívica y, en definitiva, germen de ciudadanía real, más allá del papel de cliente o consumidor que ahora se concede a los vecinos.

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