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EL HERMANO PEQUEÑO DE RECUPERANDO IDEAS.

viernes, 8 de agosto de 2014

PRINCIPIO Y FIN

El último domingo del mes de mayo de 2015, si nada ocurre, se pondrá fin a la presente legislatura ( el cese oficial será antes) con el acto electoral. En el, la ciudadanía decidirá quien o quienes les representarán y gobernarán sus cotidianas vidas durante, al menos, cuatro años. Todo apunta a una corporación plural (otros dirían atomizada), donde serán precisos los acuerdos para formar gobierno. La legislatura que finaliza se inició de la misma manera: cinco grupos sin mayorías suficientes para gobernar en solitario. No obstante y pese a la correlación de fuerzas, fue imposible un acuerdo; lo que permitió al partido popular seguir en el gobierno, en minoría, y como se demostró tiempo después, a la búsqueda de una mayoría cómoda desde la que imponer su política. El discurso de “acuerdo y consenso” fue, en el acto de investidura que dio inicio a la legislatura que ahora acaba, un mero recurso, pues la realidad se ha mostrado bien distinta.
A pesar de que la pluralidad que surgirá previsiblemente de las urnas en 2015 no gusta a algunos y algunas ( la derecha se afana en lanzar globos sonda sobre la “bondad” de que, por ley, sea investido el Alcalde o Alcaldesa más votado, lo que conllevaría una modificación de la Ley electoral que afectaría no solo a la investidura, sino a la moción de censura para consolidar esa investidura) es un hecho que la sociedad ha puesto fin al bipartidismo y busca en opciones diferentes, disgregadas o no de partidos tradicionales, solución y alternativas.
La última encuesta del CIS a nivel estatal ( es una lastima que el recurso estadístico esté tan poco extendido en el ámbito local, pues sería un recurso interesante de análisis, no solo de expectativas electorales, sino de implantación y análisis de políticas públicas) pone sobre el tapete el “cansancio” de la ciudadanía respecto de opciones políticas que, en mi opinión, no han sabido reaccionar a los nuevos retos que la sociedad ha planteado.
Volviendo a la posible pluralidad, habría que decir que ésta, en contra de la opinión de los partidos de la alternancia, es, además de un síntoma de salud social, un reflejo de la sociedad en la que vivimos y, por ende, plantea un reto, aparentemente difícil de asumir por esos partidos: la cultura del dialogo y el consenso. Y cuando digo dialogo y consenso no me refiero a la búsqueda de cómodas mayorías institucionales, sino a la construcción de una mayoría social que se refleje en la composición de un gobierno plural; con una propuesta acordada, debatida y consensuada no solo entre los representantes, sino también con los representados, pues de otra manera, la pluralidad no reflejaría más que un resultado electoral y no una ambición social por cambiar la realidad política.
No se trata de una cuestión de “pequeños y grandes”, de “mayoritarios o minoritarios”. No se trata de qué opción fagocita a la otra a través de un gobierno de coalición. Tampoco se trata de un reparto de poder para que cada uno “gobierne” un “reino de taifas” en forma de concejalía. En mi opinión, se trata de sumar sumando: de sumar una mayoría, sumando las propuestas políticas y consensuando una unitaria y plural donde todos se sientan lo más cómodos posible en el plano programático y desde donde construir (que no reconstruir, pues nada se puede recuperar si no ha existido) una verdadera democracia local de todos y todas y para todos y todas.
Para finalizar, simplemente decir que, el final de ésta legislatura, no solo supondrá el fin de cuatro años de mandato: puede suponer el fin de una dinámica institucional que ( y a las pruebas me remito) no ha beneficiado a El Campello y sus ciudadanos y ciudadanas. Una dinámica de “gestión” sin aportaciones políticas pero sin con aportaciones personalistas y ególatras. Una dinámica, en fin, que, si nada lo remedia, condenará ( y no es catastrofismo, pues los datos y hechos están ahí) a las jóvenes generaciones a una vida anodina y de mera supervivencia.


Es necesario romper con un época: es necesario, en mi opinión, superar el periodo de democracia representativa e institucionalismo preeminente para avanzar en uno de carácter participativo y, por supuesto, de corresponsabilidad. Pero no solo las urnas pueden romper con esa estática aceptada hasta hoy de forma casi acrítica por la ciudadanía local; los partidos y organizaciones deben adaptar sus estructuras y medios para, superando igualmente la endogamia que hasta el día las ha caracterizado y llevado hasta donde están ( en el merecido ojo del huracán social); avanzar en su transformación en herramientas, instrumentos de acción política y social. De lo contrario, las urnas les pasarán por encima y muy flaco favor habrán hecho a su historia y su ideología.

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