Se me ocurren diferentes cuestiones a plantear sobre las
elecciones sindicales que hoy se han desarrollado en el Ayuntamiento de El
Campello, pero, en beneficio de una cierta objetividad, voy a plantear solo la
proyección que las mismas tienen, en mi opinión, sobre la realidad laboral en
nuestra administración.
En primer lugar, indicar que el desarrollo de las
organizaciones sindicales en nuestro Ayuntamiento ha sido paralelo al de los
sindicatos en cualquier ámbito: la desanaturalización. O mejor dicho: la
conversión al sistema que los mantiene. Esto significa que, por un lado la
dependencia organizativa de la administración ( subvenciones, crédito horario,
etc), y por otro la desvertebración propia que ha propiciado la sustitución de
la militancia por un cierto tejido asociativo basado en servicios y ofertas “individualizadas, convierte a las organizaciones en meras
correas de transmisión, no de objetivos colectivos, sino un intento de
congeniar intereses diversos y en la mayoría de los casos, incluso enfrentados.
En segundo lugar, los argumentos utilizados por las
diferentes organizaciones en liza podrían encuadrarse cualitativamente en un
marco de demagógia (apelar a intereses particulares ofreciendo soluciones
concretas pero inviables dado el marco competencial y, sobre todo, la ausencia
de una conciencia colectiva que confiera a las organizaciones una estrategia
general y unificadora ( hecho que beneficia directamente a la administración al
verse anulada la principal herramienta de acción colectiva: la movilización).
En tercer lugar, explicar que los delegados electos tienen un margen de maniobra limitado y
coartado por la actual situación: imposibilidad de creación de plazas,
limitación legal en cuanto a incrementos salariales o elaboración de relaciones
de puestos para así consolidar otras remuneraciones extraordinarias. La Junta
de Personal tiene, fundamentalmente un cometido: unificar y coordinar acciones
colectivas, y vista la desestructuración de la plantilla y la polarización de
las propuestas ( representativas de grupos de interés, por otro lado,
legítimos). Pero este cometido puede verse anulado, si no se consigue superar
la especie de competencia dada entre los sindicatos con representación y, sobre
todo, si la concreción de sus ofertas se ven frustradas, ya por criterios de la
nueva corporación ( recordar que en mayo hay elecciones), ya por impedimentos
legales.
Y, finalmente, dirigiéndome al colectivo de trabajadores y
trabajadoras municipales, decir que, a pesar de formar parte de la misma
plantilla, es evidente que el sentimiento es que todos y todas competimos por
reivindicaciones que, lejos de mejorar el servicio e incluso los derechos
labores, luchamos por el estatus respecto a otros, cuestión que divide
intereses y, sustancialmente cualquier posibilidad de acción colectiva. Los
sindicatos son lo que los trabajadores y trabajadoras que los componen son.
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